6.10.17

La Iglesia en España está rota, fracturada y fracasada.

Lo que estamos viendo -y sufriendo- los españoles por lo que nos viene de la Jerarquía de la Iglesia Católica en España -de la mayor parte de sus miembros; no de todos, es justo decirlo- y, desde ahí para abajo, por parte de una no pequeña -aunque no mayoritaria, como sí pasa con los obispos y con algunos representantes de órdenes religiosas- es lamentable. Y de muy difícil recomposición, hablando a lo humano y con los datos que hay a la vista.

No entro “ex profeso” -que podría-, a que “el Señor puede hacer de las piedras hijos de Abraham"; pero eso es lo que puede hacer Él, si quiere, aunque normalmente en “Su” hacer quiere contar con los hombres; y ahí es donde entro a lo que deberían hacer los obispos y demás. Y a lo que debería hacer yo también, por supuesto.

Lo que ya es tan evidente como patético es la desbandada general -como si hubiesen tocado “a rebato": verdadera fuga-, que la inmensa mayoría de españoles, desde su más tierna infancia, ejerce al respecto. La descristianización en este País es brutal. Y en menos de 35 años, por poner una cifra.

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"¿Y ahora, qué?" La Iglesia en España tras el 1-0

Ayer mismo, el papa Francisco dejó claro, clarito, “la postura contraria de la Santa Sede“, al manifestar “el rechazo de la Iglesia a toda actividad que no esté basada en el respeto a la legalidad constituida“. 

Con estas sencillas palabras, ha dejado a los obispos de Cataluña en particular –con Pujol, Novell y Pardo como cabezas más prominentes–, y al resto de compañeros ibéricos en general -con Blázquez y la Permanente (no deben salir de la peluquería) a la cabeza-, no solo con las vergüenzas al aire, sino con toda su incapacidad intelectual y eclesial -de la moral, no me voy a pronunciar, porque “ab interius nemo iudicat, nisi Dominus"- impúdicamente retratada; a su pesar, supongo.

También se lo ha dejado claro a todo católico “despistado", tanto en las tierras de Cataluña y paísos de su influencia -donde no sé si quedará alguno, despistado o no, aunque vaya a Misa todos los días-, como fuera de ella, por todo el resto del territorio español.

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28.09.17

¡Qué desengaño... y qué fraude!

Declaración de los obispos españoles ante la grave situación en Cataluña

El card. Blázquez, como presidente de la CEE, ha leído gravemente -como todo lo que hace- una nota, en relación con el tema “Cataluña".

Era lógico, y esperado: cantaba mucho su silencio. Además, tras la declaración conjunta de sus “hermanos” de la tarraconense -declaración uilateral por cierto; o sea, tambien eclesialmente “separatista” de la Conferencia Episcopal ESPAÑOLA a la que pertenecen, creo- la CEE y todos sus componentes, se habían quedado demasiado a la intemperie. 

El Sr. Presidente ha leído una notita en la que ha primado la UNIDAD; al menos, eso dicen, y parece que es lo que han pretendido. Pero no han acertado ni en eso, que se entiende que era el valor a sostener. Porque les ha salido exactamente al revés: les ha salido un contravalor. O sea, que “parió el monte, y parió un ratón” (Esopo, s. V a.C.).

Vamos con el tema de la unidad; luego iremos al contenido, y explicaremos también lo de “desengaño” y “fraude".

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21.09.17

Desmantelar la Iglesia. ¡Rápido, rápido!

Hace unos meses un alto cargo de la Jerarquía católica, de segunda fila pero con contacto directo con el Papa, afirmó públicamente que las reformas que estaba llevando a cabo el Romano Pontífice venían para quedarse.

La verdad, cuando lo lei pensé que eran más unas palabras para merecer, o fruto de un momento de fervor pontifical, o fruto quizá de un momento elevado de motivación… Pero ya no lo pienso: para nada; es más, creo que nos dijo la verdad, advirtiéndonos de lo que se nos venía encima. Y no ha fallado.

En esto ha sido como los separatistas de nuestros días -los catalanes están de rabiosa actualidad, pero no son los únicos-: que no han engañado a nadie. Han dicho “que venía el lobo” -lo estaban criando: por eso no había venido antes-, pero… ¡vaya si ha venido! Pues más o menos, lo mismo. Y me explico.

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12.09.17

¿Se merece todo esto la Iglesia Católica?

Sinceramente: asombrado es poco. De un tiempo a esta parte, en la Iglesia Católica se ve y se oye ya de todo. Y no todo bueno, claro. Es más, muchas veces lo que se lee y se oye es contradictorio: sobre un mismo tema se puede decir una cosa y su contraria; y nadie se mosquea, ni mueve un dedo o abre la boca para aclarar lo que se deberia aclarar; otras muchas, es absolutamente gratuito: ¿la Iglesia como tal y a través de su Jerarquía, tiene que pronunciarse sobre cuestiones estrictamente políticas, o absolutamente opinables, como si le fuese en ello su ser o no ser la Iglesia? Pues tan gratuito como si hablase de fútbol; otras, es directamente escandaloso: ¿qué pinta un protestante de director de L’Osservatore Romano, en Argentina? Pues lo mismo que un paralítico pretendiendo jugar al fútbol; finalmente, también otras muchas es directa y radicalmente corrosivo: hay obispos que en sus diócesis ya han dicho públicamente que allí se va a dar la comunión a todo el mundo; otros han dicho lo contrario, como es natural y sobrenatural.

Y que conste que lo que me sobran son ejemplos para ilustrar cada unos de estos apartados; es más, cada día hay “novedades” que, desgraciadamente, los corroboran. Incluso se podría también ampliar el listado, pero me he limitado a esos aspectos.

Para mayor “asombro” -por seguir en el mismo horizonte descriptivo- también se detecta un silencio -o silenciamiento-, a todas luces buscado y querido por esa misma jerarquía, en su mayor parte: con las brillantes excepciones de rigor, naturalmente. Temas como “el fin sobrenatural de la Iglesia", la “primacía de la gracia", los “novísimos", la “necesidad de la conversión", la “disciplina de los Sacramentos", etc., brillan por su ausencia. Y hoy, con la que está cayendo, da la impresión de ser más necesarios que nunca.

Por el contrario, hay todo un mundillo orquestado y bien avenido -nada es ya casual, desgraciadamente: ¡si hasta algunos de los cardenales protagonistas han declarado que se pusieron de acuerdo antes del último cónclave…!- para ir poniendo en solfa los logros de la Iglesia en los últimos 40 ó 50 años. Lo último: el globo sonda -que pronto dejará de serlo para convertirse en un trofeo a conquistar-: el “nuevo estudio” o “revision” de la Humanae vitae” de Pablo VI, para “acomodarla” -lo dicen ya así, sin complejos; como teniendo las espaldas bien cubiertas- a las gentes y a las “nuevas situaciones” que han surgido; personas “que no podemos olvidar o relegar, sino que hay que atender y acoger". ¡Es la moda vaticana!

El cuadro se completa con las múltiples llamadas de atención que, por parte de eclesiásticos, religiosos, estudiosos, laicos e incluso no católicos, se han dirigido a las autoridades católicas en todos sus niveles, alertando precisamente de todos estos motivos de “asombro”. Algo, por cierto, que tanto por su cantidad como por su calidad se ha convertido en la vida de la Iglesia en un fenómeno, no solo inusual, sino nunca visto hasta fechas muy recientes. Estas serían las luces.

Las sombras del mismo las llenan los también múltiples aplausos -desaforados: hasta con las orejas- procedentes en su totalidad de las gentes -eclesiásticos, religiosos y laicos- que se han señalado por su contra a los papas anteriores, y que se han apuntado al modus actual -al “oficialismo vaticano"- como si les fuese la vida en ello. Y seguramente les va; porque estaban “muertos” -practica y aclesialmente- tras los pontificados de san Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Y están viendo -y poniéndolo en un pedestal- al papa Francisco, como su última oportunidad: también porque cronológicamente -la vida no perdona- no les quedan muchas más. Y se han hecho, sin excepción, “más papistas que el Papa". Les oyes hablar, o lees lo que escriben, y te dan arcadas de lo pelotilleros que pueden llegar ser: ni en el mundillo político he visto un servilismo tan obsceno. Que conste que muchísimos de esos llevan años sin pisar una iglesia. Pero hay que cargarse a la Iglesia, que es la que hay.

¿La Iglesia Católica se merece todo esto? ¿Y, además y precisamente, por parte de los que más interés deberían tener y demostrar en servirla, defenderla, respetarla y engrandecerla? 

¿Jesucristo se merece todo esto? ¿Y precisamente por quienes más deberíamos ser “otros cristos, el mismo Cristo"?

Los demás, todos nosotros, quizá sí, como se merecieron los judíos palos y palos por parte de Dios, por sus manifiestas, graves y reiteradas infidelidades.

Sinceramente, con humildad y si me permiten el desahogo: ¡me duele la Iglesia!