Las aclamaciones y el silencio
Domingo de Ramos (Ciclo C)
Jesús entra gloriosamente en Jerusalén, cumpliendo un oráculo profético de Zacarías: “Alégrate con alegría grande, hija de Sión. Salta de júbilo, hija de Jerusalén. Mira que viene a ti tu rey, montado en un asno, en un pollino hijo de asna” (Za 9,9). Los discípulos, entusiasmados por todos los milagros que habían visto, lo aclamaban: “¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!” (Lc 19,38). Jesús no reprime a los suyos, porque es tan evidente su condición de Mesías que, si no la reconocieran los hombres, gritarían las piedras.
En la celebración litúrgica del Domingo de Ramos podemos sentirnos miembros de esa muchedumbre que aclamaba a Cristo, al Rey de la gloria. También nosotros, como enseñaba Benedicto XVI, “hemos visto y vemos todavía ahora los prodigios de Cristo: cómo lleva a hombres y mujeres a renunciar a las comodidades de su vida y a ponerse totalmente al servicio de los que sufren; cómo da a hombres y mujeres la valentía para oponerse a la violencia y a la mentira para difundir en el mundo la verdad; cómo, en secreto, induce a hombres y mujeres a hacer el bien a los demás, a suscitar la reconciliación donde había odio, a crear la paz donde reinaba la enemistad”.

Oremus pro Pontifice nostro Benedicto XVIº:
Se trata de una iniciativa muy sencilla, fruto de la coordinación entre diversos párrocos de un arciprestazgo, que aglutina comunidades cristianas pequeñas y rurales. Copio aquí el programa que han preparado para esta Jornada de la Vida:
El pasaje evangélico de la Visitación de la Virgen a Santa Isabel pone ante nuestra consideración la venida de Cristo al mundo. Juan, en el seno de su madre, saluda al bendito fruto del vientre de María. La unión entre la Antigua y la Nueva Alianza se produce en la sencillez del encuentro de dos madres y del encuentro de los dos niños: “Son precisamente ellos, los niños, quienes revelan la llegada de la era mesiánica: en su encuentro comienza a actuar la fuerza redentora de la presencia del Hijo de Dios entre los hombres” (Juan Pablo II, Evangelium vitae, 45).
Homilía. V Domingo de Cuaresma (Ciclo C)












