Estamos a la espera de lo que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X conteste a la oferta del papa Benedicto XVI. Han de suscribir, parece, un preámbulo doctrinal y han de llegar a un acuerdo sobre su regularización canónica.
Sobre este tema surgen, inevitablemente, esperanzas, dudas y también preguntas. No creo que hacerme eco de alguna de algunas de ellas interfiera negativamente en un proceso de unión que, de llegar a término, sería muy bueno para la FSSPX y también para el conjunto de la Iglesia.
Surgen esperanzas. Mons. Lefebvre y sus seguidores no han querido nunca dejar de formar parte de la Iglesia. Han querido y quieren ser miembros de la Iglesia Católica. La misma excomunión que se produjo en su día, por ordenar obispos sin mandato pontificio, no les ha llevado – a él y a los obispos consagrados – a elegir a otro papa ni a declarar vacante la sede de Pedro.
El mero hecho de que la FSSPX mantenga un contacto permanente con el Vaticano habla en el mismo sentido. Hay, sin duda, por ambas partes, un deseo y una voluntad de cerrar una herida que no beneficia en nada a la Fraternidad y que tampoco es buena para el conjunto de la Iglesia.
Surgen dudas. En cierto modo las mismas que, desde el comienzo, han acompañado esa andadura. Si yo no estoy mal informado, que puedo estarlo en este asunto, a Mons. Lefebvre le preocupaban, sobre todo, tres cosas: preservar la Misa de San Pío V, preservar la concepción que él tenía del sacerdocio católico y garantizar la continuidad de la Tradición.
El problema de la Misa está ya resuelto. No únicamente para los que formen parte de la Fraternidad sino para todos, más allá de las dificultades que pueda haber en la práctica. No solo el modo de celebrar la Misa, sino toda la liturgia vigente antes de la aprobación de los nuevos libros litúrgicos es ya – con pequeños matices - un derecho de todo fiel.
¿El sacerdocio? Si la FSSPX obtiene un reconocimiento canónico, no entramos ahora en cuál pueda ser, podrá ordenar a nuevos sacerdotes y podrá formarlos, más o menos, como ha venido haciéndolo hasta ahora.
¿La Tradición? Es probable que se le permita a la Fraternidad hacer una interpretación del concilio Vaticano II y del magisterio posterior que incida, sobre todo, en la continuidad con el magisterio precedente y que cuestione, si es el caso, las formulaciones más recientes. Es decir, que plantee si hay puntos menos claros o modos más adecuados de exponer la doctrina católica.
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