Una experiencia enriquecedora: Director de un Instituto Teológico

Estoy ya “en funciones” en el cargo de director del Instituto Teológico de Vigo, afiliado a la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de Salamanca. Han sido seis años, dos trienios – ya que se elige al director cada tres años – , muy interesantes. No era conveniente ni deseable un tercer trienio – que ya tendría carácter excepcional - . Yo apuesto por lo “ordinario”, en el mejor sentido del término. Y no es bueno que un Centro se identifique con una persona.

Dentro de la defensa de lo “ordinario”, está mi apuesta por mantener, siempre que sea viable, el Seminario en la Diócesis. A veces no cabe hacerlo y hay otras alternativas: un Seminario interdiocesano, regional o nacional. No son malas opciones. Pero lo mejor es, si se puede, esforzarse por mantener el Seminario en la Diócesis.

Y, si hay Seminario, ha de haber un Centro de Estudios – normalmente un Instituto Teológico, afiliado a una Facultad de Teología - , para que los cursos estén convenientemente respaldados académicamente a fin de que los egresados cuenten con la titulación adecuada.

Seminario e Instituto Teológico suponen un enorme esfuerzo para una diócesis, pero creo que el esfuerzo compensa. Significa, contar con esas instituciones, la necesidad de estar continuamente apostando por el futuro. Significa vivir de la fe. Supone tener un lugar de referencia para todo aquello que tiene que ver con algo no opcional, sino esencial: la formación teológica.

Si hay Centro de Estudios – uno en esta expresión el Seminario y el Instituto Teológico – habrá que:

  1. Intentar que haya sacerdotes que se especialicen en las diversas ramas de los estudios eclesiásticos: Filosofía, Teología, Derecho canónico…
  2. Ofrecer a los sacerdotes y a los laicos cursos académicos de calidad para que puedan avanzar en la reflexión sobre la fe.
  3. Abrir un espacio de diálogo entre fe y cultura, entre saberes seculares y saberes que provienen de la fe.

Un Centro de Estudios, con más o menos alumnos, pero con buenos profesores, es una instancia misionera muy valiosa. Y la luz que proviene de ahí abarca a los candidatos al sacerdocio, a los ya sacerdotes, a los fieles laicos y a la sociedad en general.

En estos seis años no han faltado los trabajos: Los informes para la renovación de la afiliación – que ha de conceder la Santa Sede -; la adaptación de los estudios al Plan de Bolonia; la evaluación interna y externa del Centro; la renovación del Plan de Estudios, a fin de aplicar el Decreto de la Santa Sede sobre los estudios de Filosofía, etc.

También nos ha tocado elaborar planes de Formación teológica para sacerdotes y un Aula de Teología para laicos.

Y no es menor esfuerzo hacernos presentes en la prensa local, cada vez que los medios piden una palabra que pueda tener que ver con la Teología, que interesa menos de lo que nos gustaría a los que nos dedicamos a enseñar, pero más de lo que pensamos.

En mi caso, haber desempeñado ese cargo ha sido un honor. Por el apoyo de los obispos – D. José Diéguez y D. Luis Quinteiro - ; por la buena relación con la Facultad de Teología de la UPSA; por la armonía existente entre los profesores del Centro. Y, no en último lugar, por nuestros alumnos.

Parece que son pocos los alumnos, pero si se revisa la historia de la Diócesis, en los últimos años no han faltado sacerdotes, uno o dos cada año, que han sido ordenados habiendo obtenido antes el correspondiente título académico: Bachillerato en Teología y, civilmente, Grado en Estudios Eclesiásticos. En un marco temporal  de 20 o 25 años, serán una parte muy importante del presbiterio diocesano.

Y si hay un Centro de Estudios, hay al menos una revista y otras publicaciones.

Si no es posible, nada. Si lo es, y mientras lo sea, hay que apoyarlo con fuerza.

Guillermo Juan Morado.

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Mientras no sea oficial, no puedo decir quién será, previsiblemente, el nuevo director. Pero mejorará mucho las cosas. Por su inteligencia y su capacidad. Más que probadas.

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