JMJ: La belleza de la fe
La celebración de la JMJ está superando todas las expectativas. En ella se muestra de modo evidente la belleza de la fe. Seguir a Cristo nos hace mejores; creer en Él renueva el universo.
El protagonista de la JMJ es Jesucristo, el Señor. Jesucristo vivo, presente en medio de su Iglesia para la salvación del mundo. El Señor que nos habla en su palabra, que nos ha redimido en la Cruz haciendo suyos los sufrimientos de todos, que enciende nuestros corazones en la oración, que nos perdona con su misericordia, que se nos da como alimento en la Eucaristía.
Los aspectos centrales del cristianismo son puestos en primer plano durante estos días y es ese núcleo de la fe lo que atrae a tantos jóvenes. No han venido a Madrid solo para bailar o cantar. Han venido a Madrid para alabar a Dios, para confesar a Cristo, para dejarse guiar por el Espíritu Santo.
Los momentos de oración, como el “Via Crucis” de esta tarde, resultan sobrecogedores por el silencio y el recogimiento. La brillante idea de jalonar las estaciones con imágenes sagradas de gran veneración en España ha servido, entre otras cosas, para vincular a los jóvenes con la piedad popular, dotando a esta manifestación de la fe de la densidad teológica que le corresponde.
El efecto del paso de Cristo por la vida de los hombres se traduce en la alegría y en la serenidad que se refleja en los rostros de estos chicos y chicas. Son de lo mejor de la Iglesia y, en consecuencia, de lo mejor del mundo. Si Dios es reconocido, todo cambia para bien.

Me ha encantado la Misa con la que se acaba de inaugurar la JMJ. Ayer por la tarde participaba en otra celebración eucarística, que tuvo lugar en la catedral de Tui, como despedida de un millar y medio de jóvenes de la Bretaña francesa que han pasado en esta diócesis los días previos a este importante encuentro. También estuvieron entre nosotros muchos japoneses, australianos y, en menor número, de otras procedencias.
Recupero para el blog un texto ya algo antiguo.
Cada vez que el papa viene a nuestro país tenemos que oír, querámoslo o no, todo tipo de quejas. Quizá sea inevitable, pero que sea inevitable no quiere decir que sea justo, máxime teniendo en cuenta que esos lamentos no se oyen a propósito de otros eventos – deportivos, culturales o del tipo que sea – que tienen lugar en España.
Estamos muy cerca de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. Como yo ya he superado - por “muy poco", menos de una década - los 35, no me concierne directamente. Ya no soy joven, ya no entro en el selecto club de quienes se sitúan entre los 16 y los 35. Ni falta que hace. La vida pasa, transcurre, y los que tenemos más de 39 hemos tenido, en su día, 35 y menos de 35 también.






