El aborto y los demonios

Santo Tomás de Aquino se pregunta en la “Suma de Teología” si tienen fe los demonios. Todo parece indicar que los demonios no tienen fe. Sin embargo, la Sagrada Escritura dice: “Hasta los demonios lo creen [que hay un solo Dios] y tiemblan” (Sant 2,19).

¿Qué sucede entonces? Que la fe de los demonios viene, en cierto modo, coaccionada por la evidencia de los signos; se ven inducidos a creer no porque deseen agradar a Dios, sino por “la perspicacia natural de su inteligencia”. Creen a disgusto, como lamentando no poder no creer.

Esta actitud recelosa de admitir, a regañadientes, lo que no puede ser negado la vemos atestiguada en el Evangelio. En la sinagoga de Cafarnaún, un hombre que tenía un espíritu inmundo le gritaba a Jesús: “¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios” (Mc 1,24).

Algo así de paradójico sucede, según leemos en una noticia, con una organización satánica de Dallas que promueve la realización del aborto como un ritual religioso. No niegan, quienes esto propician, que el aborto sea lo que es: la eliminación de un ser humano aún no nacido, porque lo obvio no se puede negar. Pero sí tratan de disfrazarlo de ritual religioso, para que, de este modo, quede amparado por uno de los derechos humanos, el derecho a la libertad religiosa.

Los satanistas-abortistas protestan, ya de paso, contra los centros que asesoran a las mujeres embarazadas y que pueden llegar a disuadirlas de abortar.

No sé el grado de “demoníaco” que caracteriza a esta asociación pro-aborto. Pero que es de inspiración satánica no lo dudo. No es que presenten el mal como bien, no; abiertamente presentan el mal como superior al bien.

Eso es lo propio de los demonios. Tergiversarlo todo para que el mal, y ellos con la perspicacia de su entendimiento no pueden negar que sea mal, resulte más apetecible que el bien, más deseable, más afirmante, aparentemente, de la propia libertad y autonomía.

Los satanistas que recubren de derecho a la libertad religiosa el ejercicio del aborto han de ser combatidos, con oración, ayuno y con todos los medios éticos y legales.

Siendo repelentes, se manifiestan con más claridad, aunque turbulenta, de la que lo hacen presuntos buenos cristianos que, con el pretexto de la piedad, abren las puertas a la práctica del aborto y tratan de cubrirla con el manto de lo justo, de lo inevitable; no del mal que se presenta como mejor alternativa al bien, sino del mal que se disfraza de bien, hasta de caridad.

De estos buenos cristianos, ¡líbranos, Señor! Y de quienes los apoyan con su aplauso, con su voto y con su silencio. También es pecado el pecado de omisión. Igualmente avisados estamos de que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor 11,14). A los demonios no se les puede exigir perfecta coherencia; tienen experiencia en mentir.

 

Guillermo Juan Morado.

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