28.09.17

¡Qué desengaño... y qué fraude!

Declaración de los obispos españoles ante la grave situación en Cataluña

El card. Blázquez, como presidente de la CEE, ha leído gravemente -como todo lo que hace- una nota, en relación con el tema “Cataluña".

Era lógico, y esperado: cantaba mucho su silencio. Además, tras la declaración conjunta de sus “hermanos” de la tarraconense -declaración uilateral por cierto; o sea, tambien eclesialmente “separatista” de la Conferencia Episcopal ESPAÑOLA a la que pertenecen, creo- la CEE y todos sus componentes, se habían quedado demasiado a la intemperie. 

El Sr. Presidente ha leído una notita en la que ha primado la UNIDAD; al menos, eso dicen, y parece que es lo que han pretendido. Pero no han acertado ni en eso, que se entiende que era el valor a sostener. Porque les ha salido exactamente al revés: les ha salido un contravalor. O sea, que “parió el monte, y parió un ratón” (Esopo, s. V a.C.).

Vamos con el tema de la unidad; luego iremos al contenido, y explicaremos también lo de “desengaño” y “fraude".

Leer más... »

21.09.17

Desmantelar la Iglesia. ¡Rápido, rápido!

Hace unos meses un alto cargo de la Jerarquía católica, de segunda fila pero con contacto directo con el Papa, afirmó públicamente que las reformas que estaba llevando a cabo el Romano Pontífice venían para quedarse.

La verdad, cuando lo lei pensé que eran más unas palabras para merecer, o fruto de un momento de fervor pontifical, o fruto quizá de un momento elevado de motivación… Pero ya no lo pienso: para nada; es más, creo que nos dijo la verdad, advirtiéndonos de lo que se nos venía encima. Y no ha fallado.

En esto ha sido como los separatistas de nuestros días -los catalanes están de rabiosa actualidad, pero no son los únicos-: que no han engañado a nadie. Han dicho “que venía el lobo” -lo estaban criando: por eso no había venido antes-, pero… ¡vaya si ha venido! Pues más o menos, lo mismo. Y me explico.

Leer más... »

12.09.17

¿Se merece todo esto la Iglesia Católica?

Sinceramente: asombrado es poco. De un tiempo a esta parte, en la Iglesia Católica se ve y se oye ya de todo. Y no todo bueno, claro. Es más, muchas veces lo que se lee y se oye es contradictorio: sobre un mismo tema se puede decir una cosa y su contraria; y nadie se mosquea, ni mueve un dedo o abre la boca para aclarar lo que se deberia aclarar; otras muchas, es absolutamente gratuito: ¿la Iglesia como tal y a través de su Jerarquía, tiene que pronunciarse sobre cuestiones estrictamente políticas, o absolutamente opinables, como si le fuese en ello su ser o no ser la Iglesia? Pues tan gratuito como si hablase de fútbol; otras, es directamente escandaloso: ¿qué pinta un protestante de director de L’Osservatore Romano, en Argentina? Pues lo mismo que un paralítico pretendiendo jugar al fútbol; finalmente, también otras muchas es directa y radicalmente corrosivo: hay obispos que en sus diócesis ya han dicho públicamente que allí se va a dar la comunión a todo el mundo; otros han dicho lo contrario, como es natural y sobrenatural.

Y que conste que lo que me sobran son ejemplos para ilustrar cada unos de estos apartados; es más, cada día hay “novedades” que, desgraciadamente, los corroboran. Incluso se podría también ampliar el listado, pero me he limitado a esos aspectos.

Para mayor “asombro” -por seguir en el mismo horizonte descriptivo- también se detecta un silencio -o silenciamiento-, a todas luces buscado y querido por esa misma jerarquía, en su mayor parte: con las brillantes excepciones de rigor, naturalmente. Temas como “el fin sobrenatural de la Iglesia", la “primacía de la gracia", los “novísimos", la “necesidad de la conversión", la “disciplina de los Sacramentos", etc., brillan por su ausencia. Y hoy, con la que está cayendo, da la impresión de ser más necesarios que nunca.

Por el contrario, hay todo un mundillo orquestado y bien avenido -nada es ya casual, desgraciadamente: ¡si hasta algunos de los cardenales protagonistas han declarado que se pusieron de acuerdo antes del último cónclave…!- para ir poniendo en solfa los logros de la Iglesia en los últimos 40 ó 50 años. Lo último: el globo sonda -que pronto dejará de serlo para convertirse en un trofeo a conquistar-: el “nuevo estudio” o “revision” de la Humanae vitae” de Pablo VI, para “acomodarla” -lo dicen ya así, sin complejos; como teniendo las espaldas bien cubiertas- a las gentes y a las “nuevas situaciones” que han surgido; personas “que no podemos olvidar o relegar, sino que hay que atender y acoger". ¡Es la moda vaticana!

El cuadro se completa con las múltiples llamadas de atención que, por parte de eclesiásticos, religiosos, estudiosos, laicos e incluso no católicos, se han dirigido a las autoridades católicas en todos sus niveles, alertando precisamente de todos estos motivos de “asombro”. Algo, por cierto, que tanto por su cantidad como por su calidad se ha convertido en la vida de la Iglesia en un fenómeno, no solo inusual, sino nunca visto hasta fechas muy recientes. Estas serían las luces.

Las sombras del mismo las llenan los también múltiples aplausos -desaforados: hasta con las orejas- procedentes en su totalidad de las gentes -eclesiásticos, religiosos y laicos- que se han señalado por su contra a los papas anteriores, y que se han apuntado al modus actual -al “oficialismo vaticano"- como si les fuese la vida en ello. Y seguramente les va; porque estaban “muertos” -practica y aclesialmente- tras los pontificados de san Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Y están viendo -y poniéndolo en un pedestal- al papa Francisco, como su última oportunidad: también porque cronológicamente -la vida no perdona- no les quedan muchas más. Y se han hecho, sin excepción, “más papistas que el Papa". Les oyes hablar, o lees lo que escriben, y te dan arcadas de lo pelotilleros que pueden llegar ser: ni en el mundillo político he visto un servilismo tan obsceno. Que conste que muchísimos de esos llevan años sin pisar una iglesia. Pero hay que cargarse a la Iglesia, que es la que hay.

¿La Iglesia Católica se merece todo esto? ¿Y, además y precisamente, por parte de los que más interés deberían tener y demostrar en servirla, defenderla, respetarla y engrandecerla? 

¿Jesucristo se merece todo esto? ¿Y precisamente por quienes más deberíamos ser “otros cristos, el mismo Cristo"?

Los demás, todos nosotros, quizá sí, como se merecieron los judíos palos y palos por parte de Dios, por sus manifiestas, graves y reiteradas infidelidades.

Sinceramente, con humildad y si me permiten el desahogo: ¡me duele la Iglesia!

28.08.17

¿"Sola Scriptura"? ¡No, gracias!

Los calvinistas, los protestantes y otras especies al uso tienen un sentido incisiva y excesivamente “reduccionista” de la fe, de la religión, de la iglesia y, en definitiva y como primera premisa, del mismo Dios. Y, en consecuencia, del mismo hombre, de sus creaciones y de la sociedad en la que vive. Pero hay muchas realidades que no admiten “jibarización” -la verdad, el bien, la persona, la moral, la familia, etc.-, porque se las destruye.  

Uno de sus “pedalones” es este: “sola Scriptura". Pretenden con ello negarle a la iglesia -a todas, pero especialmente a la Iglesia Católica, claro-, toda pretensión no solo respecto a la misma autoridad interpretativa de la jerarquía en relación al “contenido” de las Escrituras, sino hasta en la definición y concreción del Canon de las mismas: ‘nos basta y sobra con la alta y única autoridad de Dios que revela’, dicen que dicen, y se quedan tan anchos; pero también se quedan con las vergüenzas al aire: porque luego cada uno hace y dice lo que quiere, y “aquí paz y después gloria".

Pero ésto, como ha demostrado y demuestra su propia historia -antigua y reciente-, es un auténtico desastre. Problema que se trasladaría de inmediato a la Iglesia Católica si ésta pretendiese que con la Sagrada Escritura les basta y les sobra a las buenas gentes para su Salvación.

Y no es así, en absoluto. Y me explico. Pero vaya por delante que es un “nuevo frente” -le crecen los enanos- que pretende abrirse en su seno, como “remedio", propugnan, a la escasez de clero: si no se celebra la Santa Misa, no hacen falta sacerdotes; y además, siempre nos quedará la “Palabra". O “sacerdotas". O “viri probati". O…, ¿qué más da? Siempre podremos inventarnos algo, ¿no?.

Pues no es así. 

¿Por dónde cojea -y apesta- la tal “solución"? Por la parte principal, la que hace que la Iglesia sea “la” Iglesia: por Cristo, por la falta del Cristo Vivo. El que proclamó Pedro ante Jesús y ante los demás Apóstoles: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Pero ni siquiera eso y así -con la declaración formal de Simón- era suficiente: se necesitaba la Iglesia, “su” Iglesia, para estar Él. Por eso e inmediatamente, Jesús respondió: “¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos (Mt 16, 13-19). Por cierto: la Iglesia Católica no es nuestra, como se acaba de leer de boca del mismo Jesús, porque no la hemos “inventado” nosotros.

Pedro iba a ser la “piedra", sin la cual no se puede construir la Iglesia Católica en este mundo; era la piedra “visible", la piedra “designada” -elegida- por Cristo. Pero la auténtica “roca” no era Pedro: seguía siendo Jesús, la piedra angular.

Jesucristo es la “Piedra primigenia", la “Primera Piedra", la que nos dió el Padre, sin la cual ni hay Iglesia ni hay Pedro. Lo recogerá también san Mateo un poco más adelante: Jesús les dijo: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: ‘La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente’?” (Mt 21, 42). Y esto no lo dice, en absoluto, por Pedro: lo dice por Él y de Él.

Por eso, aún señalando y escogiendo a Pedro, teniendo Jesús que irse…, tenía que quedarse. Necesariamente. Y se queda: no podía faltarnos nunca la piedra angular. ¿Cómo? Encarnándose: Y el Verbo se hizo Carne, y habitó entre nosotros.  Así es como pudo prometer y cumplir su Palabra: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).

Una vez encarnado, y como culminación de las tres años de su vida pública, llegó a Jerusalén -cum festinatione- para el Triduo Pascual, que comienza con el Jueves Santo. Ahí, en la ültima Cena, al instituir la Eucaristía, instituyó el sacerdocio católico y fundó la Iglesia: tenía ya todos los mimbres: Él, la Eucaristía y el Sacerdocio, con Pedro y los Apóstoles. Así: Tomando pan, lo bendijo, lo partió y dijo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros. (Mt 26, 26). Y, acabada la Cena, lo mismo hizo con el vino del cáliz.

Sin la Eucaristía falta Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y sin Cristo, no hay Iglesia: no hay Sacramentos, no hay Jerarquía, no hay nada: por no haber no hay ni Salvación. Todo sería un bluf, una pantomima, nada, como se ve en lo que están quedando calvinistas, protestantes varios, luteranos, anglicanos, etc. Quieren ser, les gustaría ser, pretenden haber sido…, pero ya no son. En realidad, nunca fueron porque nacieron “muertos", como un aborto: estaban y están sin Eucaristía, están sin Jesús, sin el Dios vivo, real y verdadero. Y los trampantojos, como las ficciones, no son eternos, por su misma concepción y naturaleza.

El Verbo se hizo Carne. Así es y será siempre “Palabra viva", Palabra “Encarnada". Y solo así. En caso contrario se convierte en “letra muerta” porque se la mutila al quitarle lo más esencial: su misma Alma y Vida, a Jesús mismo. De hecho, es lo que se nos pide como hijos de Dios en su Iglesia: que hagamos nuestra -que “encarnemos"- la Palabra de Dios, el Evangelio: la hagamos vida nuestra. Y lo primero -por más sublime-, lo que une directamente con Jesús es hacerse cargo de su “invitación": Tomad y comed… Tomad y bebed…Esta es la primera obra de la “escucha y obediencia” a la Palabra. El resto sería un mero desideratum sin la Comunión, sin el Cristo vivo.

Es imposible no recordar las palabras de Benedicto XVI en su homilía de la Misa que celebró en París, en septiembre de 2008: “Nada sustituirá jamás el ministerio de los sacerdotes en el corazón de la Iglesia. Nada suplirá una Misa por la salvación del mundo".

Por todo esto, ¿cómo alguien puede pretender que esgrime la “Scriptura” después de arrancarle las páginas del Jueves Santo? Arrancando además las de san Pablo, lo que él mismo había recibido; así es como nos pudo transmitir la Misa y la Consagración como la primera y verdadera “Tradición” de la Iglesia y de sus hijos. Y las páginas de los Hechos, con la vida de los primeros cristianos en torno a la Eucaristía y la oración. ¿Alguien, en la Iglesia Católica, se cree con derecho a olvidar esto?

Además, ¿a quién y cómo van a adorar -la primera obra de la virtud de la Religión- sin ponerse a los pies de Jesús en el Sagrario, o en la Exposición Eucarística; sin el Jueves Santo y sin la Misa? ¿Y de quién se alimentarán? No les queda más “pan” que ellos mismos y sus tradiciones, con las que han cambiado -han despreciado- lo que habían recibido. ¿No es esto precisamente lo que Jesús echará en cara, duramente, a los escribas, fariseos y a los mismos sacerdotes? Pues viene en la Scriptura: ¿también han arrancado estas páginas? Demasiado “selectivas” estas “realidades eclesiales” jibarizadas y jibarizantes; y toda una auténtica tomadura de pelo, por decirlo suavemente.

Por contra, aquí está toda la Tradición de la Iglesia y de sus hijos fieles que “sine Domine vivere non possumus!". Y darán su vida: porque si no les dejan estar en Misa, sin el Señor Sacramentado… ya están muertos. Nadie se cree que comerse las recetas de cocina es haber comido, aunque las hayan escrito auténticas estrellas michelín: se comen lo que han cocinado con esas mismas recetas, y si no, no han comido.

Igualito que ahora, no ya solo en esas especies pseudoeclesiales, sino en la misma Iglesia Católica. La reforma de la Liturgia y la puesta a punto de la disciplina de los Sacramentos es la primera y más urgente necesidad en la Iglesia. En la nuestra. Y dejarse de experimentos que, para más inri, ya sabemos exactamente a dónde llevan: al precipicio, a la muerte. 

¿No podemos, alguna vez, escarmentar en cabeza ajena?

25.08.17

Habló Fernández. Se acabaron las "dubia"

Hace unos días, la semana pasada, uno de los cardenales firmantes de las ya “famosas” dubia, dio públicamente un nuevo toquecillo al tema, porque seguía sin respuesta ni solucion.

Al cabo de nada, habló Fernández, ” la voz agradecidísima de su amo", y todo está ya aclarado por siempre jamás. Porque no se corta un pelo y afirma rotundamente que lo que él dice es lo que dice exactamente el Papa. Y entra a saco. 

Comunión a los católicos divorciados y reajuntados [la expresión es mía] sin mediar sentencia de nulidad? Por supuesto. Y afirma que esa es la “nueva puerta” que abre Francisco. Y se remite a la carta del Papa en respuesta a la pastoral de los obispos de Buenos Aires para aplicar en sus diócesis la AL. Y la contestación fue “afirmative". A éstos sí contestó, y deprisita.

Y así va el Fernández, “la voz agradecidísima de su amo", desgranando una por una todas las “dubia” para convertirlas en realidad y certezas.

Por si alguien albergará alguna duda al respecto, a los dos días, el Vaticano publicaba precisamente esa carta-respuesta del Papa. Que será casualidad, que lo será, pero que es “mucha", muchísima casualidad. Y no lo es, sino que se ha cerrado la atenaza, para amordazar a todo el que disienta.

Pero si esto va adelante, la Iglesia Católica se abre en canal, porque la AL -y siento dolor al escribirlo- con esa “apertura” se carga TODOS los Sacramentos: no deja nada en pié. Y la Iglesia, así, desaparece, porque ya no está Cristo: se le habria echado de su hogar. Se repetiría la historia: “Nolumus hunc regnare super nos!"; cuando el grito que nos deberia salir del alma es “Volumus illum regnare!”

Leer más... »