18.02.17

Misión en el Tibet.(continuación)

 

Navidad (verdaderamente) ecuménica en el Tíbet

Javier Olivera Ravasi, el 23.12.16 a las 5:30 PM

- “Tengo varios amigos judíos”.

- “Tengo muchos amigos homosexuales”.

- “Tengo un gran respeto por todas las religiones”.

-  “Soy cien por ciento ecuménico”.

Afirmaciones todas que, por políticamente correctas que quieran ser, justamente corroboran todo lo contrario y, quien las dijera al unísono sólo permitirían colegir que nos encontraríamos frene a un antisemita homofóbico (aquí sí, excelentemente usado el eufemismo) e intolerante.

Pues bien; yo carezco de todas esas aparentes virtudes y nunca me imaginé que aquí, en plena meseta tibetana y a miles de kilómetros de mi tierra, me iba a convertir no sólo en un artífice del verdadero ecumenismo, sino en uno de sus más acérrimos defensores.

Pero, ¿qué es el ecumenismo? Pues bien: a diferencia del “diálogo inter-religioso” (que según Ratzinger, estrictamente hablando, no puede existir), el ecumenismo intenta justamente, como el término lo indica, buscar la unión, la comunidad, lo que une, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo, venido en Carne para salvar al género humano. El verdadero ecumenismo, entonces, intenta acercar a los herejes a la verdad completa para que pertenezcan a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, la única Iglesia fundada por Jesucristo.

Pero, ¿qué es hoy el ecumenismo, en muchas partes? En la praxis, no pasa de ser un carnavalesco intercambio insípido donde ni se predica al Jesucristo ni se intenta cumplir con lo que Dios pidió cuando rezó (Jn 17,21), para “que todos sean uno” y exista un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10,16).

Aquí, en el confín del Himalaya, existen poquísimos cristianos (apenas unas 20 o 30 familias, quizás) gracias a la predicación de unos misioneros protestantes finlandeses del siglo XVIII. Desde esa época los protestantes (simplemente “christians” por acá), se han intentado mantener fieles a las tradiciones por medio de sus predicadores permanentes y su “culto” (principalmente la lectura y comentario de las Sagradas Escrituras). Lo llamativo del caso es que esta gente cree en la divinidad de Jesucristo y hasta en la Maternidad Virginal de María. Algunos, según dicen, es gracias a la desvinculación que tienen con otras sectas protestantes y por intentar seguir a rajatabla la Biblia.

Lo cierto es que, en un contexto budista e hinduista, el hecho de encontrar cristianos de buena fe, que intentan seguir en serio las enseñanzas de Jesús y practicar sus virtudes, es encontrar un oasis. En serio.

Es tanta la ignorancia en la que se ven sumidos los “laicos” budistas e hinduistas por medio de sus “rimpoches” o “gurúes” orientales, que el conversar con estos protestantes es, si no estar con un hermano, al menos con un primo lejano.

Pues bien; basta de lata. Acá va la cosa.

Al llegar la Navidad queríamos pasarla católicamente y, hete aquí que unos de los pastores protestantes nos ofreció hacer un 25 de Diciembre cristiano, en un lugar absolutamente pagano, donde ni siquiera conocen el nombre de “Christmas”, o de Jesucristo.

¿Qué hacer? Nosotros no teníamos experiencia en estas cosas, así que nos adelantamos y les dijimos desde ya que sí; y les entregamos un programa de la siguiente manera.

10 AM: Villancicos de Navidad (ya hemos escuchado algunos de los que cantan y son muy hermosos y dignos)

11 AM: Pesebre viviente hecho con niños paganos y protestantes, dirigido por una voluntaria belga, católica practicante, que vino unas semanas a dar “clases de inglés” (catolicismo en inglés, digamos…)

12 AM: Santa Misa católica según el rito extraordinario…

13: Almuerzo

14: Predicación de uno de los pastores

14.30: Predicación de uno de nosotros, los curas

15: Deporte y alguna película para niños con la vida de Jesús

17: Bendición final

Uno dirá:

- “¡Pero qué sencillo! ¡Eso también lo haremos en mi parroquia!”

¡Jé! El tema es que ni se dan una idea de lo osado que es esto en este contexto, en el norte de la India donde el budismo, principalmente, es la religión predominante y, los monjes budistas no son los corderitos que la new age predica para nosotros, los occidentales, consumidores crónicos de estúpidas ilusiones.

¿Por qué la misa tradicional? Lo pensamos y, como por aquí nos dijeron que el sánscrito es la lengua litúrgica y tradicional (aunque nadie la habla), se nos ocurrió que, dado que aquí no conocen la misa católica, podríamos presentarles este tesoro varias veces centenario que la Iglesia posee y que, seguramente apreciarán.

En total, se esperan unas trescientas personas, cien de las cuales serán “parias” (gente trabajadora que vive en la calle) y absolutamente paganos que…, ¡irán a misa por primera vez!

Con Asis; el primer monaguillo (aún no está bautizado)

Ya hicimos 100 misalitos latín-inglés; las lecturas las haremos en nepalí y el sermón en inglés con traductor simultáneo al nepalí y al hindi, donde intentaremos enseñar lo que es la Santa Misa, el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz de modo incruento, que se renueva por nuestra salvación.

Para los protestantes será una enseñanza complementaria; para los paganos una completa novedad pues sus ídolos jamás se entregarían a la muerte por cada uno de los hombres. Ya narraremos las repercusiones.

La Misa de Angelis, a su vez, sonará por primera vez en estas tierras orientales con el monte Kantchenzonga de fondo.

Pedimos oraciones para que la Verdad, el Bien y la Belleza, conmuevan a estas almas alejadas de ese Dios que se encarnó por nosotros hace más de dos milenios.

¡Y… que viva el (verdadero) ecumenismo que convierte!

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Misión en el Tibet.(continuación)

 

Budismo “for dummies". Visita a un monasterio tibetano

 

 
Javier Olivera Ravasi, el 21.12.16 a las 11:13 AM

 

No soy experto en religiones orientales, ni en budismos, ni en comidas veganas. Pero desde hace unas semanas me encuentro en la meseta tibetana, en pleno Himalaya, con el P. Federico, intentando cumplir con el mandato evangélico que Nuestro Señor nos dejó antes de ascender al Cielo: “id por todo el mundo, enseñando lo que yo les he enseñado” (Mc 16,15); no estamos “oenegeando”, es decir, haciendo de la Iglesia una ONG que tranquilice las conciencias de múltiples voluntarios.

¿Cuál es la idea aquí? Simplemente evangelizar, hacer apostolado, visitar casas, estar con la casta de los “parias” o “dunkas” (paupérrimos indios que viven en tiendas y caminan descalzos), etc.

Este sábado pasado, entre otras mil actividades, fuimos invitados al monasterio budista que se encuentra a un kilómetro de nuestra casa; los “lamas” o monjes, culminaban allí con un meeting para más de 300 personas luego de una semana de festejos, vaya a saber de qué (en la aldea, el 99% es budista, el resto hinduista y unos pocos protestantes).

Vale la pena decir que, el budismo a esta zona norteña de la India, llegó por medio de una invasión armada que los mismos monjes realizaron o secundaron hace unos trescientos años (¡otra que pacifismo tibetano!).

Aclaro que yo del Tíbet y de religiones hindúes conozco lo que un hindú del tango; es decir, poco y nada: alguna que otra lectura suelta acerca de su filosofía, la película de Brad Pitt (“Siete años en el Tíbet”), y algún que otro libro de arte donde se muestran estas magníficas construcciones sagradas que parecen desafiar los vientos himaláyicos. Es decir: narraré lo vivido, visto y oído y for dummies, es decir, para gente simple como yo, en estos temas.

El sábado fue mi primera vez en un monasterio tibetano; había más de cuarenta monjes y monjitos (tienen también una especie de “seminario menor” para los niños, con “sotanitas” budistas y todo). Nos habían alertado por aquí que, a estos “consagrados” (tienen hasta una especie de voto de castidad) no les agrada mucho eso de que le hablásemos de Cristo (obvio) y menos que menos en el marco de una fiesta pagana… Sin embargo, no podíamos perdernos la oportunidad de intentar conversar con alguno de ellos.

Como íbamos acompañados del alcalde de la aldea, fuimos recibidos muy cortésmente y a la oriental: comida picante, frita, carne de yak (sí: no son tan vegetarianos…) sopas y verduras varias. Todo esto acompañado con agua caliente (por aquí, se almuerza o se cena bebiendo con agua caliente, no fría), té, más té, y arroz, mucho arroz… Tanta era la comida que, por no despreciar, hubiésemos debido pasar al vomitorium, de ser romanos.

Terminado el almuerzo, pasamos a conocer el templo; un neófito como yo estaba ansioso por conocer qué eran esos gritos y esas trompetas estridentes que se oían casi a diario desde mi casa. Se oían a diario sonidos a-melódicos, sin ritmo; queríamos ingresar durante el culto idolátrico, pero nos dijeron que no, que esperásemos pues estaban los monjes allí; es decir: el clericalismo existe incluso entre los seguidores de Buda. Terminado el gong, ingresamos.

Íbamos también con una joven voluntaria belga que vino algunas semanas a “enseñar inglés” (el inglés es la excusa para evangelizar, obvio); antes de pasar al templo, se nos pidió que nos sacáramos los zapatos; el P. Federico, conocedor de estas cosas dijo en alta voz: “lo hacemos por respeto a las personas, no a los falsos dioses y demonios que adoran”. Y así lo hicimos…

¿Qué había adentro? Al fondo de todo, la imagen de Buda (en ciertos lugares se lo representa bien flaco, signo de su ascetismo y en otros bien gordo, signo de la abundancia). ¿Qué más? Un ídolo con fuego sobre su cabeza, habitualmente fornicando o violando a una mujer (claro, porque aquí las femen europeas o las “autoconvocadas” latinas no han llegado todavía…) y algunos que otras imágenes que, de sólo mirarlas le quitan a uno el hipo del miedo. Figuras zoomórficas, demonios, etc.; cada paso que dábamos dentro de este tremendo templo recordaba en mi interior la sabiduría divina que quiso preparar Su venida por medio de la civilización greco-romana, donde, llegada “la plenitud de los tiempos” (Gál 4,4), Nuestro Señor se encarnaría. Fue gracias a ella y a sus conceptos que el Evangelio pudo diseminarse como reguero de pólvora en un mundo en que Dios (Zeus) podía unirse con una virgen o una diosa con un mortal, dando lugar al héroe de doble naturaleza[1].

¡Y agradecí ser católico, apostólico y romano, una vez más!

Pero lo interesante vino después; queríamos hablar con un lama. ¿Cómo hacerlo? Se nos ocurrió una idea; le preguntaríamos a alguno de ellos (casi todos nos eran esquivos, sabiendo que éramos “cristianos”), alguna pregunta existencial.

- “¿Qué es la compasión?” –sería nuestra pregunta.

Pero no encontrábamos a quién hacérsela. Sabíamos que sería un buen anzuelo para comenzar a dialogar.

Luego de intentar en vano con un par de ellos, vimos a uno que tenía cara de bueno: lo cruzamos y le preguntamos con cara de inocente:

- P. Javier (PJ): Hermano, estoy preocupado y tengo miedo. Dime, ¿podrías indicarme dónde iré luego de mi muerte?

Y allí comenzó el diálogo “inter-religioso”, con perdón del prostituido eufemismo moderno.

- Monje budista (M): eso depende de tu corazón… - respondió.

- PJ: No entiendo; ¿cómo que depende de mi corazón?

- M: Sí, depende de si tu corazón es puro o no.

- PJ: Mmm… ¿podrías explicarme un poco mejor? Porque realmente, este problema me aqueja desde hace tiempo.

- M: Si tu intención es recta, lo que hagas siempre será bueno, porque el mal o el bien están dentro de tu corazón.

- PJ: ¿Cómo? ¿No existe el bien y el mal, entonces?

- M: Sí existen, pero sólo en tu corazón.

- PJ: Entiendo…; entonces, no existen el bien y el mal como tales. Sólo están en nuestro interior, ¿no es así?

- M: Así es –me respondió

-PJ: Entonces, dime. Aquí hay un niño (justo había ido conmigo mi alumnito indio a quien le estoy enseñando la Misa de angelis, de la cual hablé en el post anterior): si yo matase a este niño pues creyese que es lo mejor para él ¿estaría haciendo un bien o un mal?

El monje quedó pensativo… Luego de unos segundos, me respondió con una pregunta, a lo jesuita:

- M: Pero, ¿tú lo harías con qué intención? Es decir, ¿tendrías el corazón puro?

- PJ: ¡Absolutamente! – le respondí. No quiero que este niño sufra el hambre, la pobreza, la enfermedad…; además, ahora aquí, en esta zona, hay poco trabajo y, muy probablemente a él le costará ganarse la vida cuando sea mayor. Mi intención es muy pura.

- M: Entonces harías una buena acción –me respondió.

Quedamos perplejos…; nunca habíamos oído una respuesta por el estilo. Astrid, la joven belga que estaba allí, preguntó indignada algo y el Padre Federico agregó una punzante pregunta “inocente”:

- ¿Y si creo que tú también estás sufriendo, eres pobre, no eres feliz y que, por ende, si te matáramos te haríamos un bien? ¿Sería correcto todo esto? Siempre con la mejor de las intenciones, obvio…

- M: Eso sería correcto…

- PJ: ¿Entonces tú crees que, si hace falta poblar la zona porque hay pocos nacimientos, con la mejor de las intenciones, se podría violar a las mujeres para que tuvieran más niños?

El monje quedó pensativo…; todos somos relativistas ¡pero tampoco es para tanto! Y no respondió, por lo que insistí:

- PJ: Porque de no ser así, estarías aceptando que hay algún bien y algún mal objetivo, independiente de nuestras intenciones y corazones…

- M: Mmm… Debería meditarlo un poco más -dijo, siguiendo el típico estilo oriental de responder.

- PJ: Pues bien. Medítalo. Cuando quieras, nosotros estamos aquí abajo, a un kilómetro de distancia. Quizás algún día, si vas por la aldea, podríamos conversar un poco.

Nos intercambiamos los teléfonos (es un lama moderno: tiene celular) y quedamos en contacto.

Entonces entendí que por qué mucha gente en Occidente abraza esta deletérea filosofía oriental; porque concuerda perfectamente con lo que el mundo moderno hoy por hoy profesa: un relativismo subjetivista pero con límites: siempre y cuando no se le venga en contra, pues allí, todos nos transformamos en aristotélicos-fascistas.

¿Cómo terminó la cosa? Con un par de trucos de magia que me pidieron que hiciera a la gente (es un viejo hobby que tengo).

Todo bastante bien, aunque un par de días después nos enteramos de que los lamas comenzaron a decirles a los habitantes de la aldea, que no nos recibiesen en sus casas…; unos decían que era porque querríamos convertirlos al cristianismo (cosa que es cierta) y otros que temían mis “hechizos". Sí; creer o reventar… pero una de las principales actividades de los monjes budistas es hacer “trabajos” con los ídolos, de allí el temor que la gente les tiene por su contacto con lo oculto.

En fin,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

[1] Es por esto que, en el Areópago de Atenas, todos asintieron cuando San Pablo explicó la doble naturaleza de Cristo, aunque no Su resurrección.

 

 

Misión en el Tibet.(continuación)

 

Misa “ad orientem” en el Himalaya oriental

Javier Olivera Ravasi, el 17.12.16 a las 6:38 PM

Como les comentaba a mis lectores en uno de mis últimos posts, me encuentro visitando a mi gran amigo, el P. Federico, misionero en la meseta tibetana, en pleno Himalaya oriental.

Para mí todo es nuevo: desde la gente que no come carne de vaca (“gay-mazú”, es decir, carne sagrada) hasta la no utilización de las duchas, sino una especie de jarrita con la que se echan el agua encima al momento de tomar un baño.

 En esta época del año, aquí, con una vista privilegiada del famoso monte Kanchendzonga, de 8500 metros, hace frío durante las mañanas y las noches, pero durante el día el clima es bastante apacible; no nieva, pero sí se ven las montañas nevadas a unos cuantos kilómetros.

La gente es sencilla; más bien sencillísima y muy buena. No hay persecución cruenta a los cristianos en esta zona y, hasta donde ví, todos lo reciben a uno con gran amabilidad. Puntualmente estamos (“aramos, dijo el mosquito…”) intentando evangelizar desde cero a esta gente que, en su mayoría es budista, con un porcentaje mínimo (¿0,5%?) de “protestantes” (y lo coloco así, entre comillas, porque el protestantismo de esta gente es cien veces más más católico que el catolicismo de muchos de los europeos o hispano-americanos) y otros hinduistas.

Lo impactante es que la mayoría jamás escuchó de Nuestro Señor Jesucristo. No es que lo hayan hecho y rechazaron Su doctrina, sino que jamás tuvieron la posibilidad de rechazarlo, pues nunca nadie se los predicó…

El P. Federico hace una labor de primera evangelización; digamos más bien que es una plantatio ecclesiae; me explico: pidió permiso al obispo indio más cercano al Tíbet y a Bután (pues allí no hay obispos ni curas) para poder predicar en las aldeas donde no hay católicos. Es decir: su única condición para venir por estos lares era que no existiesen católicos por aquí.

¿Cómo predica? Sencillo: va casa por casa y se presenta en inglés (aquí se habla nepalí y una antigua lengua llamada “rong”) explicando que viene a predicar al Dios vivo, al Dios que salva, que perdona, que ama y que premia a buenos y castiga a malos y que murió por nosotros en la cruz… Nada más ni nada menos; no creó una ONG, no hace sincretismo, predica a Jesucristo con el método evangélico: “sí, sí, no, no”. Si en la casa en la que entra es bien recibido (va siempre con un intérprete por las dudas que no hablen inglés), entra y explica la Fe católica de modo sencillo y, cuando no lo reciben, simplemente se retira recordando lo que dice Nuestro Señor: “si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos” (Mc 6,11).

Pues bien; hoy quería contar nomás una de las tantas anécdotas que vengo viviendo en estos días.

Una de mis funciones durante este tiempo de “vacaciones misionales” es enseñar música. Sí; puntualmente canto y órgano (un instrumento que casi nadie conoce por aquí), así que comenzamos con un alumnito llamado Ássis, un niño híper despierto, obediente y dócil que rápidamente empezó a hacer uso de este hermoso instrumento para uso litúrgico. Está fascinado. La idea es enseñarle puntualmente la llamada Missa de Angelis, esa hermosa y tradicional composición que la Iglesia canta tanto para la Misa de los santos ángeles como en diversas oportunidades litúrgicas.

Al conversar con los primeros paganos y “protestantes” que querían participar de la Misa les hablamos de lo que significaba el Santo Sacrificio del altar (háganse una idea de que no sabían lo que era la Misa…) y les dijimos que había algunas cosas a conversar: en primer lugar, la lengua a utilizar y la disposición del “altar” (por ahora, una simple mesa adornada con ornamentos que trajimos desde nuestro viaje por hispanoamérica).

Les dijimos que la Iglesia, por ser católica, es decir “universal”, tenía una lengua universal; lengua que ahora no se usa para hablar pero que sí debería usarse para rezar según los papas (ojo: antes les explicamos qué era eso de “el Papa”, pues aquí hay muchos ídolos y muchos dioses falsos; les resumimos lo de Castellani: “existen entre nosotros fulanos que piensan es devoción al Sumo Pontificado decir que el Papa (…) en cualquier tiempo ‘es un santo y un sabio’… aunque no sepan un comino de su persona. Eso es fetichismo africano, es mentir sencillamente a veces, es ridículo; y nos vuelve la irrisión de los infieles[1]; y lo entendieron perfectamente…). Les preguntamos y respondieron que, para ellos, lo mejor sería usar esa lengua de la Iglesia, pues estaban deseosos de ser “católicos”, es decir, “universales” y así se sentirían mejor y en mayor unión con todos los católicos del mundo. Esta predicación me tocó hacerla a mí, en inglés, con un joven traductor al nepalí. “¡Tomá mate!”, como decimos en Argentina cuando nos asombramos de algo.

En segundo lugar, la disposición del altar; esto le tocó al P. Federico. Les dijo que, en algunas iglesias católicas fuera de esta aldea remota, quizás ellos verían algún día que el cura mira a los fieles todo el tiempo, pero que, en realidad, el Sacrificio se está haciendo a Dios, y no a los hombres, por lo que les preguntó qué opinaban ellos: si el cura debía mirar como ellos hacia el crucifijo que colgamos en la pared o si debía mirarlos a ellos. Había allí una veintena de neófitos. Yo estaba allí, mirando y escuchando como un niño; al terminar el P. Federico de explicar y preguntar qué preferirían, todos, al unísono, dijeron: “¡mirando todos a Cristo”! ¡Me quedé helado! Era una prueba clarísima de que, esta gente sencilla y cuasi analfabeta, comprende mucho mejor que varios doctorcitos y teologuillos de renombre lo que implica el Santo Sacrificio de la Misa ¡Misa ad orientem en el Himalaya, por aclamación popular! ¡Si el cardenal Sarah lo supiera…!

A veces el pueblo tiene razón… Es, por ahora, el sensus infidelium, ¡jé!

Todo aquí es aventura; todo es un enorme misterio. ¡Cuántos misioneros harían falta!

Corto con esta crónica y la seguimos más adelante.

¡Cristo vence!

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

PS: por pedido de las autoridades locales, lamentablemente para nuestro pesar, las a-católicas autoridades civiles locales, no nos permiten el uso de la sotana.

 

[1] Castellani, L. Las Parábolas de Cristo. pp. 130-131.

Misión en el Tibet.(continuación)

 

De sotana por Estambul…

Javier Olivera Ravasi, el 11.12.16 a las 8:05 PM

 - “¿Pero entenderán qué es la sotana en Turquía?".

- “Y…, al menos habrán visto alguna vez una película antigua…” - nos decíamos antes de bajar del avión.

Una de nuestras escalas antes de llegar a la meseta tibetana, fue Estambul, Turquía, antigua Constantinopla y sede del imperio romano de oriente. Allí debimos permanecer un día entero.

Como es de manual, no podíamos de dejar de visitar la hermosa Catedral de Santa Sofía, luego mezquita y ahora museo turco: una verdadera belleza de la arquitectura. El tema era…: ¿cómo debíamos ir vestidos por la calle? ¿De “clergyman", de sotana, o como laicos? Como dudamos un poco, nos decidimos enseguida: de sotana, como todos los días.

- “Es que puede haber atentados” -pensamos. Es cierto, pero también podría haberlos si no nos identificásemos como tales, como pasó, de hecho, el mismo día allí, cerca de un estadio de fútbol.

Es que, de algún modo debíamos predicar a los turcos -cuya lengua no hablamos- que hay una religión distinta (la verdadera) a la de Mahoma; la religión que sus antepasados practicaron hace siglos y que ahora olvidaron. Por lo tanto, si con nuestras palabras no podíamos dar testimonio, al menos lo haríamos con nuestro hábito (¿acaso los judíos y los musulmanes no hacen lo mismo?).

- “Probemos” - nos dijimos. Y nos largamos a caminar. 

La respuesta fue impactante; conversamos con la gente (todos musulmanes) y nos identificaban claramente como curas católicos; es más, dos de ellos nos felicitaron por vestir el traje talar: “is more formal and respectable“, nos dijeron. Algunos, claro, nos miraban con desprecio…

Nos dimos el lujo de rezar el breviario en Santa Sofía como un modo de desagraviar el sacrilegio por haberla transformado en mezquita y fuimos el blanco de varias miradas y cámaras, asombradas de ver a dos curas así.

El padre Federico llevaba sotana de color clarito por el calor, pero yo, la negra pues no tengo otra (ninguno estudia para Papa, por las dudas…).

Bueno, sólo este testimonio, para que no digan que la sotana aún no se usa o que no se entiende; y, si no se entiende, hay que enseñarla mejor.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

15.02.17

El “silencio” de las Misiones católicas (II): P. Nicolás S.J.

I.-

La herejía neo-modernista corrompe la Santa Fe Católica, atacando todas las verdades reveladas y aspectos de la vida cristiana. Así, los ideólogos que buscan mezclar el Evangelio con el principio de inmanencia, no cesan en su ímpetu de destruir todo lo católico. Esta infernal mentalidad niega incluso el “mandato misionero”, esto es, el progresismo ataca a las Misiones creyéndolas una errada rémora del pasado, una reliquia vetusta de la “Iglesia pre-conciliar”…

Ahora bien, el ataque a las Misiones es ciertamente unos de los males más graves que estamos padeciendo sobre la faz de la Iglesia ya que si la Iglesia no predica el Evangelio, se suicida.

La preternatural embestida contra las Misiones es polifacética. En efecto, despliega su virus de muchos modos: condenando el proselitismo a secas; promoviendo el respeto a las religiones erradas (en vez de respetar al que yerra y odiar al error); convirtiendo las sagradas Misiones en ONG´s, substituyendo la eterna salvación de las almas por la transitoria satisfacción de los estómagos; glorificando a los apóstoles que no hacen apostolado; rodando films que promueven la apostasía y hasta exhortando a una alianza (¡!) de la Fe verdadera con las religiones falsas, entre otras muchas burlas al rotundo e inapelable mandato que nos dejó el Señor antes de Su Ascensión: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado” (Mt XXVIII, 19-20).

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