Octavo centenario de la catedral de Tui

El próximo 30 de noviembre, día del apóstol san Andrés, se celebrará la apertura del Jubileo que conmemora el octavo centenario de la catedral de Tui. Este templo fue consagrado el 1 de diciembre de 1225, siendo obispo don Esteban Egea, antecesor de don Lucas de Tui. A este último le correspondió el honor de conocer en vida al beato Pedro González Telmo – san Telmo - y de acoger sus restos mortales en un lugar preferente de la iglesia principal de la diócesis.

La historia de la ciudad de Tui y de la iglesia particular de Tui-Vigo es inseparable de su monumento más emblemático, levantado en lo alto de una colina rocosa desde la que se divisa el paso del río Miño. Una visita a la página web de la catedral nos permite conocer sumariamente las características principales de todo el conjunto: su antiguo claustro; el coro tallado por el maestro Castro Canseco; la románica portada norte; la portada principal, de estilo gótico; el magnífico retablo de la Expectación, esculpido por Antonio del Villar; la sala capitular, del siglo XII; la renacentista capilla de san Telmo o de las reliquias; los órganos barrocos, etc. Todo un recorrido lleno de arte y de belleza.

Pero la catedral posee, además de un valor patrimonial, una dimensión simbólico-sacramental muy poderosa. La catedral es un signo que remite al misterio. En ella, lo invisible se hace presente en lo visible; lo espiritual en lo material; lo eterno en el mudable transitar de los tiempos. La liturgia de la dedicación de una iglesia es el código que nos permite descifrar del mejor modo ese signo. La catedral es la casa del Señor, la morada de Dios en medio de su pueblo, el lugar santo donde se reúnen los bautizados para celebrar los divinos misterios. En ella se manifiesta el verdadero Templo - el Cuerpo del Resucitado - y se vislumbra la imagen de la Jerusalén celestial. La iglesia catedral es la ciudad santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles, que tiene a Cristo como piedra angular y que se construye con piedras elegidas vivificadas por el Espíritu Santo, que eso son los cristianos, los hijos de la Iglesia.

Celebrar los ochocientos años de este singular edificio, que sigue conservando el uso para el que fue creado, el culto a Dios tributado en la comunión de los fieles, nos hace pensar en lo duradero, en el peso de lo estable, de aquello que, desafiando lo efímero que tantas veces nos envuelve, solicita nuestra atención. Como escribe Byung-Chul Han, siguiendo la estela de Simone Weil: “La atención profunda, contemplativa, se dirige hacia lo duradero, hacia lo que permanece y perdura: Lo verdadero es lo duradero. Y el dominio de la información lo destruye, ya que nos arrastra a un permanente torbellino de actualidad. Quien no es capaz de mantener una atención contemplativa, de mirar, no puede acceder a la verdad, al verdadero y duradero orden de las cosas”.

La catedral de Tui, con su rica historia, con su importante patrimonio, con su sentido religioso y teológico, nos invita a ejercitar esa atención profunda para atisbar la trascendencia, esa realidad más elevada que nos abre las puertas a la plenitud del ser. No en vano está dedicada a santa María, en el misterio de su Asunción al cielo.

Guillermo Juan-Morado.

Publicado en Atlántico Diario.

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