¿Reír por reír?
Hay, parece, como una obsesión de salir en las fotografías riéndose. ¿Por qué? El “Diccionario de la lengua española” recoge, en una de las acepciones de “reír”, la siguiente: “Manifestar regocijo mediante determinados movimientos del rostro, acompañados frecuentemente por sacudidas del cuerpo y emisión de peculiares sonidos inarticulados”.
Todos sabemos lo que es “reír”. Y creo que, también, todos sabemos que la risa puede ser oportuna e inoportuna. No reír puede deberse a ser una persona sosa, amargada, funeraria. Reírse sin motivo es, pienso – y el diagnóstico objetivo quizá sea peor - propio de bobos, de inconscientes.
No pretendo reproducir aquí la disputa que recoge Umberto Eco en su novela “El nombre de la rosa”; la contienda entre Jorge de Burgos y Guillermo – personajes de su mundo literario - .
No he tenido siempre buena suerte con la literatura y con las novelas, que, dentro del mundo literario, es el género que más me gusta. No digo que no me hayan gustado. No es eso. Más bien es que siempre me ha pillado la lectura de una novela preferida en el peor momento – cerca de exámenes, con más trabajo, con más urgencias - .
La de “El nombre de la rosa”, claramente. ¿Novela nominalista, positivista…? Puede ser. Pero, en su momento, he disfrutado leyéndola. Otra que me enganchó, muy a final de curso, con riesgo de suspenso, o de notas muy mermadas, fue, en su día, “Bomarzo”, de Mújica Lainez.