Platanito
Platanito tiene nombre propio y su muerte ha sido objeto de comentarios en los medios de comunicación social. Platanito es el toro lanceado por un caballista en una fiesta medieval que celebran cada año en Tordesillas.
Algunas personas se manifestaron para impedir este triste final. Otros, sin embargo, apelaban a la vigencia de las tradiciones. Los políticos se dedicaron a lanzar balones fuera: el sacrificio de Platanito se celebró sin “ninguna polémica”, decía la alcaldesa. Los parlamentarios “taurinos” se desmarcaban del asunto y la Ministra de Medio Ambiente aludía a las competencias: “No pidan que abordemos soluciones a temas competenciales que hemos transferido".
Los defensores de Platanito invocaban valores morales: La sociedad “debe aspirar a una mayor conciencia y respeto por otros seres vivos”. En base a la moral se juzgan incluso las tradiciones: “Un país como España no debe mantener tradiciones tan crueles como esta”.
Hasta el arzobispo de Valladolid fue consultado. Una asociación nacional de defensa de los animales se dirigió hace unos días al prelado solicitando que condenase la celebración de ese espectáculo. Se basaban, en la petición, en un número del Catecismo de la Iglesia Católica y afeaban, como impropio de la moral cristiana, tal maltrato.
Casi a la vez hemos tenido noticia de que, en 2009, se practicaron en España “sólo” 112.000 abortos. Una buena nueva que el Gobierno daba con gran regocijo. Los seres vivos abortados – en eso, en que son “seres vivos”, coincidimos todos – no tienen nombre propio. No son ejecutados en conformidad con ninguna tradición. Pero, aun así, no se ha rasgado ninguna vestidura ni se ha afeado la imagen de España por permitir, con todos los respaldos legales, esa eliminación de tantos seres vivos.