La verdadera reparación
“El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron”, anota el Catecismo de la Iglesia Católica . La devoción al Sagrado Corazón de Jesús entraña la voluntad de reparación, de satisfacción, de penitencia.
En la segunda oración colecta de la Misa del Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que “al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una cumplida reparación” . Existe, pues, un vínculo entre amor y reparación. Reparar implica dejarse atraer por el dinamismo del Corazón de Cristo y dejarse transformar por esta fuerza, que es la única capaz de vencer el mal, el pecado y la muerte.
La fuerza del amor de Dios es el Espíritu Santo (cf Hechos 1, 8) , que Dios ha derramado en nuestros corazones (cf Romanos 5, 5) para la remisión de los pecados, haciendo posible en nosotros la vida nueva en Cristo. El amor de Dios no es, de este modo, un principio exterior, sino interior aunque trascendente . Gracias al poder del Espíritu Santo podremos dar frutos de “caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5, 22-23) .

Jesús es el Revelador y la Revelación del Padre. En toda su “presencia y manifestación” se expresa humanamente el “ser” de Dios (cf Dei Verbum, 4); se hace visible la profundidad de su amor .
Flavia ha tenido la amabilidad de recensionar mi último libro, titulado “La bondad de nuestro Dios". Agradezco esta colaboración, de la que les hago partícipes en este post:
La acción salvadora de Dios revela no solamente lo que Dios “hace”, sino también lo que Dios “es” . En su primera carta, el apóstol San Juan “define” el ser de Dios con estas palabras: “Dios es amor” (cf 1 Juan 4, 7-16). Ése es su misterio, su “secreto más íntimo” . Él es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Homilía para la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo C)






