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28.04.20

¿Catolicismo? La tontería se va a acabar

Estas semanas de desdichado confinamiento me están ayudando a ver más claramente lo que ya intuía. Sostener con alfileres un edificio en ruinas es absurdo. La idea de una Iglesia supuestamente coextensiva con la población del barrio en el que está una parroquia es un sinsentido.

La Iglesia está para anunciar el Evangelio. Una tarea –el anuncio - que se ha hecho, sí, pero que exige hoy hacerla mejor. Ya no podemos pensar que ese anuncio será bien recibido. No va a serlo. No tiene que serlo. El anuncio del Evangelio es paradójico. Será, para muchos, lo más racional – lo es, realmente - . Será, para otros, lo más absurdo.

La Iglesia celebra el Evangelio. La santa Misa es algo tan serio que sorprende – gracias a Dios empieza a sorprendernos – que la celebración de la Misa fuera considerado como algo así como el horario de una farmacia de guardia o de una gasolinera. ¿Para qué está una Parroquia? Para ofrecer la Santa Misa. Como si lo de menos fuera calibrar si hay católicos que, de verdad, pueden valorar la Misa.

La celebración de la fe lleva años siendo devaluada, reducida a un producto de consumo, a una especie de “el que paga, manda”. Realmente el que paga, el que marca la “X”, en el escaso ejercicio de soberanía que Hacienda permite sobre nuestros impuestos, no arriesga nada. No le cuesta nada. Pero algunos, muy católicos ellos, esgrimen esa “X” como una advertencia al clero, a sus capellanes: “O hacéis lo que queremos, o se os acaba la X”.

No hay vocaciones, se dice. No puede haberlas. El desprecio a los sacerdotes ha llegado a límites insospechables. Para cualquiera es penoso renunciar a una profesión y vivir como de limosna. Para los sacerdotes, también. Pero los que van de muy fieles, algunos de ellos, nos recuerdan a cada paso que vivimos de las limosnas que ellos, en su liberalidad de señores feudales, nos dan.

La Iglesia anima cómo se ha de regir el mundo. Y esa regla, de como deseamos que sea el mundo, es muy difícil en la práctica, pero no lo es tanto en el deseo: “Al buscar su propio fin de salvación, la Iglesia no solo comunica la vida divina al hombre, sino que además difunde sobre el universo mundo, en cierto modo, el reflejo de su luz, sobre todo curando y elevando la dignidad de la persona, consolidando la firmeza de la sociedad y dotando a la actividad diaria de la humanidad de un sentido y de una significación mucho más profundos. Cree la Iglesia que de esta manera, por medio de sus hijos y por medio de su entera comunidad, puede ofrecer gran ayuda para dar un sentido más humano al hombre, a su historia” (GS 40).

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Mayo y el procurador

El mes de mayo está aquí, muy cerca. Para los católicos es un mes muy especial, dedicado a María. En este mismo blog nació, hace ya años, un “Mayo virtual” que se plasmó en un libro “Treinta y un días de mayo” (CCS, Madrid 2010).

Sé, por testimonio directo, que esta iniciativa y este texto sirvió como instrumento para que alguna persona se acercase a la Santísima Virgen, al ayudarle a comprender el papel que Nuestra Señora desempeña en el misterio de la fe, en el plan de salvación.

Me decía esa persona, una mujer muy creyente, que le había ayudado la evocación que el librito hacía del concilio de Éfeso, en 431. Cuando los obispos reunidos en concilio proclamaron solemnemente la maternidad divina de María, el pueblo cristiano reaccionó con enorme entusiasmo. San Cirilo, que lo vivió, relata: “Nos llevaron en medio de antorchas a nuestras residencias. Era de noche. La alegría era general y toda la ciudad se iluminó. Las mujeres iban con incensarios delante de nosotros”.

Otra lectora, muy comprometida con la causa de la vida – y ¡qué necesario es no bajar la guardia en ese compromiso! –, me hizo saber que ella se identificaba con el monje-procurador de “Blanquerna”, obra de Ramón Llull. Este monje tenía un oficio: dirigir, tres veces al día, una salutación a Nuestra Señora en nombre de toda la creación y de toda la humanidad: “Todos ellos y muchos otros infieles te saludan por ministerio mío, cuyo procurador soy…”.

Otros me dicen que se aproxima mayo y que lo seguirán con la ayuda del librito. Cualquier cosa, por muy pequeña que sea, que se haga para acercar a las gentes a la Virgen siempre tiene recompensa.

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