InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

28.08.09

La morada de la obediencia

Domingo XXII TO (B)

“Estos mandatos son vuestra sabiduría” (Dt 4,6). La Ley es presentada en la Escritura como don de Dios y fuente de sabiduría y de vida. Al pueblo, liberado de Egipto, se le otorga la Ley como un primer camino de libertad frente a la esclavitud del pecado; un primer camino que anticipa la redención del pecado que realizará Cristo. La obediencia al mandato conduce a la sabiduría, a la “rectitud de juicio según razones divinas” (Santo Tomás).

Nuestra conducta será prudente, y alcanzaremos el grado más alto del conocimiento, si nos dejamos conducir según Dios, en conformidad con sus normas. Nada hay en lo que Dios nos pide que pueda contradecir nuestro bien, y ninguna senda es más razonable que la obediencia libre a su Palabra.

La obediencia es un elemento intrínseco de la fe y de la práctica de la misma. Creer es obedecer; es la antítesis del orgullo y de la autosuficiencia. La revelación, la Palabra de Dios, es mensaje y mandato, enseñanza y ley. La fe es, simultáneamente, confianza y sumisión; entrega de todo el hombre, también de su razón, a Dios. La obstinación, la confianza excesiva en el propio juicio, hace imposible la fe.

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27.08.09

Odium theologicum

La expresión resulta ya en sí misma repugnante: “odium theologicum”. Si Dios es amor, parece ya una blasfemia calificar como “teológico” ese sentimiento que consiste en la antipatía y la aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea.

No hace falta remontarse a la historia – por ejemplo, a la controversia “de auxiliis”, por no hablar de los enfrentamientos entre las diversas confesiones cristianas - para hallar exponentes claros de esta variedad de odio. Está presente en toda época y, en nuestros días, se diría que hasta resucitado. Si alguien lo duda, que observe cómo se azotan entre sí los comentaristas de algunos blogs que abordan la cuestión religiosa. El encarnizamiento sube de tono, normalmente, cuando se trata la problemática litúrgica: que sin en latín o en lengua vernácula, que si “ad Orientem” o “versus populum”. La excepción es el debate sereno. La norma, la crispación.

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26.08.09

El crucifijo y el alcalde de Baena

Según hemos podido ver en el vídeo que recoge InfoCatólica, el alcalde de Baena se ha negado a retirar el crucifijo del salón de plenos de su ayuntamiento. Algún partido de la oposición consideraba como una urgencia, parece, que en tan “aconfesional” estancia no podía tener cabida la efigie de Cristo en la Cruz. Quizá, luego, esos mismos, que sienten tal alergia a la colonización religiosa de espacios “públicos”, se vistan hasta de nazarenos para procesionar en Semana Santa. Todo es posible.

La presencia del crucifijo en los “santuarios” del Estado es un tema complicado. No porque la mansa representación de Jesús hiera a nadie. Él es el Inocente. El Hombre de corazón puro. El Hombre que sigue recordándonos hoy que el amor vence a la muerte, que la generosidad es mejor que el egoísmo, que la esperanza supera a la postración de no atisbar el futuro. En Italia, en un debate similar, un alto tribunal sentenció que el crucifijo era un “símbolo de civilización”. Y es verdad. No se puede entender Occidente, ni el concepto de “derechos humanos”, ni la idea de la compasión, olvidando a Cristo. Si alguien tiene, por méritos propios, el derecho a ser honrado y reconocido por todos, por todos los hombres de bien, es Jesús. Eso, a mi modo de ver, es indiscutible.

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25.08.09

Perdonavidas

Las palabras tienen su magia y, a veces, nos hacen sucumbir a su hechizo. Un término que encuentro particularmente afortunado es el de “perdonavidas”. Designa a quien presume de lo que no es, a quien se jacta de bizarro y va por ahí, con su actitud, como indultando a los demás. Un sinónimo de “perdonavidas” es “baladrón”; es decir, fanfarrón y hablador que, siendo cobarde, blasona de valiente.

Tanto en la vida real como en la virtual nos encontramos con “perdonavidas”. Una manifestación de esa singular disposición de ánimo se hace ostensible en la facilidad con la que el perdonavidas cree adivinar las verdaderas intenciones de los demás, sus resortes ocultos, sus aspiraciones inconfesas.

En un debate, el perdonavidas no atiende a razones. Simplemente se limita a contestar con el desprecio de quien se sitúa más allá del bien y del mal. No va a lo que se dice, sino que desprestigia a quien lo dice. Y el ataque es periférico, circunstancial, anecdótico, porque - se sobreentiende - no está él para perder el tiempo, no tanto con banalidades, sino con seres insustanciales que están muy por debajo del nivel en el que él, sin fundamento alguno, cree estar.

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24.08.09

Reformas litúrgicas

Con el tema de las “reformas” litúrgicas uno termina un poco asombrado de lo que se escribe en artículos, blogs, foros, etc. La autoridad competente para reformar la Liturgia es la Santa Sede y, en el ámbito de sus atribuciones, también las Conferencias Episcopales y los Obispos diocesanos: “Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia” (SC 22). La cuestión es así de sencillita. La Liturgia es el culto oficial de la Iglesia; la Iglesia es un pueblo jerárquicamente estructurado, “ergo” hay unos responsables de “añadir”, “quitar” o “cambiar” en los asuntos litúrgicos.

En el culto divino hay cosas que vienen del Señor y otras que no. O, dicho en términos jurídico-canónicos, hay elementos de derecho divino y otros de derecho eclesiástico. Lo que viene del Señor, lo que pertenece al derecho divino, es irreformable. Todo lo demás no lo es. Pero que no lo sea en sí mismo no quiere decir que cualquiera pueda cambiarlo; sólo puede cambiarlo quien tiene la autoridad para hacerlo.

A veces me da la sensación de que se proyecta sobre lo litúrgico toda la frustración que engendra en los corazones la erosión de la fe en buena parte del mundo: “en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento”, dijo el sabio Papa Benedicto XVI. Y tiene toda la razón.

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