InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Junio 2014

30.06.14

Convicciones claras y tenacidad

“Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad”, recomienda el papa Francisco en Evangelii Gaudium, 223.

La palabra “ansiedad” tiene dos acepciones: 1. “Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo” y 2. “Angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular a ciertas neurosis, y que no permite sosiego a los enfermos”.

Es evidente que, para la Iglesia, pongamos para la Iglesia en España, no es rentable ni la agitación ni la zozobra de la angustia. ¿De dónde puede venir la inquietud? De la constatación de que ya no es la Iglesia – ya no somos los católicos – lo que ha (hemos) sido. Hoy somos una minoría, grande por comparación con otras minorías, pero minoría al fin y al cabo. Y es sano ser conscientes de ello.

¿Debemos perder el sosiego, la serenidad? Creo que no. Debemos – podemos – re-situarnos a base de convicciones claras y tenacidad.

Una convicción es una idea a la que uno está fuertemente adherido. Y los cristianos tenemos convicciones. La fe no es un solo un “sentimiento”; es una convicción, una idea. Un acto del entendimiento y, a la vez, una intención de hacer algo. Creer, si somos católicos, supone una visión global del mundo y un fundamento para un imperativo ético, para un modo de actuar.

Y esa convicción ha de ser “clara”; es decir, ha de distinguirse sin enorme dificultad de otras convicciones, y ha de ser, en lo posible, nítida. No puede ser que no sepamos muy bien en qué consiste ser católicos. No puede ser que alguien se llame “católico” en medio de la confusión sobre cuál es el contenido de la fe, cuál la línea moral que se ha de seguir, cuál el modo de orar y cuál la forma concreta de culto que es agradable a Dios.

Y en orden a esta necesaria clarificación no cabe pedirles a los que no son Iglesia que tracen nuestra identidad. ¿De dónde brota esta identidad? Brota de la revelación divina, que tiene su centro en Cristo, atestiguado en la Sagrada Escritura interpretada en el contexto de la Tradición. Y, en caso de duda, la palabra última le corresponde, de acuerdo con la Escritura y con la Tradición, al Magisterio de la Iglesia.

En este objetivo hay que trabajar enormemente. Podemos seguir engañándonos – y pretender engañar a otros – expandiendo hasta el infinito el calificativo de “católico”. No es “católico”, sin más, quien, por costumbre, ha recibido el Bautismo. No lo es, plenamente, si esa incorporación inicial a la Iglesia no va acompañada de la profesión de fe, de la coherencia moral – pese a los pecados - , de la persistencia en la oración y de la participación en la vida litúrgica.

No hay tantos católicos como se suele decir, pero hay más de los que se piensa. Y los que sean católicos – no perfectos, pero sí católicos – han de ser “tenaces”: Firmes, porfiados y constantes a la hora de reivindicar su identidad. Sin plegarse a las modas ni a las convenciones.

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28.06.14

San Pedro y San Pablo

“Estos son los que, mientras estuvieron en la tierra con su sangre, plantaron la Iglesia: bebieron el cáliz del Señor y lograron ser amigos de Dios”, dice la liturgia en la solemnidad de San Pedro y San Pablo.

Ambos fueron (son) fundamento de nuestra fe cristiana, columnas de la Iglesia. Como ha dicho Benedicto XVI: “La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo”.

Y en esta celebración conjunta tenemos un primer símbolo. Pedro y Pablo, como unos nuevos Rómulo y Remo, aunque ya no legendarios, sino reales ponen las bases de la familia de Jesús, de una comunidad de hermanos. “Pedro, el apóstol, y Pablo, el doctor de las gentes, nos enseñaron tu ley, Señor”, dice también la liturgia. Ya no son Caín y Abel, signos de una creación dañada por el pecado, sino de una nueva creación que encuentra su comienzo en la Iglesia de Cristo.

Un segundo símbolo es la roca, la piedra. Simón, al confesar la fe, pasa a ser Pedro, roca: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”. Esta roca-fundamento tiene como razón última no la carne y la sangre, sino la gracia de Dios. Cuando Pedro se resiste a la acción de la gracia, cuando consiente que en él primen la carne y la sangre, deja de ser roca-fundamento para convertirse en “piedra de escándalo”: “Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo”. La fortaleza de la roca no depende de las fuerzas humanas, sino de la docilidad al Espíritu Santo.

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25.06.14

Baja natalidad y crisis de confianza

En España nacen muy pocos niños. Muchos, aunque concebidos, no llegan a nacer porque son abortados. Y no son ni uno ni dos – ¡ya sería grave! -. No, son más de cien mil cada año.

Este dato, la caída de la natalidad, es un síntoma evidente de una crisis de confianza. No es posible vivir sin un mínimo de confianza, de esperanza, de seguridad.

En las cuestiones claves de la existencia humana no es fácil proporcionar “evidencias”, pruebas irrefutables o garantías que vayan más allá de toda duda.

En las relaciones humanas, las “evidencias” son pocas y secundarias. Muy pocas cosas se pueden “probar”. Y, siempre, y en todo, es necesaria la confianza, la fe.

Es necesario confiar para conocer. Es necesario confiar para preferir. Y lo es, asimismo, para recordar.

No veo que pueda ser posible el futuro sin confianza. Es verdad que la situación económica, social y política que nos ha tocado padecer no infunde muchos ánimos. Es verdad.

Pero, a mi modo de ver, también es cierto que en los años 60 o 70, en España, tampoco las condiciones eran óptimas. Pero, en el año en que yo nací, 1966, nacieron muchos niños.

Esperar una situación ideal para tener hijos es esperar lo imposible. Lo ideal no llega nunca. Lo ideal es lo perfecto y casi nada es perfecto.

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23.06.14

Ni Concordato ni privilegios

En España no está vigente ningún “Concordato”, ningún tratado o convenio global entre el Estado y la Santa Sede. Sí están vigentes unos “Acuerdos Internacionales” sobre algunos asuntos parciales: sobre asuntos jurídicos, sobre enseñanza y asuntos culturales, sobre asistencia religiosa a las fuerzas armadas y sobre asuntos económicos. Estos “Acuerdos” datan de 1979.

¿Cuál es la “filosofía” que subyace en estos “Acuerdos”?

Por parte de la Iglesia Católica, de manera muy clara, la doctrina expresada en el Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral “Gaudium et spes”: “La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo” (GS 76).

Es un texto muy interesante, del que se pueden destacar los siguientes conceptos: “independencia”, “autonomía” y “cooperación”, o colaboración, siempre sin prescindir de las circunstancias históricas.

Algunos parecen pensar que la Iglesia ha nacido en España, vive (solo) en España y configura (solo) su régimen jurídico y sus acuerdos con los Estados pensando (solo) en España. Es una exageración. La Iglesia es Católica, universal. Y su opción por la independencia, autonomía y colaboración vale, teniendo en cuenta la concreción de lugares y tiempos, para todos los Estados.

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21.06.14

Aconfesionalidad, laicidad y religión

Yo no tengo nada en contra del rey Felipe ni de su consorte, la reina Letizia. Más bien me inspiran simpatía porque emprenden una tarea – ser reyes de España – en un momento muy difícil en el que, hagan lo que hagan, van a ser criticados por todos o por casi todos.

Si, siguiendo los trámites legales, en el futuro se optase por una República, habría que aceptarlo. Portugal, Italia e Irlanda - tres países de gran tradición católica - son repúblicas. Inglaterra, Suecia y Noruega son monarquías.

Lo que no me parece tan normal es la ambivalencia, la incoherencia, con la que, en nuestro país, se aborda la relación entre religión y vida pública. Me parece que se enfoca esa relación de un modo demente y absurdo.

El Estado es aconfesional, de acuerdo. Es un hecho. ¿Y qué significa que el Estado es aconfesional? Significa solo una cosa: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal” (Constitución española, art. 16,3). Es una opción, entre otras posibles. Porque nadie ha dicho que, lo contrario, un Estado confesional, tenga que ser no democrático. Pensemos en el Reino Unido, por ejemplo.

Pero un Estado aconfesional como el nuestro es, al mismo tiempo, un Estado garantista de los derechos humanos, entre los cuales – y no en último lugar – figura la libertad religiosa: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley” (Constitución española, art. 16,1).

O sea, en España todos – hasta el Rey – tenemos libertad religiosa y de culto. Casi sin limitaciones – o solo con las necesarias para mantener el orden público - .

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