Cosas del blog

Hace poco más de una semana hablaba con un buen amigo que es, a la vez, uno de los bloggers más leídos de todo este peculiar mundo virtual. Me decía él – y yo comprendí que era como si Napoleón le dirigiese unas palabras de ánimo a un soldado novato – que estaba gratamente sorprendido por la evolución de mi blog: “Hay muchos comentarios”; “hay una gran fidelidad de los comentaristas”; “es una verdadera parroquia virtual”.

Sea como sea, no pude negar nada. Decía, él, la verdad. Este blog ha sido, lo es aún, “exitoso”. En el sentido de que – los visitantes - entran y salen, leen y comentan. Y, en general, valoran mucho lo que se escribe. Ya sé yo que no es para tanto, pero como la gratitud y la correspondencia no son las monedas de cambio más habituales, uno se siente especialmente agradecido.

Hacia finales de Junio, por razones más que justificadas, aunque no del todo públicas, decidí concederme un descanso. Por un mes o por dos. Yo pensaba que, tras ese paréntesis, todo, o casi, se iba a diluir en la nada, como un azucarillo se deshace en una taza de café caliente. No ha sido así. El último post en el que se admitían comentarios – del 28 de Junio – ha alcanzado, en estos momentos, la insólita cifra de 568.

Todo esto provoca en mí un sentimiento de agradecimiento. Ni puedo prometer ni prometo nada. Hay, en la vida, múltiples obligaciones. Para mí el blog ha sido, y es, una ocupación grata, pero ocupación al fin y al cabo. Una entre muchas.

Los textos homiléticos que he ido publicando han tenido, aun sin comentarios, una muy buena acogida. No es de extrañar: el Evangelio interesa. Y una homilía, mejor o peor construida, constituye un comentario del Evangelio, una concreción de la Buena Noticia que Dios ha dado en Jesucristo.

Sólo quería, con este post, agradecer tanta fidelidad. Septiembre dirá hasta dónde es posible abarcar. Espero que me permita continuar con esta tarea.

Un saludo muy cordial a todos,

Guillermo Juan Morado.

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