Sin Dios, el hombre no tiene futuro (por Mons. Demetrio Fernández)
Se quiere construir una sociedad sin Dios, y sin Dios el hombre no tiene futuro. Dios es el futuro de nuestra vida, a nivel personal y a nivel social. Si quitamos a Dios de la existencia humana, el hombre se queda sin horizonte. El hombre sin Dios queda amputado en una de sus principales dimensiones, la dimensión religiosa. Esta dimensión religiosa del hombre no se reduce a la esfera privada de la conciencia, sino que por la propia naturaleza humana tiende a expresarse y a vivirse en sociedad.
Dios no es enemigo del hombre. Dios no estorba para el progreso y para la felicidad del hombre. Dios ha sido y seguirá siendo el principal factor de transformación de la sociedad, de respeto al ser humano, de promoción de sus derechos, de fomento de la convivencia. La religión no ha sido, como tantas veces se nos quiere hacer ver, la causa de los enfrentamientos a lo largo de la historia. Cuando el hombre deja de ser religioso, no por eso cesan las guerras y las ambiciones, sino que por el contrario se multiplican. La historia demuestra que cuando el hombre se acerca a Dios, se hace más capaz de crear una convivencia pacífica entre todos.
Oímos continuamente proclamas en contra de Dios y de la religión, y al hacer estas proclamas, se sueña con un progreso que traerá la paz y la felicidad para todos. Pero junto a estas proclamas y como una consecuencia de las mismas, se anuncia el aborto sin medida, la eutanasia legalizada y otros “progresos” que no respetan los derechos fundamentales del hombre.

La Iglesia Católica defiende la sana laicidad, que nada tiene que ver con la confesionalidad del Estado ni tampoco con el laicismo radical y excluyente que, de forma diáfana o con ciertos camuflajes, se presenta actualmente en España, y también en otros países de tradición y mayoría cristiana.
Con el nombre de Educación para la Ciudadanía estableció la Ley Orgánica de Educación del año 2006 una nueva asignatura obligatoria para todos los alumnos de educación primaria, secundaria y bachillerato. En el Preámbulo de dicha Ley se concede a esta enseñanza un lugar muy destacado en el conjunto de las actividades educativas y se le asigna la finalidad de ofrecer a todos los alumnos un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los Tratados internacionales sobre derechos humanos, así como de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática.
Queridos diocesanos:
El pasado viernes celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús y, seguidamente, nos hemos introducido en el mes de junio, tradicionalmente dedicado a la devoción al Corazón de Cristo. Para algunos puede resultar sorprendente que en plena expansión de la cultura de la secularización, se estén difundiendo con tanta profusión esas imágenes de Jesús Misericordia, o que -por señalar un ejemplo inmediato- el próximo viernes 6 de junio, las tres Diócesis de Madrid hayan convocado a los jóvenes de la capital en el Santuario del Cerro de los Ángeles, para realizar un acto de Consagración de la juventud de Madrid al Corazón de Jesús, como clausura de la llamada Misión Joven. ¿No resulta todo ello un tanto extemporáneo en plena posmodernidad?