Mons. Novell anticipa lo que va a ser general en menos de nada
He leído en este mismo portal que el obispo de Solsona, Mons. Novell, “pide a sus sacerdotes que dejen de celebrar las Misas a las que apenas acuden fieles”. ¿Las razones? Parecen de sentido común: “Esta diócesis tiene unos setenta párrocos en activo, con una media de 72 años, que se hacen cargo de 174 iglesias, muchas de las cuales son pequeñas”.
Es decir, el obispo de Solsona toma nota de la realidad – con la que se encuentra, que él no ha creado - e intenta responder, de modo razonable, a los desafíos que la situación plantea. No es poco mérito. Si un padre o madre de familia, pongamos por caso, pasa de ganar 3.000 euros al mes a ganar 700 pensará, sí, cómo volver a ganar 3.000 euros, pero pensará, ante todo, cómo administrar los 700.
El baremo que fija el obispo es verdaderamente “mínimo”: dejar de celebrar la Misa “en las parroquias con menos de 12 asistentes”. Igualmente, señala que “se supriman las misas poco concurridas en las iglesias que celebran más de una Eucaristía cada domingo". Y observa que “no es humano pedir a párrocos de más de 80 años que vayan a los pueblos a Misa con pocos asistentes".
No faltará quien venga a recordar lo que todos sabemos: que hay Misa válida y santa y fructífera con un solo fiel que asista, o incluso sin ningún asistente. Siempre está toda la Iglesia. Muchas veces a mí me ha tocado celebrar la Misa sin asistencia de más fieles y jamás he dudado de su valor. Pero no es eso lo que está en discusión. De lo que se trata aquí es de la responsabilidad de un obispo diocesano que ha de hacer compatibles las necesidades de los fieles y el número de sacerdotes realmente disponibles para atenderlas.
Sin embargo, si lo pensamos a fondo, el problema no es el descenso del número de sacerdotes. La dificultad seria, objetiva, innegable, es el descenso del número de fieles cristianos – entendámonos: también el sacerdote es un fiel cristiano - . No han descendido, proporcionalmente, ni los sacerdotes ni las vocaciones. Han descendido los católicos. Hay menos católicos y muchos menos católicos practicantes.
El esquema vigente en España, basado en una correspondencia casi automática entre el número de habitantes de un pueblo o de una ciudad y el número de fieles, es, a día de hoy, una farsa. En muchas diócesis, las parroquias contribuyen económicamente al sostenimiento del obispado no en función de los católicos que van a la iglesia, sino en función del número de personas que habitan un territorio.