"Iglesia en movimiento"..., y nada de "elegidos", por fa.
Desde santa Marta cada día se nos dice algo. Y se nos dice, supongo, a impulsos del Espíritu Santo, que es precisamente lo que nos ha reclamado esta vez a todos: que no seamos/estemos “inertes a la obra del Espíritu Santo".
Y, con este respaldo, se ha desgranado -hace unas poquitas mañanas- una serie de “lemas"; por cierto, cerrados y bien cerrados: da la impresión de no saber hablar ya de otra manera, y que es justo lo que reprocha a los que no se dejan llevar por ese Espíritu Santo, y “se aferran a la ley, cerrándose a la novedad” con la que nos sorprende el Señor, “que siempre sale a nuestro encuentro con algo nuevo” y “original".
Esos “lemas” van desde lo ya recogido, hasta “la Iglesia [se refiere a la primerísima Iglesia, a los primeros cristianos] era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma. No era un grupo cerrado de elegidos", pasando por identificar “movilidad” con “docilidad al Espíritu Santo". Y obvio las obviedades, que también las tiene.
Sinceramente, es una homilía que, más allá de lo bien que pueden quedar las palabras, de lo “armónico” que les pueda sonar a algunos, lo que expresan y significan choca frontalmente con lo dicho por Jesucristo, y se dan de bruces con lo que san Lucas en “Hechos", nos cuenta de esa misma Iglesia; o, directamente, con la predicación de san Padro y san Pablo, por poner dos “poneres".
Y voy a explicarlo o a intentarlo, al menos. Empezando -podría hacerlo por cualquier otro de los temas, pero prefiero empezar por éste pues me parece el más significativo-: “la Iglesia era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma". Que, dicho así, y si no se explica mucho más y mejor, es católicamente inadmisible.
La Iglesia Católica no puede ir nunca “más allá de sí misma". Por una única razón que engloba todas las demás que puedan aportarse: más allá de Ella misma, NO HAY NADA y, por tanto, no tiene nada que hacer allí, porque no hay dónde ir. La Iglesia Católica, por mandato expreso de Cristo, “sale” desde sí misma -esto sí, claro: para ésto “es” y “está"- en busca de las almas -Id por todo el mundo, predicad el evangelio…- para “llevarlas", precisamente, al mismo Cristo que le ha dado tal misión.
De hecho, es el Señor quien nos busca en Su Iglesia a través de sus miembros, generación tras generación. Y ni la Iglesia ni sus miembros -por muy revestidos de oropeles que puedan estar algunos-, no puede darse otro fin ni otra misión: dejarían de ser lo que son, y Cristo tendría que buscarse otra mediación y otros mediadores.
Éste es el único “movimiento” válido y admisible para la Iglesia Católica, y para todos y cada uno de sus hijos. Y no puede permitirse el lujo de moverse al son de la música moderna: sea pop, folk, jaz, o rok.
Tampoco sé qué les puede molestar -a los que les molesta, que los hay y más de uno, por cierto- lo de “elegidos". Porque es Jesús mismo quien lo dice, y no una vez solamente: No sois vosotros los que me habéis elegido -por si alguien se creía otra cosa-, sino que soy Yo quien os he elegido, y os he puesto para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca. Y el mismo Pablo -la primera “teología de rodillas” y en la Cruz que se hace en la Iglesia- abundará en lo mismo: Nos ha elegido el Señor, desde antes de la constitución del mundo…
¿A quién le puede molestar ésto en la Iglesia? ¿Qué hay de más grande en nuestra vida que haber sido ELEGIDOS por el mismo Señor? ¿Qué razones hay para no poder seguir usando las mismas palabras de Cristo, que tienen el regusto de lo clásico, de lo eterno, de lo que ha iluminado, llenado y santificado al mundo y a las almas? ¿Acaso sus palabras -Palabra de Dios- ya no son hoy por hoy “eficaces", y pretendemos que las nuestras sí?
Incluso nos ha elegido por nuestro nombre de pila, como a los Apóstoles: ¡Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé…! Así ha hecho, y así sigue haciendo Jesús, que NO SE MUDA. Porque no puede mudarse: es que ES DIOS. Pequeño “detallito” que parece que se les escapa a esos mismos “molestos” o “molestaos".
Además, “elegidos” no significa ni es sinónimo de “cerrados", “rígidos", “insensibles a las novedades"; ni “prisioneros de las ideas” o de la Ley. Para nada. Elegidos por el Señor tampoco significa que “han destilado la ley y la han transformado en ideología… y cualquier novedad para ellos es una amenaza".
Trasladar -por la directa y sin anestesia- lo que Jesús mismo reprocha a los sacerdotes y príncipes entre los judíos que, ellos sí, se han encerrado y enceguecidos en “sus interpretaciones” -llegando a cambiar la Ley de Moisés por vuestras tradiciones- a la Iglesia atemporal -a la de hoy desde luego, en el contexto explícito de las palabras dichas en santa Marta-, pero sin señalar desde cuándo se ha obrado el cambio de la primera Iglesia a la “destilación” de la Palabra de Dios para “convertirla en ideología” y “resistir al Espíritu Santo"… no deja de ser un “flatus voci” sin ningún respaldo real: ni histórico, ni teológico, ni moral, ni eclesial.
Por supuesto: en santa Marta no se oye ni una sola palabra para referirse a los que después de hacer “teología de rodillas” -alabados públicamente por ello-, hacen -ellos sí: “se han convertido” a/en ésto- “ideología", “destilando” la moral católica y la praxis disciplinar católica pretendiendo que los luteranos, por ejemplo, no tienen por qué creer -ni por asomo- en la transubstanciación para recibir la Comunión eucarística. Que, ciértamente, es una “novedad"; pero esa cualidad por sí misma no hace admisible para la Iglesia tal afirmación: habría que echar por tierra antes el “detalle” -que también se les pasa por alto, incluso a eméritos y renombrados cardenales- del NO eclesial a la “comunicatio in sacris“. Y desde hace siglos nada menos. Y me da que sigue vigente a día de hoy.
Tampoco es de recibo atribuir a los primeros evangelizadores, empezando por los Apóstoles, que se abriesen “a la novedad” incluso frente al “siempre se ha hecho así"; porque la realidad es que NUNCA se había hecho así: la Iglesia no podía mirar atrás, porque hacia atrás no estaba Ella. Toda la Iglesia Católica era una novedad: Ella era LA NOVEDAD de la Misericordia de Dios en el mundo.
Como tampoco se puede afirmar que. en el centro de su predicación y de su actitud, “no estaba la Ley sino el Espíritu Santo". En el centro de su predicación estaba LA REALIDAD que habían visto y oido; y no sólo los apóstoles predicadores sino también los destinatarios de su predicación:
Es decir que, en su predicación, no miran hacia adelante sino hacia atrás: hacia lo que había pasado, exactamente, justo cincuenta días antes en Jerusalén. No miran hacia adelante: miran a los que tienen delante, que no es lo mismo. Y su predicación es Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que muere amorosamente por nosotros para rescatarnos del pecado y de la condenación eterna. O sea, para salvarnos. Y lo dejan bien claro: el que quiera salvarse que crea, que se arrepienta, y que se bautice, como lo quiere -y por eso lo ha mandado- el mismo Cristo.
Y, por último, lo de la alegoría de la bici y del equilibrio que sólo se conserva cuando y porque anda…, pues puede quedar bonito, incluso puede ser sugerente; pero no va más allá, y también se da contra un muro. Porque todas las expresiones que usa Jesús para referirse a su Iglesia manifiestan todo lo contrario, empezando por aquello que denota un gran calado visual y teológico: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Una “roca” no da idea de inestabilidad, sino de todo lo contrario, de solidez y firmeza: inamovible. Y así ha sido desde entonces, a pesar de los pesares y de los empeños en que fuese de otra manera. Que los ha habido, como los hay, y como quizá los habrá también. Lo mismo que las resistencias al Espíritu Santo, según el mismo “oráculo". Por no hablar de las puertas del infierno no prevalecerán; o aquello otro: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. No dan ninguna idea de inestabilidad, provisionalidad o riesgo: al contrario.
Un último apunte: Jesús no deja ningún tema abierto a la duda, a la incertidumbre, a la sospecha, a la angustia. Lo toca todo, lo aclara todo, sin dejar nada que se refiera a nuestra salvación al albur o a nuestra posible y falible indagación.
Sólo hay un tema que expresamente deja “abierto", si se quiere decir así: Pobres, los tendréis siempre con vosotros. Da toda la impresión de que, para Jesús, no era un tema de primera línea para la Iglesia y sus hijos; mucho menos con carácter exclusivo, como da la impresión ahora; aunque ni la Iglesia ni sus hijos se hayan olvidado de ellos, antes al contrario. Y eso, desde el primer minuto de su caminar terreno.
La realidad histórica es que la Iglesia Católica ha sido la primera y la única institución en la tierra que, hasta hace un par de siglos, se ha ocupado de ellos. Y, en muchos casos y sitios, sigue siendo todavía la única; y también la más generosa, con muchísima diferencia.
Y basta por hoy. Amén.