InfoCatólica / Palabra de Obispo / Categoría: General

31.08.08

El sustento de la fe, por monseñor Pérez González

Creo que los cristianos tenemos una gran responsabilidad y es la de hablar sencillamente del marco de nuestra fe que es el Credo. Hay quien piensa que la fe ha cambiado como los tiempos y las circunstancia. La esencia de la fe es la misma siempre porque no parte de una ideología sino de una vida que viene salvada y garantizada por Jesucristo, el Hijo de Dios. La fe goza con la presencia de Cristo que ha prometido vivir en medio de nosotros y siempre. Vana sería nuestra fe si no creyéramos que Cristo ha padecido, ha muerto y ha resucitado. La garantía de la fe es la Resurrección de Cristo. La mayor gloria que se siente en los santos es su convicción tan profunda en esta Verdad y tanto es así que muchos han entregado la vida antes que desertar o apostatar de las enseñanzas de Cristo custodiadas y garantizadas por su Iglesia.

La fe es patrimonio de la Iglesia puesto que Jesucristo le encomienda su custodia. Y el Credo que recitamos de modo especial los domingos, como signo de la adhesión filial y fiel a las enseñanzas que hemos recibido, hace posible que vivamos unidos en la misma fe. No es una propiedad personal en la que cada uno se sustenta de su propio sentimiento o de su propio raciocinio. Creer es afirmar generosamente la fe de la Iglesia. Quien se salga de esta dinámica se pone al margen del Credo y está fuera de la comunión con la Iglesia. Es mejor el menos perfecto en comunión que el más perfecto fuera de ella. Ciertamente que muchos no hubieran firmado su acto de repudio a la Iglesia si hubieran dado estos pasos de humilde adhesión al Credo que ilumina el caminar de la fe de la Iglesia.

La fe se sustenta en la Palabra de Dios. Es una comunidad que custodia una Palabra que ha escuchado. No la ha imaginado, ni es producto de una genial creatividad colectiva. Un Palabra que sobrepasa las capacidades humanas de conocimiento, pero que no se opone a la razón humana sino que es conforme a ella. Simplemente es más grande. Ha recibido una Palabra que contiene la respuesta adecuada a las más hondas aspiraciones de cada persona, de cada pueblo, de cada sociedad, y de la humanidad en su conjunto.

La Iglesia vive de una Palabra, el Verbo eterno de Dios, por el que todo ha sido hecho. Una Palabra creadora, que nos precede y nos sostiene, y por eso puede ser el fundamento de nuestra vida. Nosotros sabemos y tenemos experiencia de que contando solamente con nuestras fuerzas no nos podemos mantener por siempre, ni tampoco dar una respuesta convincente a las grandes aspiraciones de la inteligencia y el corazón. Sólo en ese Verbo por el que hemos sido hechos, en esa Palabra que es un presupuesto que nos viene dado, es posible encontrar el apoyo que nos permite alzarnos sobre los límites de nuestro ser.


+ Francisco Pérez González, arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

25.08.08

Nuevo rector del Seminario de Tarazona

Queridos sacerdotes:

Con estas letras quiero comunicaros a todos el nombramiento del nuevo Rector de nuestro Seminario Diocesano en la persona del Rvdo. D. Esteban-Manuel Aranaz Aranda, sacerdote diocesano de Tarazona, en la actualidad párroco de la Parroquia de la Medalla Milagrosa en Taipei-Taiwan.

Don Esteban nació en Calatayud el 16 de noviembre de 1968 y está a punto de cumplir 40 años. Su familia está radicada en Cervera de la Cañada. Fue ordenado presbítero el 12 de junio de 1994, y ha ejercido su ministerio en nuestra diócesis, primero en las Parroquias de Mesones de Isuela y anejos y después en las Parroquias de Alhama de Aragón y anejos, hasta su envío como misionero diocesano fidei donum a Taipei-Taiwan, donde lleva casi 6 años.

Su deseo es el de entregar su vida entera a la evangelización de China, para lo cual se ha preparado estudiando la difícil lengua de los mandarines. Pero, ante mi petición de que asuma en este momento la dirección de nuestro Seminario Diocesano, cumplido el contrato por seis años firmado entre el obispo de Tarazona y al arzobispo de Taipei en noviembre de 2002, él ha aceptado en actitud de obediencia este nuevo ministerio que se le confía al servicio de nuestra diócesis. Demos gracias a Dios. Le conozco personalmente, muchos de vosotros le conocéis mejor que yo, y todos me habéis y me han hablado siempre muy bien de él. Espero de su ministerio un nuevo impulso para nuestro Seminario Diocesano y para la pastoral vocacional de nuestra diócesis. Y os pido que apoyéis con entusiasmo al nuevo Rector en esta preciosa tarea, en la que nos va el futuro de nuestra diócesis.

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1.08.08

La principal opción educativa, por Monseñor Saiz Meneses

La Jornada Mundial de la Juventud, en su vigésima primera edición, ha marcado la actualidad religiosa de este mes, sobre todo en Sydney (Australia) por los jóvenes procedentes de todo el mundo, pero también en Lourdes, donde jóvenes de toda Europa –del Este y del Oeste- se han reunido y se han unido espiritualmente a las celebraciones presididas por Benedicto XVI en el continente austral.

La Jornada Mundial de la Juventud es una herencia espiritual del gran Papa que fue Juan Pablo II. El Papa actual lo reconoció en su primer saludo a los jóvenes que asistieron a la jornada del año 2005, celebrada en Colonia: “Este gran papa –dijo refiriéndose al Pala polaco- supo comprender los desafíos a los que se ven confrontados los jóvenes y, afirmando su confianza en ellos, no dudó en invitarles a ser unos testigos valientes del Evangelio y constructores intrépidos de la civilización de la verdad, del amor y de la paz”.

Esta actitud del Papa Wojtyla estaba inspirada en el amor. Y en este sentido se convierte en un gran ejemplo para todos cuantos trabajamos en la pastoral juvenil.

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24.07.08

En la muerte de mi madre, por monseñor Demetrio Fernández

También los obispos tienen madre, gracias a Dios. Han venido al mundo como fruto del amor de unos padres, santificados por el sacramento del matrimonio, sobre el que se ha construido una familia cristiana. Doy gracias a Dios por haberme dado la vida en el seno de una familia cristiana.

En ella he nacido, he crecido, he aprendido a amar y a sufrir, he visto buenos ejemplos, he recibido prudentes consejos y oportunas correcciones, he compartido momentos de felicidad y de dolor. Mis padres y mis hermanos son un capítulo fundamental en mi vida personal.

Pues en esa zona de mi vida, la vida familiar, la muerte de mi madre ocurrida el pasado 12 de julio es un acontecimiento importante que quiero compartir hoy con todos vosotros, queridos diocesanos. Lo hago con emoción, con gratitud a Dios y con gratitud a todos vosotros.

Doy gracias a Dios porque me ha concedido poder atender a mi madre hasta su último día en la tierra, y espero encontrarme con ella, con mi padre y con mis seres queridos de nuevo en el cielo. Desde que murió mi padre, hace 17 años, mi madre vino a vivir conmigo. Yo había vivido hasta ese momento con plena libertad el ministerio sacerdotal, entregado de lleno a las tareas que se me habían encomendado, sin horarios y sin ningún otro cuidado añadido. Pero al morir mi padre, comprendí que Dios quería que atendiera también a mi madre, y la traje a vivir conmigo. En muchos momentos he tenido que armonizar estas dos obligaciones: atender el ministerio como tarea primordial y cuidar de mi madre, como gesto de gratitud y de piedad, que agrada a Dios.

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7.07.08

Sin Dios, el hombre no tiene futuro (por Mons. Demetrio Fernández)

Se quiere construir una sociedad sin Dios, y sin Dios el hombre no tiene futuro. Dios es el futuro de nuestra vida, a nivel personal y a nivel social. Si quitamos a Dios de la existencia humana, el hombre se queda sin horizonte. El hombre sin Dios queda amputado en una de sus principales dimensiones, la dimensión religiosa. Esta dimensión religiosa del hombre no se reduce a la esfera privada de la conciencia, sino que por la propia naturaleza humana tiende a expresarse y a vivirse en sociedad.

Dios no es enemigo del hombre. Dios no estorba para el progreso y para la felicidad del hombre. Dios ha sido y seguirá siendo el principal factor de transformación de la sociedad, de respeto al ser humano, de promoción de sus derechos, de fomento de la convivencia. La religión no ha sido, como tantas veces se nos quiere hacer ver, la causa de los enfrentamientos a lo largo de la historia. Cuando el hombre deja de ser religioso, no por eso cesan las guerras y las ambiciones, sino que por el contrario se multiplican. La historia demuestra que cuando el hombre se acerca a Dios, se hace más capaz de crear una convivencia pacífica entre todos.

Oímos continuamente proclamas en contra de Dios y de la religión, y al hacer estas proclamas, se sueña con un progreso que traerá la paz y la felicidad para todos. Pero junto a estas proclamas y como una consecuencia de las mismas, se anuncia el aborto sin medida, la eutanasia legalizada y otros “progresos” que no respetan los derechos fundamentales del hombre.

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