La paciencia de Dios

Homilía para el Domingo XVI del tiempo ordinario (ciclo A)

Dios se revela como moderado, indulgente, dando lugar tras el pecado al arrepentimiento: “Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres” (Sab 12,18). El poder de Dios se relaciona en este texto con su clemencia y con nuestra esperanza: “diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento” (Sab 12,19).

Santo Tomás de Aquino señala, en un Comentario de la Epístola a los Efesios, cuatro razones de la misericordia divina en relación con nosotros: Dios nos dio el ser; nos hizo a imagen suya y capaces de su felicidad; reparó la quiebra del hombre corrompido por el pecado y entregó a su propio Hijo para que nos salváramos. El poder que manifiesta su obra creadora y redentora expresa, asimismo, su clemencia y misericordia, su “excesivo amor” (Ef 2,4).

La paciencia de Dios sabe esperar el momento de la siega para separar el trigo de la cizaña (cf Mt 13,24-30). Junto a la buena semilla que Cristo planta en el campo del mundo crece también la cizaña. La paciencia de Dios permite incluso actuar a su enemigo, que siembra la cizaña en medio del trigo. Nuestro papel es atajar, en la medida de lo posible, la cizaña pero sin usurpar el papel de Dios. Solo a Él le corresponde el juicio definitivo, no a nosotros.

La comunidad cristiana no es ni puede ser una secta de puros y de iluminados. Esa tentación sectaria, proclive a un ascetismo extremo, no ha estado nunca ausente del todo en la historia del cristianismo. La preocupación de cada uno de nosotros ha de ser dar buen fruto, ser buen trigo, apartando de nuestro corazón todo lo que pueda ser cizaña, sabiendo esperar nuestra propia conversión y la conversión de los otros.

La Iglesia es santa, porque está unida a Cristo y es santificada por Él, aunque en sus miembros – en nosotros que aún peregrinamos por este mundo - esta santidad esté todavía por alcanzar. No podemos, pues, extrañarnos de que la Iglesia abrace en su seno a los pecadores: “En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos” (Catecismo 827).

La presencia del mal en el mundo y en el interior de la Iglesia no ha de llevarnos a dudar de la eficacia del Evangelio, sino a esperar y a confiar en el poder de Dios. No todo tenemos que hacerlo nosotros con nuestras solas fuerzas. Nosotros debemos hacer lo que podamos sabiendo que todo, al final, está en manos de Dios; que a Él, en última instancia, le corresponde establecer la justicia.

San Pablo en la Carta a los Romanos dice que “los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará” (Rom 8,18). Debemos permanecer unidos a Cristo y ejercitar, como Él, la paciencia (cf Rom 3,25-26). San Gregorio Magno enseña que la virtud de la paciencia “es la raíz y defensa de todas las virtudes”: “La paciencia consiste en tolerar los males ajenos con ánimo tranquilo, y en no tener ningún resentimiento con el que nos los causa”.

Que Dios, rico en misericordia, nos dé su gracia para que en nuestras vidas la semilla del Evangelio fructifique de modo abundante y que nos otorgue también los dones de la paciencia y de la esperanza.

Guillermo Juan Morado.

8 comentarios

  
Norberto
Tomado de la primera lectura:

...tú enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.

La gracia del arrepentimiento queda esperando ser puesta en acción, sin embargo, ahí está la posibilidad de vivir en esperanza.
16/07/11 1:33 PM
  
Maricruz Tasies
Me ha servido de recordatorio y feliz consuelo su homilía, padre. Gracias,

GJM. De nada.
16/07/11 1:43 PM
  
Yolanda
Sí, consuela saber, cuando en la Iglesia se ven males internos, que Dios es más paciente que nosotros, que Dios cuenta con nuestra imperfección, individual e institucional,y que, pese a eso, asiste a su Iglesia.

feliz día de Nuestra Señora del Carmen!
16/07/11 3:09 PM
  
rastri
-Para quien pueda enterlo:


-La paciencia de Dios es, puedría ser infinita.

-El pecado que como atentado contra Dios tuvo y tiene un principio limitado, donde solo Dios sabe su fin; Nunca podrá ser tan grande como lo es el infinito Dios que no tiene principio ni fin que se pueda medir y que se pueda definir, otro que Dios.

El Principio del Movimiento Continuo o Control de la Energía Libre Ilimitada, entre otras cosas, dice de la esencia de Dios -vida que es gracia divina sometida y mancillada-. Que por mucho que ésta sea sometida y sofocada a ser libre negativa: ésta -la gracia divina convertida en pacado- es de carácter liberalizadora. Lo que quiere decir que el pecado contra Dios no puede ser infinito tal como lo es Dios

-La pacienciencia de Dios es infinita sí. Pero por amor a sus elegidos la paciencia de Dios es limitada; Como sus elegidos son limitados.

-Y si como así está escrito: Solo Dios sabe del día y la hora, porque este saber y actuar es asunto propio de Él. Dios, para quien tiene ojos para ver: deja ver y comprender, el cómo será el fin de su paciencia. Y visto y comprendido esto cabe acercarse, más que otros, al día y la hora.

16/07/11 3:38 PM
  
Carolina
“La Iglesia es santa, porque está unida a Cristo y es santificada por él, aunque en sus miembros -en nosotros que aún peregrinamos por este mundo-esta santidad está todavía por alcanzar. No podemos, pues extrañarnos de que la Iglesia abrace en su seno a pecadores.”
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En el Evangelio vemos numerosos ejemplos de cómo Jesús se acercaba y amaba a los que habían tomado decisiones erróneas o habían llevado una vida equivocada; una vez que se reconoce esa equivocación, el mensaje de la Salvación penetra mejor. Jesús fue criticado por sus coetáneos por acercarse a estas personas y respondió a los que se tenían por justos: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.”(Mt 9,11-139)
Lo dice Aquél que padeció y murió en la Cruz por nuestros pecados. Por su parte, Dios, que es inmutable, padece en su bondad, porque nos ha creado a su imagen y semejanza con el único fin de ser felices y poder compartir con Él ese gozo en el Cielo. Pero, al mismo tiempo que nos ha dado su Amor, la Salvación a través de su Hijo, también nos ha ofrecido libertad.
Dios envió al mundo a su Hijo no para juzgarnos, sino para salvarnos. Debido a que hay una previa libertad, también se nos ofrece una opcional salvación, una opcional posibilidad de ser santos, que podría ser una mera utopía debido a nuestra fragilidad humana, sino fuera por su misericordia infinita.”Su misericordia es eterna, sin límites en el tiempo; es inmensa , sin fronteras de lugar ni espacio; es universal, para los grandes y para los pequeños; no tiene medida, es amplia, abundante, generosa; abarca todas las pobres necesidades de los hombres(…)Dios acostumbra a dar más de lo que se le pide, dice San Jerónimo .Lleguémonos confiados al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia, nos recuerda San Pablo. Tú arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados, Señor, grita Miqueas.” Los defectos de los santos, J. Urteaga
No debemos vivir obsesionados con el concepto de “santidad”; debemos vivir tratanto a Cristo con la mayor cercanía y confianza posible. Los santos siempre se tuvieron por pecadores, a la vez que se sentían necesitados de perdón. Solos no podemos remontar las caídas, como tampoco los santos pudieron. Tenemos que amar a ese ¨Tú” que nos sostiene, el que nos da seguridad de que podemos abandonarnos plenamente en sus brazos, porque Él es el centro de nuestra vida. Santidad no es un éxito del hombre, sino un don que otorga la bondad de Dios, aunque sí es cierto que el santo tiene el “mérito” de que se ha dejado guiar con docilidad y mansedumbre por el Espíritu Santo y se ha abandonado plenamente en Dios, en el que encuentra sentido a cada suceso de su vida.”Vivo yo, pero no soy yo”,decía San Agustín.
Cuando surge en nosotros la conciencia de haber pecado, ya el Espíritu Santo está actuando e iluminándonos el camino a seguir. “No perdáis la calma; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias y me voy a prepararos sitio.”(Jn 14, 1-3). Y si carecemos de la luz necesaria para comprender estas palabras rebosantes de esperanza, Jesús nos vuelve a insistir en la parábola del sembrador. Dios ha sembrado en nuestro interior una semilla que va creciendo gracias al Espíritu Santo. Pero para ser merecedores de este don hay que amar a Dios sobre todas las cosas, lo cual no es un fracaso, como tampoco lo fue la muerte de su Hijo en la Cruz. Ambas son dos victorias eternas.
16/07/11 9:47 PM
  
César Fuentes
No debemos vivir obsesionados con el concepto de “santidad”; debemos vivir tratanto a Cristo con la mayor cercanía y confianza posible. Los santos siempre se tuvieron por pecadores, a la vez que se sentían necesitados de perdón.
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Y tanto que sí. Ahí tenemos a Jean Marie Vianney, que se quería retirar para llorar su "pobre vida". Un santo no es consciente de tal cosa. También me acuerdo del monje del film "Ostrov", un santo que lloraba a solas sus pecados a Jesús. Buena película, por cierto.
17/07/11 2:48 AM
  
ISA ALE
Agradezco profundamente a PADRE DIOS, por haber permitido encontrar esta hermosa reflexión, no conocía esta pág. o dirección, y aprovecho P. Guillermo para pedirle me ayude con su oración por la virtud de la PACIENCIA, para con todos los que me rodean y sobretodo para conmigo misma..
Gracia y que la Santísima Vírgen María le siga llenando de Bendiciones.

GJM. Muchas gracias!
17/07/11 4:12 PM
  
Longinos
Me ha gustado mucho la reflexión. A veces nos escandalizamos de los males que vemos, la predicación de doctrinas heréticas por personas que se dicen católicos, etc. Creo que el artículo me clara mucho con esta frase: "Nosotros debemos hacer lo que podamos sabiendo que todo, al final, está en manos de Dios; que a Él, en última instancia, le corresponde establecer la justicia". No es que nos quedemos parados, no, tenemos que luchar contra la cizaña (y por cierto, sobre todo y primero, contra la nuestra propia), pero sabiendo que Dios hará justicia al final. Con paciencia, que significa también no rebelarse ante esto que Jesús ya dijo que pasaría. Es voluntad suya que lo soportemos, esa paciencia también dará frutos.

Un abrazo en Cristo y muchas gracias


GJM. Gracias a usted, por su lectura y comentario.
17/07/11 4:15 PM

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