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29.05.21

Primeros días en Malawi

Luego de haberlo dejado todo en Argentina y poder emigrar con toda la documentación necesaria para los tiempos de régimen covidiano, y después de muchas horas de vuelo incluyendo una escala en Etiopía de catorce horas, finalmente arribamos al Aeropuerto Internacional de Kamuzu, en Lilongwe, capital del país de destino, Malawi. Solamente al aterrizar nos percatamos de que el único avión en todo el aeropuerto era el que acababa de llegar, el nuestro. Esto nos daba la pauta con lo que nos encontraríamos en la ciudad. En cuanto a nosotros, los misioneros, no seremos los únicos. Fuimos los primeros que el padre Federico esperaba, pero en las próximas semanas estarán llegando más jóvenes misioneros de distintas partes del mundo para darlo todo por Jesucristo.

Durante las primeras horas en Malawi, aprovechando que estábamos en la capital, nos dedicamos a comprar todas las cosas necesarias para la misión que emprenderemos en el norte del país, específicamente en Chisenga, distrito de Chitipa. Allí estableceremos nuestra base misionera para ir a llevar a Jesucristo a las aldeas circundantes, las cuales se encuentran en áreas remotas y de muy difícil acceso. Con la gracia de Dios, invitaremos a las personas que allí encontraremos a recibir los sacramentos, y también formaremos un catecumenado con los niños.

Mientras nos movíamos por el centro de la ciudad todavía adecuándonos a este nuevo país y lugar, surgieron muchas oportunidades de ayudar a la gente pobre y necesitada. El primer caso sucedió cuando Mustafa se nos acercó diciendo “¡kwacha, kwacha!” que es el nombre de la moneda oficial de Malawi. Caminaba con una muleta improvisada, dado que tenía en su pierna una quemadura que había devenido en una infección muy grande y podía llegar a perder su pierna.

Con la ayuda de James, nuestro guía local e intérprete de chichewa y citumbuka (éste último idioma hablado en el norte del país), pudimos averiguar qué es lo que le sucedió y como podíamos ayudarlo. Si bien el inglés es uno de los idiomas oficiales del país, no toda la gente lo habla, solamente aquellos que han recibido una buena educación. Llevamos a Mustafa a una farmacia para ver si uno de nosotros, que, con conocimientos en enfermería, sería posible hacer una primera limpieza de la herida, pero lamentablemente en la farmacia que encontramos había un gran desabastecimiento. No era posible hallar gasas ni un desinfectante de uso común, ya que es normal encontrar góndolas semi-vacías en muchos negocios. Luego de haberle comprado comida para que se alimentara y de haberlo llevado al hospital, pudimos hablarle de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo. Aprendió la señal de la cruz, y mientras le predicábamos el Kerygma, en español, con traducción al inglés, y luego al chichewa, Mustafa comenzó a mostrarse cada vez más y más agradecido por haberse cruzado con nosotros. La mirada perdida y desesperanzada que tenía al comienzo se transformó en un brillo de esperanza que emanaba de sus ojos, y su sonrisa se hacía cada vez más presente mientras oía el nombre de Jesucristo.

 Llegando la noche nos cruzamos con Zema, una joven de 17 años con un bebé de 3 años en brazos que, a causa de la malnutrición, parecía de muchísima menos edad. Se encontraba en la calle, y pudimos ayudarla a que tuviera comida para alimentarse por un tiempo. En Malawi los pobres y necesitados surgen a toda hora, incluso en momentos inoportunos o cuando no se los espera, pero tomando el ejemplo de Jesucristo debemos estar para ellos, y ayudar todo lo que esté dentro de nuestras posibilidades. En ellos está Jesucristo mismo.

Estos han sido solo algunos de los encuentros que tuvimos durante nuestras primeras horas en Malawi. Actualmente nos encontramos en Karonga, al norte del país, cumpliendo nuestros días de cuarentena para luego poder ir a nuestro destino misional, Chisenga, donde nos espera una pequeña comunidad católica que intentaremos enfervorizar con la ayuda del Espíritu Santo para que, en salida, evangelicemos aquellas aldeas remotas donde Jesucristo o Su Iglesia no llega. No es casualidad que nos encontremos cerca de la fiesta de Pentecostés, ya que llegaremos a nuestra base misionera durante la vigilia de esta fiesta, y a partir de allí, llevaremos el Santo Sacrificio del Altar a aquellos lugares donde nunca ha llegado.

¡Viva Cristo Rey!

Jeremías, misionero en Malawi, África oriental.