15.03.17

Del Crecimiento Misional

“Querer ver los frutos apostólicos” es la primer tentación contra la Fe.

Tentación esta que no es una tentación cualquiera sino que es grande tentación.

El Misionero fue hecho por Dios para trabajar hasta la muerte por la conversión del mundo entero, pero, al mismo tiempo, debe renunciar a la pretensión de ver los frutos apostólicos.

Siempre habrán frutos apostólicos, pero los frutos podrán darse en otra parte del mundo.

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7.03.17

Catolicismo en el Tibet

Reproducimos este artículo sobre la Misión en el Tibet.

P. Federico, misionero en la meseta tibetana

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Tras cincuenta años sin curas ni sacramentos, los católicos más aislados del Tíbet mantienen su fe

Cuando se empuja la puerta de la iglesia china de Baihanluo, lo primero que se ve es una gran retrato del Papa Francisco: es una verdadera paradoja en esas montañas pobladas por tibetanos, gobernados por un partido comunista, es decir, ateo.

En pleno macizo himalayo, el pueblo de Baihanluo solo es accesible a pie o a caballo. Su iglesia de madera fue fundada a finales del siglo XIX por misioneros católicos de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.

El Papa Gregorio XVI (1831-1846) le había confiado a estos sacerdotes franceses la evangelización del Tíbet. Esos misioneros vivieron una epopeya sangrienta, martirizados por los lamas hostiles a la llegada de Cristo al país de Buda.

Los padres iniciaron su tarea evangelizadora subiendo los valles del río Salouen (llamado “Nu” en mandarín) y del Mekong, hasta el altiplano.

Aislados del mundo exterior por el invierno, establecieron las “misiones perdidas” en las pendientes donde los lamas conservaban una función feudal.

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2.03.17

Una espiritualidad inadaptada a nuestros tiempos

Como bien decía un autor, el cristiano siempre ha reconocido que el ejercicio de su religión es de naturaleza épica. Y por eso, por más que varíen ciertas expresiones, hablar de una espiritualidad épica no es algo estrictamente novedoso, sino algo esencialmente tradicional y perenne.

Ahora bien, la épica, y más aún la épica cristiana, es algo absolutamente contrario a la Modernidad y por ende a nuestros tiempos. Debe oponerse contra la época, la épica.

Por eso, una espiritualidad épica no parece para nada acorde con nuestra época, sino que es una pretensión contrarrevolucionaria y políticamente incorrecta.

Por eso, muchos “de Misa diaria” nos proponen, y aun exigen, una espiritualidad diferente, distinta y sobre todo adaptada a nuestros tiempos, esto es, una espiritualidad empresarial, silenciosa, que no polemice con el mundo, que no predique a tiempo y destiempo, que aborrezca la ira santa, que no incomode a los poderosos.

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19.02.17

Contra la Estomacalización

Para más refutar el anticristiano fenómeno de sustitución del apostolado por la panificación (o estomacalización de la misión), replicamos un breve y contundente ensayo de De Prada.

Que Dios nos libere de la transformación de la Iglesia en una gran repartidora de polenta.

¡Viva la Misión!

Padre Federico, S.E.

Misionero en la Meseta Tibetana

19/2/17

 

“LA CARIDAD LOCA”

 

Por Juan Manuel de Prada

 

Nos advertía Chesterton que el mundo moderno está invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. ¿Y cómo se vuelven locas las virtudes? Se vuelven locas cuando son aisladas unas de otras. Así, por ejemplo, la caridad cristiana se convierte en una virtud loca cuando se separa de la verdad; o, dicho más gráficamente, cuando las obras de misericordia corporales se anteponen a las obras de misericordia espirituales. Sobre este peligro ya nos alertaba Donoso Cortés, quien profetizó que una Iglesia que se conformarse con atender las necesidades corporales de los pobres acabaría siendo un instrumento al servicio del mundo, que a la vez que presume de procurar bienestar a sus súbditos se preocupa fundamentalmente de destruir sus almas. Una Iglesia que se desviviera por las necesidades materiales de los hombres (dándoles alimento o asilo, por ejemplo) y se despreocupara de asegurar la salvación de sus almas inmortales habría dejado de ser Iglesia, para convertirse en instrumento del mundo, que por supuesto aplaudiría a rabiar este activismo desnortado.

Para entender gráficamente los efectos de esta caridad loca que aplaude el mundo conviene recurrir, antes que a ciertos teólogos meapilas (que nos ofrecerán una versión almibarada de la caridad por completo ajena al sentido último de esta virtud teologal), a la película “Viridiana", del comecuras Luis Buñuel, pues los comecuras son a su pesar mejores teólogos que los meapilas. En la película de Buñuel, la protagonista –sintiéndose culpable de la muerte de su tío– renuncia a ser monja de clausura y, en su lugar, decide acoger en su casa a un grupo de mendigos y vagabundos, a quienes brinda refugio y alimento (obras de misericordia corporales), descuidando la salvación de sus almas (obras de misericordia espirituales, que tal vez hubiese asegurado mucho más eficazmente con su oración, en el convento de clausura). Inevitablemente, los mendigos y vagabundos fingirán farisaicamente que la caridad loca y activista de la mentecata Viridiana los ha hecho buenecitos, pero en cuanto se les ofrezca la oportunidad, agredirán y robarán a su benefactora; y, a la vez que perpetran diversos vandalismos, se encargarán también de burlarse sacrílegamente de su fe, improvisando una cena orgiástica en la que parodian la Última Cena. Que es lo mínimo que se merece quien hace de la caridad un activismo desnortado, metiendo al enemigo en casa. Y eso que Viridiana, en su cultivo de una caridad loca, ni siquiera incorpora el pecado del exhibicionismo, que hoy es el aderezo preferido de la caridad loca. Exhibicionismo que se realiza ante las cámaras, en estremecedora y sacrílega burla de lo que Cristo predicó en el Sermón de la Montaña: “Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean”; “Cuando des limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, etcétera. Y es que toda la predicación de Jesús es un combate sin tregua contra la ostentación de las virtudes (que, cuando se ostentan, dejan de ser tales) y contra aquellos que han hecho de su ostentación farisaica un modus vivendi.

La auténtica caridad cristiana mira primero por la salvación del alma del necesitado; y una vez asegurada ésta, atiende sus necesidades corporales. Es lo que hace San Pablo con Onésimo, el esclavo pagano al que primero se encarga de convertir al cristianismo y bautizar; y al que, una vez asegurada la salvación de su alma, envía a Filemón, para que lo acoja en su casa. Invertir este proceso (o postergar sine die lo que San Pablo se preocupó de hacer en primer lugar y sin dilación) es caridad loca que, por supuesto, el mundo aplaudirá a rabiar.

18.02.17

Misión en el Tibet.

Hacia la meseta tibetana…

Reproducimos el primero de una serie de artículos del Padre Javier Olivera Ravasi sobre la misión en el Tibet.

P. Federico, misionero en la meseta tibetana

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Javier Olivera Ravasi, el 8.12.16 a las 7:39 AM

Hace varios años leí por primera vez la hermosa carta que mi patrono, San Francisco Javier, nos legara para la posteridad y que la Iglesia lee cada año en su fiesta:

 

“En estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa (…)  y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!». ¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India»[1].

 

Confieso que más de una vez llegué a emocionarme y hasta me sentí “culpable” de mi vocación intelectual, de profesor, de predicador, etc… Pero en fin: cada alma tiene un “secreto” con el Señor, y como Dios no es comunista, a todos da dones e inclinaciones distintas.

Pues bien; desde hace un tiempo, uno de mis mejores amigos, el Padre Federico, un “loco lindo”, me viene insistiendo para que lo acompañe un tiempo en la misión que la Iglesia le ha encomendado en los remotos lugares de la meseta tibetana, en el norte de la India, junto a Nepal y a un par de horas del Himalaya y del Tíbet histórico. ¿Qué hace allí? Basta con ver su blog o descargar este powerpoint.

Aprovechando mis vacaciones estivales (en Sudamérica) y gracias a la gran generosidad de un donante, hacia allí he decidido dirigirme hace un par de días como si me encaminara a una aventura; no serán días de descanso (¿existen realmente para un sacerdote?) sino de intenso trabajo apostólico para ayudar durante al menos un mes a sembrar la semilla del Evangelio en estos pueblos paganos.

Chino no sé; nepalí tampoco, pero en inglés podré arreglármelas, si Dios quiere.

Ya estoy en viaje.

Si se dan las condiciones (son más que precarias), trataré de escribir alguna crónica.

Voy contento; contentísimo, recordando aquello que decía mi santo patrono: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India».

Pido oraciones por esta aventura.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


[1] De las cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio. (De la Vida de Francisco Javier, escrita por H. Tursellini, Roma 1956, libro 4, cartas 4 [1542] y 5 [1544])