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24.01.20

¿A quién beneficia tanto SILENCIO? IIª parte

Lo prometido es deuda. Vayamos, pues, al grano

¿A quién beneficia este silencio de los legítimos Pastores? Y vayamos por partes.

¿A ellos mismos? ¿Creen, en verdad, que de este modo se aseguran “paz y tranquilidad” por una temporada? Craso error. En concreto, respecto a su propia persona y conciencia. Porque “la paz de los cementerios", la paz “de los muertos", no es la paz de la conciencia.

¿Creen también que, calladitos, defienden mejor a la Iglesia Católica? Otro error de bulto: vamos, ¡de cáncer de cinco kilos! ¿Puede creer, un miembro legítimo de la Jerarquía Católica, que callando lo que la Iglesia atesora y administra -la Palabra de Dios- y sustituyéndola por el silencio o las palabritas que no tienen nada que ver con esa Palabra, salvan a la Iglesia? ¿De qué? ¿Podrían al menos explicárnoslo y no dejarnos ayunos de Pastores: de Buenos y Verdaderos Pastores, que dan su vida por sus ovejas? ¡Si no gastan ni saliva…!

¿O acaso creen que, calladitos, salvan las instituciones y demás obras eclesiales: Cáritas, por ejemplo? Seguimos inmersos en el error. Porque, en cuanto vean la menor oportunidad, sacarán lo que tengan que sacar, desde “leyes” a “personal", para arramblar con todo lo que la Iglesia ha construido, incluido lo hecho -antes y ahora- en favor de los pobres y de todos los necesitados. Y no les ha bastado con el pollo que les han montado con la catedral de Córdoba: no han aprendido nada, ni de la Historia pasada -se ve que no leen-, ni de la más reciente: se les olvida enseguida: en cunto les nombran el “pin” de la X.

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20.01.20

En la Iglesia, ¿a quién beneficia tanto SILENCIO? Iª parte.

Una de las cosas que, ante lo que está pasando en la Santa Madre Iglesia -terrorífico, a mi entender, por decirlo de algún modo-, que más desconcierta a las almas todas, empezando por las de tantos sacerdotes y religiosos -lo digo también por mí, sacerdote-, es el SILENCIO, ominoso y perturbador, de los que, en Ella y por razón de su cargo precisamente, más obligación, EN CONCIENCIA, tendrían de hablar, alto y claro.

¿Por qué? Porque, al tener cura de almas, dentro -y fuera, aunque no se lo crean- de su estricta jurisdicción, están puestos ahí, por el Señor, para ser sus Buenos Pastores: a imitación de Cristo, natural y sobrenaturalmente.

Jesús, que se sepa por lo que se lee con reverencia y piedad en los Santos Evangelios, solo calló ante Herodes, por razones obvias -id, y decid a esa raposa…: es lo más fino y caritativo que le dedica; y habla todo un Dios, para escándalo de los buenines acomplejados. 

Y calla también ante los que le apresaron y le martirizaron hasta matarlo: Como un cordero fue llevado al matadero; como oveja muda ante los trasquiladores. Porque se entregó cuando, como y porque quiso.

Como calla también, por cierto, ante nuestros pecados, que son la CAUSA DIRECTA de todos y cada uno de sus sufrimientos, del menor al mayor; si se puede hablar así.

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17.01.20

O sea: ¿tampoco hay que hablar del infierno...?

El ínclito cardenal Marx, tan de buen ver como inteligente y/o viceversa, se tira de la moto -una alemana, supongo, para hacer patria-, o es “la voz de su amo", con lo siguiente: “Allí donde alguien siembre el miedo -al infierno o a cualquier otra cosa- el Evangelio no puede tener efecto”.

Vale. Pero esto, ¿que recorrido tiene? Dicho de otro modo, y sin que este hombre haya explicado o acotado su sentido, ¿para qué sirve? ¿Jesús dice algo de esto -o parecido- en su Evangelio? ¿Acaso pretende este buen sr. cardenal que el Evangelio solo “tiene efecto” CUANDO SE OCULTA EL EVANGELIO?

Porque no hablar del infierno -al que, por cierto y por boca de Jesucristo, hay que TEMER- es ocultar el Evangelio… tapándole la boca al mismo Dios. E, intelectualmente, viene a ser algo así como que “una fachada solo queda bien pintada cuando no se pinta". O, “uno aprende bien matemáticas cuando no se le enseñan". Más o menos o por el estilo.

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12.01.20

"Una Iglesia siempre dispuesta a salir de su confort" (card. Omella)

Hace ya más de un mes, el sr. cardenal y arzobispo de Barcelona, mons. Omella, se ha largado unas declaraciones que pretenden -supongo- ensalzar la figura del papa Francisco; pero me da que, como mínimo, estragan el estómago. El alma ni la menciono, para defensa de la salud espiritual, mucho más importante aún que la mera “salud".

Recojo: “Fancisco imagina una Iglesia siempre dispuesta a salir de su confort”. Y añade: “Se siente un pastor a quien el Señor ha encargado guiar no solo a su rebaño, sino también a las otras ovejas que no son de este rebaño”. Y puntualiza con agudeza y, supongo, que conociendo el percal y sabiendo lo que dice: “No se siente cómodo haciendo una ‘teología de escritorio’ sino una ‘teología de rodillas’, donde teología y pastoral son las dos caras de una misma moneda”. Para algo aquella semana iba de cumpleaños del Santo Padre, Francisco.

Y así todo. Pero, como ya me he agotado, corto aquí la retahíla: que no he tomado un botón sino varios; pero todos, NO: era demasiado. 

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8.01.20

"Inactivos no vamos a quedarnos" (san Josemaría. 1974).

Recojo unos textos de una Carta de san Josemaría, Fundador del Opus Dei, a sus hijas y a sus hijos, de principios del año 1974. Venía precedida de otras dos -en un año, tres cartas, extensas e intensas- pues, acuciado por lo que estaba empezando a pasar en la Iglesia, y por lo que “veía venir” -las tres están “tocadas” de un punto verdaderamente profético, en especial, esta última-, no podía callar. Le “dolía” callarse por más tiempo,y se le hacía insoportable: sufría, como sufren los santos.

Y acertó de lleno: todo lo que denuncia en ella, es ahora patente a los que ven, oyen y entienden, porque quieren; cosa que, en aquellos primeros setenta, no era evidente, ni muchísimo menos. Más bien parecía que todo funcionaba y estaba en su sitio; por no hablar de la “borrachera” postconciliar en la que, como bien veían los santos, se estaban instalando algunos -pronto, bastantes y de peso-, y que -tal como vemos hoy y ahora-, iba a derivar en una destructiva “cirrosis". A día de hoy, ya en pleno “delirium tremens” terminal. 

Y había que tener un gran valor para escribir lo que escribió, y para hablar lo que habló. Pero que nadie se llame a engaño: lo que escribió lo hizo, como primera intención, ab intra del Opus Dei: para sus hijas y sus hijos que entonces estábamos en la Obra, y para todos los que, con la gracia de Dios, vendrían después.

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