La “autobiografía” secreta del Padre Pío
Francesco Castelli, “La ‘autobiografía’ secreta del Padre Pío. La investigación del Santo Oficio”, Ed. Palabra, Colección Arcaduz, Madrid 2010, 315 páginas, 18,00 euros.
Francesco Castelli es un sacerdote especializado en Historia. Trabaja en la Postulación para la causa de beatificación del Papa Juan Pablo II. Enseña Historia de la Iglesia Moderna en un Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Taranto.
Este libro, “La ‘autobiografía’ secreta del Padre Pío. La investigación del Santo Oficio”, prologado por Vittorio Messori, tiene la originalidad de dar a conocer el “Voto”, el informe, que Mons. Raffaello Carlo Rossi realizó sobre el Padre Pío en 1921, por encargo del Santo Oficio (la actual Congregación para la Doctrina de la Fe). El libro está articulado en tres partes. La primera, “Un nuevo punto de partida”, proporciona las claves para comprender ese informe. La segunda parte, “Voto”, recoge el texto de la detallada investigación de Mons. Rossi. La tercera parte, “Profundizaciones”, proporciona más amplios conocimientos sobre la persona del investigador – el obispo Rossi – y del investigado – el Padre Pío -.
El acceso libre a los archivos del Santo Oficio hasta 1939, que Benedicto XVI ha permitido, ha hecho posible examinar los documentos que se conservan sobre San Pío de Pietralcina. Entre ellos, sobresale el mencionado “Voto”.
En 1921, San Pío tenía treinta y cuatro años. Se había extendido por todas partes su fama de santidad y, a la vez, ciertas sospechas sobre la autenticidad de la misma. Fenómenos extraordinarios como los estigmas, el perfume que en ocasiones exhalaba su presencia o el extraño hecho de que llegase a alcanzar una temperatura corporal de 48 grados, hacía aconsejable una investigación por parte de la autoridad de la Iglesia.
Mons. Raffaello Carlo Rossi cumplió su misión con un celo ejemplar y con una evidente voluntad de objetividad: “yo acudí – escribe en el “Voto"- a San Giovanni Rotondo con el ánimo resuelto, con el deber de hacer una investigación absolutamente objetiva, pero a la vez con una verdadera prevención personal contra todo lo que se narraba del Padre Pío. Hoy no soy un… convertido, un admirador del Padre, absolutamente no”. Y añade: “pero, obligación de conciencia, debo decir que ante algunos hechos no he podido permanecer en la ‘personal’ prevención contraria, aunque nada externamente haya manifestado” (p. 126-127).

Los calendarios representan el paso de los días, agrupándolos en unidades superiores como semanas, meses o años. Están ahí, delante de nosotros, como notarios que registran el transcurrir del tiempo. Son, quizá, testigos incómodos porque, si los repasamos, nos damos cuenta del número de horas invertidas en nada o en casi nada.
La pregunta no es baladí. Da la sensación de que no la hay. No porque la autoridad no ejerza su papel, que lo ejerce. Y basta leer lo que dicen los papas para corroborarlo. El problema radica, más bien, en que, por la “izquierda” y no menos venenosamente por la “derecha", se tiende a impugnar, a reducir, a limitar hasta la insignificancia, la enseñanza del magisterio eclesiástico. Al final, es magisterio lo que a mí me gusta. Lo que no, no lo es.
En un penal del Estado de Virgina, ha sido ejecutada Teresa Lewis. En su contra, haber organizado el asesinato de su marido y de su hijastro, con la finalidad de cobrar el seguro de vida de ambos. Que sea una mujer me parece irrelevante. Un asesinato es un asesinato, sea perpetrado por un hombre o por una mujer.
Homilía para el XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)












