InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: 2021

26.12.21

Los Magos y el Camino de Santiago

Una de las narraciones más fascinantes de toda la Biblia – y de la literatura universal - es el relato de la visita de los Magos a Belén, que se encuentra casi al comienzo del evangelio según san Mateo, justo después de haber hablado del nacimiento de Jesús. Se suele admitir que los Magos eran, probablemente, astrónomos babilonios, especialistas en escudriñar los fenómenos naturales.

El profeta pagano Balaán había anunciado una promesa de salvación, un porvenir glorioso para Israel: “Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel” (Números 24,17). La estrella era signo de un dios y, luego, de un rey divinizado. En la profecía de Balaán, la estrella ha de ser el rey de Israel y, andando el tiempo, el Mesías.

Los Magos no eran solo astrónomos. Benedicto XVI escribe que eran “sabios”: “representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra”.

En cuanto a la estrella, puede aventurarse que no se trata solamente de una imagen para hablar del rey futuro, sino que posiblemente haya sido, además, un astro. Kepler calculó que en el año en el que, de modo verosímil, nació Jesús, se produjo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte; una conjunción asociada, presumiblemente, a una supernova, una estrella extraordinariamente luminosa, como la que brilló en Belén.

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25.12.21

“Lo envolvió en pañales”. El servicio y el sacrificio de Cristo

El evangelio según san Lucas dice que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada” (Lc 2,7).

El papa Benedicto XVI en su libro La infancia de Jesús comenta el sentido de este “lo envolvió en pañales”. Según la tradición de los iconos y de la teología de los Padres, “el niño envuelto y bien ceñido en pañales aparece como una referencia anticipada a la hora de su muerte: es desde el principio el Inmolado […] Por eso el pesebre se representa como una especie de altar”.

La vinculación entre Encarnación y misterio pascual queda atestiguada por el tradicional deseo de “felices pascuas”. No es menor el paso de la divinidad a la humanidad que el de la muerte a la vida.

El significado de la Encarnación se centra en el hecho “de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación”, nos recuerda el Catecismo. La fe en la Encarnación es el signo distintivo de lo cristiano.

A la pregunta de por qué el Verbo, el Hijo de Dios, se hizo carne, la fe contesta que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. Es decir, el Verbo se hizo carne para reconciliarnos con Dios, como propiciación por nuestros pecados (1 Jn 4,10). Para salvar al mundo (1 Jn 4,14). Para quitar los pecados (1 Jn 3,5).

Por la Encarnación, el Verbo nos salvó reconciliándonos con Dios. Por la Encarnación, el Verbo hizo posible que conociésemos el amor de Dios (1 Jn 4,9). Por la Encarnación, el Verbo se hizo nuestro modelo de santidad: “aprended de mí” (Mt 11,29). Por la Encarnación, el Verbo nos hace partícipes de la naturaleza divina (2 P 1,4).

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19.12.21

Lecturas. R. Strange, "Newman, El corazón de la santidad"

R. Strange, Newman. El corazón de la santidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2021, ISBN: 978-84-330-3161-7, 184 páginas.

 

Roderick Strange (1954) es un sacerdote inglés, ordenado en 1969, especialista en el pensamiento de Newman. Desde 2015, ocupa el cargo de profesor de Teología en la Universidad de Santa María, Twickenham, la única universidad confesional del área de Londres.

En el prólogo de este libro, se recoge una sentencia de Newman: “Como todo el mundo sabe, no tengo nada de santo”. Y añadía: “es una severa (y saludable) mortificación que piensen que uno está a punto de serlo” (p.21). Decía, el célebre cardenal inglés, que, en el cielo, se contentaría “con limpiarles los zapatos a los santos; a san Felipe [Neri], si usa betún”. La Iglesia no ha pensado, en este punto, lo mismo que Newman. La prueba es que fue beatificado por Benedicto XVI en Birmingham, el 19 de septiembre de 2010, y canonizado por Francisco en el Vaticano, el 13 de octubre de 2019.

R. Strange pretende en esta obra “desvelar las diferentes capas de su espiritualidad a fin de explorar de forma respetuosa el corazón de su santidad” (p.24). La palabra “corazón” es elegida a propósito. Newman aspiraba a tocar los corazones de los demás, porque, cuando hablaba, lo que decía provenía de la profundidad de su corazón; es decir, comunicaba lo que creía que era verdad. No es superfluo recordar su lema cardenalicio: “Cor ad cor Loquitur”, “el corazón habla al corazón”. Ya como anglicano, Newman estaba persuadido del vínculo que unía a lo visible con lo invisible, y de que ese vínculo se reveló de manera suprema en Jesús de Nazaret, la Palabra hecha carne (cf. p.27).

A lo largo de diez capítulos, el autor nos ayuda a adentrarnos en las capas de la espiritualidad newmaniana. En el capítulo 1, “El viaje de Newman”, traza una panorámica de su vida, señalando los grandes momentos que han marcado su itinerario interior: su participación en el Movimiento de Oxford, su recepción en la Iglesia católica, su ordenación como sacerdote católico y las muchas amarguras y controversias que siguieron a su conversión: “Desde que soy católico, me parece que, en lo personal, no he tenido más que fracasos” (p. 36). Muchos anglicanos dudaron de su integridad y muchos católicos desconfiaban de su catolicismo. Su creación como cardenal por León XIII en 1879 disipó los recelos de los católicos. En 1873 supo anticiparse, como en tantos otros temas, a lo que vendría más tarde: “El cristianismo no ha tenido todavía la experiencia de un mundo simplemente irreligioso”. Hablaba, en aquel entonces, de un futuro en el que la gente de Gran Bretaña ya no creería. Para nosotros, ese futuro es ya presente, no solo en Gran Bretaña, sino en casi todo el mundo. En medio de las disputas doctrinales, Newman trató de mantenerse en una “vía media”, moderada, defendiendo la integridad de la verdad católica, apartándose del error, pero evitando caer en los excesos. Sus grandes preocupaciones eran la revelación y la Iglesia; preocupaciones que serían fundamentales, como sabemos, en el concilio Vaticano II. El interés por ambas cuestiones se basaba en la profunda fe de Newman en Dios y en la motivación pastoral que animó toda su vida. Siempre se ocupaba de la gente. No tenía interés alguno en vencer los razonamientos de nadie “sin tocar sus corazones”.

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17.12.21

Lecturas: "Cadenas y terror", de Ioan Ploscaru

Ioan Ploscaru, “Cadenas y terror. Un obispo greco-católico clandestino en la persecución comunista en Rumanía”, BAC, Madrid, 2020, ISBN: 978-84-220-2144-5, 479 páginas.

 

“Estuve en la cárcel durante 15 años, cuatro de ellos aislado. Liberado en el 1964, he sido continuamente vigilado, acechado, perseguido y otra vez interrogado; he sufrido arrestos domiciliarios; he tenido a veces miedo en los años sucesivos. Y han sido 25 años” (p. 24). Quien escribe estas palabras es Ioan Ploscaru (1911-1998), obispo greco-católico rumano, que se formó en Cluj (Rumanía), ampliando estudios teológicos en Estrasburgo (Francia). Fue ordenado sacerdote en 1933 y obispo en 1948.

El libro que comentamos constituye un ejercicio de memoria. El autor nos cuenta su propia trayectoria vital en la Rumanía comunista y, al mismo tiempo, relata los acontecimientos que afectaron a la Iglesia greco-católica rumana a raíz de su ilegalización en 1948, con la consiguiente entrega de sus lugares de culto a la Iglesia ortodoxa rumana. El 27 y 28 de octubre de 1948 fueron arrestados todos los obispos greco-católicos y católicos de rito latino de Rumanía. Por orden de Pío XII, el nuncio apostólico en Bucarest ordenó en secreto a otros obispos; entre ellos, Ioan Ploscaru.

Los siete obispos greco-católicos muertos con fama de mártires en las prisiones o en situación de detenidos fueron beatificados por el papa Francisco el 2 de junio de 2019: Vasile Aftenie, Valeriu Traian Frenţiu, Ioan Suciu, Tit Liviu Chinezu, Ioan Bălan, Alexandru Rusu y Iuliu Hossu.

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5.12.21

La Navidad de los poetas

El misterio de la Navidad es un acontecimiento divino y humano. Dios se hizo hombre: “El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios”, escribía Benedicto XVI. Y añadía: “Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso para que podamos amarlo. Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, se nos comunique y continúe actuando a través de nosotros”.

No es extraño que este acontecimiento haya propiciado el asombro y la admiración de tantos artistas y poetas. Es imposible no conmoverse, por ejemplo, ante La adoración de los pastores atribuida al pintor italiano Giorgione. En el óleo, un luminoso paisaje contrasta con la entrada de una gruta oscura. En el centro del cuadro, los peregrinos pastores se postran ante Jesús recién nacido. El misterio de ese Nacimiento nos concierne a todos. Como afirma el Concilio Vaticano II, en una de sus páginas más brillantes, “Él mismo, el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre”.

También los poetas, los artistas de la palabra, se han dejado conmover por la Navidad, escrutando el misterio en el acontecimiento; interpretando la sacramentalidad, la valencia simbólica – “el Verbo se hizo carne”-, de un hecho: el nacimiento de Jesús. En la antología de Yolanda Obregón, 400 poemas para explicar la fe (Vita Brevis, 2019) se recogen algunas de las más bellas poesías dedicadas a la Navidad. Entre ellas, el simpático villancico de un futbolista, de José María Fernández Nieto. Un joven futbolista se acerca, por error, al portal de Belén, creyendo “que era el Portal portería/ de algún celeste partido”. El Niño Dios acaba jugando al fútbol mientras la creación entera celebra el momento: “Jesús, con sus manos bellas/ le está pidiendo el balón/ y recibe la ovación/ de un graderío de estrellas”. “Chuta el Niño a la primera;/ María exclama: ‘Es un sol, / José dice: ‘¡Aquí hay madera!, / Y en la Creación entera, / bien claro y en español, / los demonios gritan: ‘Fuera’, / los ángeles gritan: ‘Gol’ ”.

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