11.04.21

La primacía absoluta del testimonio


¿Por qué lo matan a Cristo? Por haber dado testimonio de la Verdad. Al Señor lo mataron por haber predicado la Verdad. En efecto, “querían matarle no en cuanto transgresor de la ley, sino en cuanto enemigo público, porque se hacía rey” (S.Th. III, q. 47, a. 4, ad 3um). Cristo vino al mundo “para dar testimonio de la verdad” (Jn 18,37) y dio este testimonio hasta el fin, dando con su muerte, su testimonio supremo.

Cristo muere para redimirnos. Pero, ¿por qué lo matan? Lo matan por haber dado testimonio de la Verdad. Él da testimonio muriendo[1] y, haciendo esto, triunfa, triunfa sobre el diablo, el mundo y la carne, sobre el pecado y el infierno, sobre el fariseísmo y la superstición, sobre la Sinagoga deicida y el Paganismo idólatra. Cristo por medio del testimonio martirial, obtiene el triunfo de los triunfos, el máximo triunfo jamás obtenido, el triunfo combatiente de la universal Redención.

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11.03.21

Misión en el paraíso – Hambre y pobreza

Volvemos del norte a la capital con intención de viajar a Roma. Tras unos pocos días en la capital, como nuestra estancia debe prolongarse por las trabas covidianas, decidimos movernos a un lugar cercano a las playas, aprovechando un contacto con una persona que nos ofrece una casa sencilla en una de las muchas aldeas de pescadores.

La casa no tiene agua corriente, ni electricidad, no tiene camas, y hace un bochorno terrible que nos obliga a dormir al aire libre mirando las estrellas. Para el higiene sacamos el agua de un pozo que hay en el jardín. Y para nuestras necesidades hay algo hecho de cemento, parecido a un baño, sobre una fosa séptica.

La casa se sitúa en una pequeña aldea cerca del Puerto de no Retorno, donde acaba la Ruta de los Esclavos. Ahora los chinos van a demoler toda esta zona para edificar un complejo turístico con el tema de los esclavos. Para este fin el Estado ha expropiado todas las casas pagando por ellas lo que equivale a poco más de 500€. Nuestra casa también ha sido expropiada. Gracias a los ingenios de un aldeano, nos empalman con el cableado de un comercio, y tenemos electricidad.
     

 Aunque no nos propusimos una “misión oficial", sucede que como el agua moja y el fuego quema, el misionero misiona. Para evitar malentendidos nos reportamos al Rector del lugar. La parroquia abarca un territorio inmenso de playas paradisíacas, el rector cuenta con la ayuda de un vicario, pero no es suficiente para atender bien todo. A pesar de un primer recibimiento cordial, a los pocos días recibiremos unas instrucciones que limitaran nuestros movimientos…

Nuestra vida se organiza en torno de las horas litúrgicas. Madrugada oscura bajo las estrellas del Ecuador, al fondo del mar la Cruz del Sur perfectamente visible, Escorpio y Centauro brillan sobre nosotros, amanece mientras salmodiamos en la playa Maitines y Laudes con la aurora. A lo lejos, algunas luces sobre el mar señalan el lugar donde faenan los pescadores con las redes, arriesgando no pocas veces sus vidas para traer el alimento al hogar, en unas pequeñas embarcaciones con forma de canoa, donde desafían al Océano, que en estas costas suele estar regularmente embravecido.


Después del Santo Rosario, rezamos la hora Prima viendo salir el sol a Oriente sobre el horizonte del mar. Los mosquitos se han comido mis manos pese al repelente, y aunque trato de convencerme de lo contrario, creo que volveré a pillar la “palud". Tras el estudio rezamos la hora Tercia, y después organizamos el día mientras desayunamos. No es común aquí desayunar, pero nuestra robusta constitución tiene sus exigencias. Aunque comemos con bastante modestia, un plato por comida y punto, las tres comidas en África es un lujo de los ricos (ya no digo si comento aquello de las cinco comidas que tenemos en España).

La malnutrición y el hambre aquí son habituales. La gente come por lo general entre una y dos comidas. Realizamos una pequeña campaña para aliviar esa necesidad, sabemos que no soluciona el problema, pero es mejor que nada. Localizamos a las familias más pobres de cada aldea y les damos un lote con lo necesario para un mes. Entre esas familias me llaman la atención la situación de dos jóvenes enfermos de unos veinte años a quienes tomo de la muñeca, el índice sobrepasa ligeramente la uña de mi pulgar. Así como lo digo…



(continuará…)

Padre Emmanuel, S.E.

30.01.21

La paradoja de las periferias – La Misión en su laberinto.

Una vez más, herederos del mandato misional que nos legó Nuestro Señor, lo dejamos todo y hemos venido a tierras de misión, a propagar la Iglesia. 
Las autoridades nos (de)tuvieron aquí tres meses. Luego de un trimestre  de papeles, audiencias y tediosas esperas, nos dicen que aún no podemos misionar ya que necesitamos tal o cual papel covideano o burocrático.
Nos mandan del África Sub-Sahariana (donde estamos) a Europa a tramitar difíciles formalidades, que no sabemos si algún día podremos obtener. Mientras tanto, las incontables almas que aún no conocen a Jesús, siguen esperando. 
Ya estaba por escribir una crónica sobre este fenómeno que podemos llamar “la paradoja de las periferias", pero mi compañero de armas, el Padre Emmanuel, me ganó de mano y compuso estas breves líneas, que comparto con todo el orbe. Más adelante, pienso volver sobre este tema ya que es muy grave y tengo mucho que decir al respecto.

¡Basta de burocracia!
¡Viva la Misión!
 
Padre Federico, S.E.

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23.12.20

CÓDIGO DEL MISIONERO (Versión de Marcha)

I.- El espíritu del Misionero: ​es único y sin igual, de encendida acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con las tribus paganas para proclamar la Fe Católica.

II.- El espíritu de filiación: con el sagrado juramento de preferir morir y reventar antes que pecar.

III.- El espíritu de amistad: con Jesucristo, los compañeros y aun con los infieles.

IV.- El espíritu de unión y socorro: a la voz de ¡A mí La Misión!, sea donde sea, acudirán todos y, con oportunidad o sin ella, con toda parresía , proclamarán la Fe a las tribus paganas.

V.- El espíritu de marcha: jamás dirá que está cansado, hasta caer extenuado. Será el cuerpo más veloz y resistente.

VI.- El espíritu de sufrimiento y dureza: el Misionero se gloriará en sus tribulaciones. No se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño; hará todos los trabajos y plantará doquiera la Cruz.

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13.12.20

Voy al peligroso Norte

Publicamos este texto que el Padre Emmanuel, novel Misionero de la Orden San Elías en África Occidental, escribió con apostólica espontaneidad en la gloriosa fiesta de San Francisco Xavier.
Una aclaración: el Padre Emmanuel escribió esto y lo publicamos para edificaros con su actitud heroica, pero desde la Orden San Elías moveremos cielo y tierra para redimirlo en caso de que los musulmanes lo rapten.
De todos modos, si ellos le hacen algo a él, a mí también me lo haran.
Pero, nadie tema ya que objetivamente hablando, acá los riesgos son remotos. Por ende, no hay ni el mínimo viso de circuncelionismo, si es que esta etiqueta pueda aplicarse al desafío misional de vanguardia.

In Domino et Domina,
Padre Federico, S.E.
Misionero en África Subsahariana

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Hoy es 3 de Diciembre, San Francisco Javier, patrón de las misiones. Especial para nosotros que estamos en la brecha, y doble motivo de orgullo para mí, por ser español.
Es admirable contemplar la gesta misionera de este Santo, que fiado en Dios salió al asalto del cielo, e implantó una joven cristiandad en el lejano Oriente.

 

mision_ africaQuizá por ser este el destino de tan gran misionero, siempre había querido ir a evangelizar el Oriente. Pero Dios me ha traído al África francófona, tal vez para aprender la lengua de aquella otra patrona nuestra, Santa Teresita del niño Jesús.

Cosas de los hombres: un día no se puede ir al norte porque es peligroso; otro día me envían un chofer y una religiosa a mi alojamiento, sin previo aviso, para ir a una de las ciudades situadas más al norte del país. ¡Y yo encantado! El Obispo, que es una persona muy prudente, ya ha tomado las precauciones necesarias. No hará mucho por esta zona secuestraron algún misionero y alguna religiosa. Pero voy tranquilo. En algún momento el Obispo, comentando la última matanza de Boko Haram, me comentó que si esos nos pillaban nos cortarían la cabeza. Yo le dije sencillamente «bueno Monseñor, de algo moriremos todos», a lo que sonrió con cierta complicidad. Las matanzas han sido muy lejos de aquí, pero las noticias inquietan.
Un misionero me dijo que a veces lo más parecido al misionero es el ermitaño, porque aún teniendo una vocación apostólica muy a menudo se encuentra aislado por el idioma, la cultura, la raza… Y todas esas barreras que arrastramos por culpa de los habitantes de Babel. También porque después de un período de actividad frenética, viene otro tedioso en el que no sabe uno en que matar el tiempo; así como un barco de vela que está entre tormentas, y luego queda sin un soplo de aire para moverse. Y ahora que tenía un plan de trabajo ante la ausencia de actividad apostólica (hacer con devoción las Horas, estudiar intensivamente francés, algo de chino, alguna hora de dogmática) salgo corriendo al norte, dónde estaba prohibidísimo ir. ¡Pues allá vamos! ¡Presto a los planes de Dios!
Por el camino pienso ¿que haré si me secuestran? Bueno, voy pensando cómo sería que Dios quisiera manifestar en mí el misterio de la cruz para esos hombres. ¡Habrá que demostrarles que Dios los ama hasta el extremo! Pero hoy seguramente no será el caso, el Obispo ha dispuesto que llegue directamente a la parroquia del lugar dedicada a Santa María.
Me explica el rector del lugar que es una zona peligrosa, también para ellos. Todos los cristianos que hay en la villa son llegados de fuera, y el islam autóctono, aunque herméticamente cerrado a la fe verdadera, en general no es agresivo. Pero tampoco da más facilidades de las necesarias. Aquí también la escuela católica es muy apreciada. Pero la zona está en el área de influencia del yihadismo.
Al ser una ciudad fronteriza, las fronteras atraen a los maleantes, y a estos les atraen los blancos, por los enormes rescates que se ofrecen por nosotros.
Yo le digo que si me secuestran no quiero que me rescaten, ¡soy misionero! —Si hace falta lo dejaré puesto por escrito y con firma: ¡No quiero que me rescaten! ¡Que ocasión se perdería para la conversión de estás almas condenadas a vivir en el error! ¡A cuantos se podría salvar del infierno si se los aparta de sus desviadas doctrinas! —No es tan fácil; hoy en día a nadie le dejan ser mártir así como así. Además hay que ser prudentes, no nos vamos a dejar atrapar así como así… Y ciertamente, es fácil hablar de ello cuando uno no se ha visto en la situación: en el país vecino un sacerdote negro ha apostatado no hace mucho, ahora es musulman, se sospecha que obligado a ello.  Así están las cosas. ¿Pero si uno no se anima con palabras, como llegará luego a los hechos? ¡Hay que definir bien los ideales, y en la misión el ideal es el martirio, porque así ganó Cristo nuestra salvación! Lo repito: si me llegaren a secuestrar no quiero que me rescaten. No se preocupen: ¡Dios no abandona a los que se abandonan en Él!

mision_ africa
¡Es una pena que no nos dejen predicar por aquí! Me hablan los sacerdotes de numerosas poblaciones a las que nunca ha llegado el anuncio de la Palabra. Será un privilegio de los negros predicar a esas gentes, así lo quiere el Obispo, de momento a nosotros se nos ha vedado por ser blancos. Por otro lado regreso contento a el obispado; me han dicho que donde pretendemos fundar la misión no hay absolutamente nada, ni agua corriente, ni electricidad, ni red telefónica, ni señal de internet, ni cobertura… Incluso es posible que allí también nos secuestren, porque se ve que al final nos pueden secuestrar en cualquier lado. Le río el humor negro a mi interlocutor que me presenta tan apasionante panorama, y le correspondo con un chiste que me he aprendido de un misionero entre unos leones hambrientos, que se convierten al cristianismo por la intercesión del misionero, y terminan comiéndoselo, no sin antes dar gracias a Dios por los alimentos recibidos.
¡Por la fidelidad heroica de los misioneros, intercede San Francisco Javier! ¡Feliz día de San Francisco Javier!

Padre Emmanuel, S.E.
Misionero en África Subsahariana