El lunes comienza
El lunes, 16 de marzo, comienza la novena de oración por la vida, en preparación de la solemnidad de la Anunciación del Señor, que se celebra – como es sabido – el 25 de marzo. Siempre es necesario rezar por la vida, pero este año esta necesidad reviste un carácter de urgencia. Se está “gestando” una nueva ley que, lamentablemente, no apuesta por la vida, sino por la muerte; no apuesta por el amor, sino por la destrucción del otro; no apuesta, tampoco, por la justicia, sino por la injusticia máxima de privar, con pretextos de diversa índole, al no nacido del derecho fundamental a vivir.
Los Obispos españoles han señalado, en este sentido, una prioridad: declarando el presente año, 2009, como Año de Oración por la Vida. Difícilmente existe algo más contrario al amor – resumen y esencia del Evangelio – que el aborto. El amor, si es auténtico, crea y nunca destruye. Lo explica muy bien Josef Pieper en un bello ensayo sobre “El amor” (Madrid 1972). Cita, por ejemplo, un texto de Ortega: “Amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que dependa de uno, la posibilidad de un universo donde aquel objeto esté ausente”, “estarle continuamente deseando vida, en lo que de nosotros depende, intencionalmente".
Si amamos la música, “en lo de que nosotros depende” no desearíamos un mundo en completo silencio o en extremo ruido. Si pudiésemos elegir, si estuviese en nuestra mano, ¿cómo íbamos a optar por prescindir de la música de Mozart? O en el campo de la pintura, ¿quién sería el insensato que apostase por la no existencia de la Capilla Sixtina? Si esto lo podemos decir con respecto a la música o a la pintura, ¿qué nos cabe pensar en relación con la vida de un ser humano que ningún mal ha hecho y que llama a las puertas del mundo?

El templo de Jerusalén contaba con un edificio sagrado, el santuario, y con grandes atrios. En los atrios se realizaban diferentes actividades; no así en el santuario, que era un espacio sagrado al que no todos tenían acceso. El santuario incluía dos partes: el Santo y el Santo de los Santos. En el Santo sólo podían entrar los sacerdotes, y en el Santo de los Santos sólo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año.
Hoy me comentaba un párroco que, en la próxima reunión de arciprestes, tratarían sobre “las celebraciones en ausencia de presbítero”. Mi respuesta fue inmediata: “Deben ir pensando en las celebraciones en ausencia de fieles”. Creo que ése es el problema, la ausencia de fieles. Un problema difícil de reconocer, pero real. Algo similar sucede cuando se habla, ahora que nos acercamos al día del Seminario, de la crisis de vocaciones al sacerdocio. No hay crisis de vocaciones sacerdotales; hay crisis de fe. Posiblemente nos encontremos en una etapa de la historia con uno de los mejores porcentajes de vocacionados al ministerio pastoral en relación al número total de jóvenes practicantes. Cada seminarista es un milagro, porque surge, literalmente, de la nada. Quien no quiera creerme que cuente el número de jóvenes, de menores de sesenta años, pongamos por caso, que acuden a la Misa dominical.
Indico el elenco de las 20 catequesis que Benedicto XVI ha dedicado a la figura y al pensamiento de San Pablo (fácilmente accesibles en vatican.va):
“Banalizar” una cosa es convertirla en trivial, en común, en insustancial. El Ministerio de Igualdad, secundando las prioridades del Gobierno, se ha empeñado, buscando el asesoramiento conveniente a sus propósitos, en banalizar el aborto. Abortar es fácil. Abortar es seguro. Abortar es sensato.












