InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: 2018

23.10.18

El retorno de la Filosofía: ¿No por convicción, sino por poder?

No soy sospechoso, en principio, de ser enemigo de la Filosofía. Soy licenciado en esa especialidad, con una licenciatura civil (expedida por la UNED) y otra eclesiástica (por la Universidad Gregoriana, de Roma).

Creo haber leído en algún sitio que Pío XII decía que si Stalin invadía Italia y se incautaba del Vaticano, él, el Papa, podría sobrevivir dando clases de lengua francesa. Es conocida la afición de este pontífice por los idiomas.

Yo no sé qué haría si, hoy o mañana, suprimiesen la famosa “X” – el único vestigio de libertad que existe en medio de la dictatura de los impuestos - , pero, quizá, con la recuperada bienvenida a las clases de Filosofía tendría un pequeño motivo – en sí insignificante a mis años – de esperanza.

Sea lo que sea, estoy convencido de que el desprestigio de la Filosofía ha venido de ella misma. La sombra del positivismo es alargada y, en cierta medida, nefasta. La razón analítica, disolvente, sirve para combatir los embustes. Desempeña una función crítica necesaria e insustituible.

Pero no se puede vivir solo con la disolución. Hace falta construir. Hace falta pasar de un conocimiento muy exacto, pero muy limitado, a un conocimiento también riguroso, pero más global, más total. Y en ese paso se juega el ser o no ser de la Filosofía. Si ella misma, encantada por los logros de la ciencia positiva, ha jugado a ser lo que ni era ni podría llegar a ser, en el pecado ha encontrado su penitencia, su irrelevancia.

Es un proceso algo similar al de la Teología: solo es relevante si se reivindica como teológica; si no, está de más. Muchos la han expulsado del ámbito de los saberes por considerarla incómoda; otros, desde dentro, han colaborado a ese exilio.

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15.10.18

Un artículo en la "Revista Española de Teología": La fe, los sentidos y la imaginación

Es muy probable - es casi seguro - que los lectores del blog, en su mayoría, no sigan las revistas teológicas. Y es igualmente probable - es casi seguro - que los que leen las revistas teológicas no sigan mayoritariamente el blog.

Para unos y para otros, me complace decir que pueden encontrar en la “Revista Española de Teología", Volumen 78, cuaderno 2, año 2018, páginas 333-356, un artículo mío titulado “La estructura sacramental de la fe. La fe, los sentidos y la imaginación".

No encuentro contradicción entre una tarea y otra, entre el blog y las revistas especializadas. Ojalá lograse un mejor resultado en un medio y en otro. 

Adjunto aquí, más o menos, una versión bloguera - eliminando notas y otros convencionalismos académicos  - del artículo de la revista:

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13.10.18

Pablo VI y el misterio de la muerte

El ya cercano mes de Noviembre, que se abre con la Solemnidad de Todos los Santos y con la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, pone ante nuestra mirada la realidad de la muerte. La muerte vista cara a cara, como un paso que hemos de dar en primera persona. No se trata sólo de que exista “la” muerte, o de que “los otros” mueran; no, se trata de algo mucho más íntimo y más próximo: se trata de “mi” muerte. Sólo contemplada así, la muerte acaba por ser, de verdad, “maestra de la filosofía de la vida".

De la propia muerte, intuida como inminente, saludada como cercana, escribió el Papa Pablo VI un texto de sorprendente belleza y profundidad: “Meditación ante la muerte". Un texto en el que la confesión de fe se une al conocimiento de la condición humana, y la esperanza del creyente a la sensibilidad de un fino pensador e incluso de un poeta.

“No es sabia la ceguera ante este destino indefectible, ante la desastrosa ruina que comporta, ante la misteriosa metamorfosis que está para realizarse en mi ser, ante lo que se avecina". Desde la “peculiar claridad oscura” que alumbra el fin de la vida temporal, Pablo VI se pregunta sobre sí mismo, sobre las responsabilidades que en ese momento le salen al paso, sobre la necesidad de redimensionar las esperanzas para situarlas en el lugar que les corresponde: el más allá. Pero este último coloquio no es nunca un monólogo del hombre aprisionado por el drama de su partida, sino siempre un diálogo con la Realidad divina, desde la desnudez de la muerte y desde la confianza de la fe.

¿Cuáles son los sentimientos que afloran en ese diálogo? Ante todo, el reconocimiento y la gratitud por el don de la vida. “Todo era don, todo era gracia". La belleza del mundo, de la vida, de lo creado, es un signo que apunta a la grandeza de Dios, a la sublimidad de su amor. Y junto al reconocimiento agradecido, la petición de perdón, la llamada a la misericordia desde el arrepentimiento: “Que al menos sepa yo hacer esto: invocar tu bondad y confesar con mi culpa tu infinita capacidad de salvar". 

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11.10.18

¿Franco en La Almudena?

No creo que sea posible impedir que los restos de Franco reposen en la cripta de La Almudena.

El Gobierno se ha empeñado, ha asumido como una de sus causas principales, exhumar los restos mortales de Francisco Franco de su sepultura en la basílica del Valle de los Caídos.

No deja de sorprender que esa medida sea una prioridad para el gobierno de un país, pero así ha sido – así es - . Este Gobierno vive de titulares y necesita uno muy poderoso: “Exhumamos a Franco”.

Muchas personas creen que esa opción prioritaria – exhumar los restos de Franco - es un error. Yo también lo creo. Dentro de ya casi nada, y ya ahora mismo, no perturba a nadie que los restos mortales de Franco sigan reposando en el Valle de los Caídos. Nadie está obligado a ir hasta allí. No es una sepultura que sea objeto de homenajes de la nación. O sea, los muertos deben descansar en paz.

El Gobierno ha apostado por “exhumar”, pero no ha calibrado suficientemente sus posibilidades de volver a “inhumar”, de volver a enterrar un cadáver.

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4.10.18

Lo visible y lo eterno

Me parece muy necesario reflexionar sobre la “estructura sacramental”, o “sacramentalidad”, de la fe. Trato de hacer esa reflexión pensando en el alcance de la enseñanza de la encíclica “Lumen fidei” (LF), la primera del papa Francisco, en la que se nos recuerda que los sacramentos son sacramentos de la fe, a la vez que se explica que la fe tiene una estructura sacramental (LF 40).

La “sacramentalidad” es una categoría que relaciona el cuerpo y el espíritu, lo visible y lo invisible, las palabras y los gestos. En los sacramentos esta relación es muy poderosa: Abren, siguiendo la expresión de un teólogo norteamericano (A.J. Goodzieba), el “acceso” a Dios (en el ámbito material) para hacernos llegar el “exceso” de su bondad  (la participación en la vida divina).

En la vida cristiana, “lo visible y lo material está abierto al misterio de lo eterno” (LF 40). Algo similar expresaba el beato J.H. Newman, admirado del “principio místico o sacramental” de Clemente de Alejandría y de Orígenes, según el cual el mundo visible, físico o histórico, es considerado como una manifestación sensible de realidades mayores.

Lo visible y lo invisible (podríamos decir, el significante y el significado) no se identifican sin más. Ambos planos son inconfundibles, pero inseparables. En Jesús se revela el mismo Dios, sin que, en ningún momento, quede privado de su divinidad.

Me venían a la mente estas consideraciones al haber recibido, casi al mismo tiempo, dos imágenes. La primera, del papa Francisco portando una singular férula en la Misa de apertura del Sínodo sobre la juventud (imagen rastreable en las noticias de hoy, 4-X-2018) . La segunda, un vídeo breve de YouTube (publicado en 2015), de la Divina Liturgia celebrada en Moscú por el Patriarca Ortodoxo de Alejandría (Egipto), acompañado por el Patriarca de Moscú y por el Arzobispo ortodoxo de Praga - vídeo también rastreable; renuncio a poner el enlace, de tan complicado que resulta - .

Para un católico, el significado de ambas celebraciones – la Misa del Papa y la Divina Liturgia de los ortodoxos – es esencialmente (subrayo el adverbio) el mismo. Pero los significantes son diferentes. Si nos fijamos en esa férula papal, si pudiésemos abstraerla de todo lo demás, casi no habría “significante”, o este quedaría reducido a lo mínimo. Si consideramos la Divina Liturgia de los ortodoxos,  el significante nos abruma, casi tanto como para preguntarse si podría llegar incluso a opacar el significado.

En cierto modo, esta diferente sensibilidad, esta matizada forma de religar lo visible con lo eterno, encuentra su respaldo en sendos misterios de la vida terrena de Cristo. No deberíamos olvidar que a la Pascua no se llega sin la Pasión y la Cruz y, para no deformar el sentido de la Pasión y de la Cruz, el Señor se transfiguró delante de los suyos.

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