Novena de la Asunción
El Catecismo recuerda que “la Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos” (n. 966).
Para todos los creyentes, y para todos los hombres, la glorificación de Nuestra Señora es un signo de esperanza, de confianza en la fidelidad de Dios, en el destino del hombre y en sus posibilidades.
Jesús nos da, afirma el Papa, “la esperanza que necesitamos: la esperanza de que podemos vencer, de que Dios ha vencido y de que, con el bautismo, hemos entrado en esa victoria. No sucumbimos definitivamente: Dios nos ayuda, nos guía. Esta es la esperanza: esta presencia del Señor en nosotros, que se hace visible en María elevada al cielo” (15.8.2009).
Recorrer los pueblos de España, y de otros países, el día 15 de agosto equivale a ir de fiesta en fiesta. Las diversas parroquias se engalanan para decirle a la Virgen, con palabras de la poetisa portuguesa sor Violante do Ceo: “Albricias, Señora,/ reina soberana,/ que ha llegado el logro/ de vuestra esperanza”.
Que esta Novena de la Asunción nos ayude a aumentar nuestra fe, a reavivar nuestra esperanza, para que ningún obstáculo nos desvíe del sendero de la salvación.

San Benito de Nursia, con su vida y su obra, ejerció una influencia fundamental en el desarrollo de la civilización y de la cultura europea.
Hay personas que parecen apostar por vivir en una actitud de continua oposición a casi todo, en un permanente “a la contra”. Si pensamos que no todo es compatible y que “A” no puede ser al mismo tiempo “no A”, es normal que, al optar por una cosa, seamos, en principio, contrarios a la realidad opuesta. Por ejemplo, si creo que se debe decir la verdad he de ser contrario a la mentira, pero eso no significa que el enfrentamiento con la mentira haya de convertirse en la finalidad de mi vida desplazando a lo principal: la apuesta por la verdad.
Homilía para el XIV Domingo del tiempo ordinario (ciclo A)












