6.05.21

Plantando la Misión en los confines de la tribu Nika

Plantando la Misión en los confines de la tribu Nika

Dejamos unas líneas breves antes de partir, escritas mientras íbamos de un lugar a otro. Mañana es el día tan esperado, el día ansiado, nuestra “Fiesta de Bodas"… Sí, a las 0730 salimos desde la Catedral de Karonga a fundar la Misión de Chisenga, en la exacta frontera de Malawi y Zambia. Queríamos empezar la Misión ayer, pero el Obispo determinó que todo comience el 7 de mayo, Fiesta de San Estanislao, martirizado mientras celebraba el Sacrificium Missae

Nos toca evangelizar Chisenga R.T.A. (Rural Trading Area), una zona habitada (casi) exclusivamente por la tribu Nika. El territorio misional está compuesto de seis áreas internas y 26 aldeas, varias casi innacesibles -topográficamente hablando.

Según el sondeo que hicimos indagando a los líderes nativos, en 13 de las 26 aldeas no hay ningún católico. El Obispo, desde el comienzo, nos aclaró que es una zona donde todavía hay brujería, por lo cual él nos confirió la potestad exorcística. Es un terreno donde la poligamia es considerada algo natural. Es una tierra dominada por las sectas más disparatadas del protestantismo más anti-evangélico: el que no confiesa ni la Trinidad ni la Encarnación sino una teología de la prosperidad pura y dura (en un contexto donde todo el mundo está varios kilómetros por debajo de la línea de pobreza).

Como es una zona de primera evangelización, no hay presbiterio ni residencia sacerdotal, pero eso no es un problema ya que conseguimos cinco toldos militares, que están llegando desde Sudáfrica, lo cual nos evoca los toldos petrinos del Tabor.

Entre este mes y el que viene, está llegando un comando de jóvenes misioneros, que, en las antípodas de «una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad» (Evangelii Gaudium, 49) vienen llenos de celo apostólico dispuestos a morir por Jesucristo y plantar la Cruz hasta en las guaridas de los brujos. Gracias a Dios, todo explota.

En la base hay una pequeña comunidad católica y desde allí viviremos “en salida", yendo y viniendo a las 25 aldeas circundantes tratando de propagar los límites de las Iglesia visible lo más posible.

Es una zona sin luz, pero eso no importa ya que conseguiremos unos paneles solares y unos cargadores y cuando éstos se agoten y ya no haya luz solar, viviremos como en la época del Aquinate (y como quería Petit de Murat): bajo la luz de la vela.

Es una zona donde solo hay un centro de salud para 26 aldeas, mas esta “clínica” carece de médicos. No hay ni uno solo. Por eso, aquellos galenos que quieran venir aquí por unos días (o semanas) a salvar las vidas (no dos sino incontables) de los pobres más pobres, son bienvenidos.

Dejaremos pronto los nombres de las 26 aldeas para que sean adoptadas por quienes se ofrezcan. Hace falta guerreros de la oración que adopten espiritualmente aldeas, con sus oraciones y ayunos. Aspiramos a conseguir cincuenta adoptantes por aldea ya que la idea es misilear el Cielo con oraciones y sacrificios para que el Cielo bombardee esas aldeas con gracias de conversión.

Que Dios nos dé la gracia de vivir y morir misionando.

¡Viva Xto Rey!

 

¡Viva la Misión!

 

Padre Federico, SE

Misionero de Frontera

Karonga, 6/V/MMXXI

 

 

5.05.21

Del Himalaya a Roma y de Roma a Malawi

Del Himalaya a Roma y de Roma a Malawi

 

Hace cinco años Dios nos envió al Himalaya. En diciembre del 2019, debimos salir para defender nuestra tesis doctoral en Roma (y porque nuestro Obispo nos había pedido fundar un seminario misionero internacional en Francia, que queríamos bautizar Xaviericum, en homenaje al Patrono de las Misiones).

Llegados a Roma, hubo una involuntaria demora en la fijación de la fecha de defensa lo cual nos obligó a dejar Europa –donde no podíamos estar más de 90 días por razones de visado; nos dieron fecha para finales de marzo; esperamos oyendo confesiones en una escuela de Atlanta (donde hacía tiempo nos venían invitando) y, como, hasta la tan ansiada fecha de defensa nos quedaban unas tres semanas libres, aprovechamos el tiempo –de cuyo uso Dios nos pedirá cuentas, partiendo a dictar un Curso de Cultura Católica itinerante programado en México, Paraguay, Colombia y Panamá. En medio de la apostólica transhumancia, empezaron a cerrar las fronteras, llegamos en el último vuelo a Panamá y nos quedamos allí varados casi seis (apasionantes) meses; tuvimos que preparar la defensa en una pequeña isla centroamericana –donde nos prohibieron bendecir casas (por razones sanitarias)- y defender la tesis doctoral por zoom (ya que tanto las fronteras de Panamá como las de Italia estaban cerradas). Durante medio año tratamos de salir de Panamá al Himalaya, pero hasta la fecha siguen cerradas sus fronteras. Intentamos, luego, ir a Indochina o a Costa de Marfil (donde tenemos incipientes proyectos misioneros en curso), pero la implacable política sanitaria sigue vedando nuestra entrada a esos lares.

Nos quedamos sin Misión, lo cual hace experimentar un terrible dolor, análogo al del padre de familia que se queda sin trabajo. Nuestros tres proyectos misionales quedaron cerrados por “razones sanitarias”. Y hasta la fecha, siguen cerrados. Pero, nada escapa a la Providencia… y «todo coopera al bien de los que aman a Dios» (Rom 8, 28)…

Sabiendo que Dios no quiere que nos quedemos cómodos -máxime cuando, como pontifica S.S. Francisco, la urgencia de «hacer resonar la Buena Noticia de Jesús» es «más imperiosa que nunca» (Evangelii Gaudium, 288), nos resistimos a quedarnos esperando e hicimos gestiones para abrir alguna nueva Misión. Mandamos ofrecimientos a remotos lugares donde no hay ningún Misionero, teniendo en cuenta aquella enseñanza de S.S. Francisco, que pasó llamativamente desapercibida: «Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo» (Evangelii Gaudium, 23).

En el contexto del cierre sine die de fronteras y en el curso de estas gestiones administrativas orientadas a fundar una nueva misión, pasamos una breve pero apasionante temporada por el África Sub-Sahariana, de cuya intensidad dejamos registro en nuestro cronicario. No habiéndose podido concretar una fundación allí, debimos a volver a Europa. Inspirados en el ejemplo de San Francisco Xavier, buscamos hablar con el Santo Padre, para ponernos totalmente a su disposición, y él, muy generosa y desinteresadamente, nos ayudó, nos apoyó  y nos agradeció por nuestra actividad misional.

Finalmente, mientras aún estábamos en los otrora Estados Pontificios, felices por contar con el sostén y el envío del Vicario de Cristo, fuimos convocados a misionar a un lugar en el jamás habíamos pensado: Malawi. Unos días más tarde, llegamos al extremo norte de Malawi, desde donde escribimos este breve reporte.

En las próximas crónicas, iremos contando el progreso de esta nueva y fascinante Missio Ad Gentes. Nos encomendamos a vuestras plegarias y ayunos.

 

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva la Misión!

 

Padre Federico, S.E.

Misionero en África Oriental

Malawi, 5 de mayo de 2021

Fiesta de San Pío V

2.05.21

Un Héroe de las Misiones: el Dr. Jesús María Sanz Sacristán

Acabamos de llegar al África Oriental, donde estamos fundando una nueva Misión. Hace unos días tuvimos el privilegio de pasar por la Madre Patria, donde tuvimos la dicha de visitar a nuestro gran amigo, el Dr. Jesús María Sanz Sacristán. Pudimos hablar mucho tiempo con él. Sólo hablamos de Dios. También, estaba su esposa, firme al pie de la cruz, acompañando a su marido, en su via crucis, en sus días finales, en su heroica agonía.

El Dr. Sanz o, más sencillamente, Jesús, padeció un calvario de más de seis años (los dos últimos fueron terribles): el calvario del cáncer. Lo sobrellevó heroicamente: tanto en el momento en el que esperaba el diagnóstico como en sus días finales. Él ofreció su cáncer por la salvación de las almas y, de modo especial, por las Misiones.

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11.04.21

La primacía absoluta del testimonio


¿Por qué lo matan a Cristo? Por haber dado testimonio de la Verdad. Al Señor lo mataron por haber predicado la Verdad. En efecto, “querían matarle no en cuanto transgresor de la ley, sino en cuanto enemigo público, porque se hacía rey” (S.Th. III, q. 47, a. 4, ad 3um). Cristo vino al mundo “para dar testimonio de la verdad” (Jn 18,37) y dio este testimonio hasta el fin, dando con su muerte, su testimonio supremo.

Cristo muere para redimirnos. Pero, ¿por qué lo matan? Lo matan por haber dado testimonio de la Verdad. Él da testimonio muriendo[1] y, haciendo esto, triunfa, triunfa sobre el diablo, el mundo y la carne, sobre el pecado y el infierno, sobre el fariseísmo y la superstición, sobre la Sinagoga deicida y el Paganismo idólatra. Cristo por medio del testimonio martirial, obtiene el triunfo de los triunfos, el máximo triunfo jamás obtenido, el triunfo combatiente de la universal Redención.

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11.03.21

Misión en el paraíso – Hambre y pobreza

Volvemos del norte a la capital con intención de viajar a Roma. Tras unos pocos días en la capital, como nuestra estancia debe prolongarse por las trabas covidianas, decidimos movernos a un lugar cercano a las playas, aprovechando un contacto con una persona que nos ofrece una casa sencilla en una de las muchas aldeas de pescadores.

La casa no tiene agua corriente, ni electricidad, no tiene camas, y hace un bochorno terrible que nos obliga a dormir al aire libre mirando las estrellas. Para el higiene sacamos el agua de un pozo que hay en el jardín. Y para nuestras necesidades hay algo hecho de cemento, parecido a un baño, sobre una fosa séptica.

La casa se sitúa en una pequeña aldea cerca del Puerto de no Retorno, donde acaba la Ruta de los Esclavos. Ahora los chinos van a demoler toda esta zona para edificar un complejo turístico con el tema de los esclavos. Para este fin el Estado ha expropiado todas las casas pagando por ellas lo que equivale a poco más de 500€. Nuestra casa también ha sido expropiada. Gracias a los ingenios de un aldeano, nos empalman con el cableado de un comercio, y tenemos electricidad.
     

 Aunque no nos propusimos una “misión oficial", sucede que como el agua moja y el fuego quema, el misionero misiona. Para evitar malentendidos nos reportamos al Rector del lugar. La parroquia abarca un territorio inmenso de playas paradisíacas, el rector cuenta con la ayuda de un vicario, pero no es suficiente para atender bien todo. A pesar de un primer recibimiento cordial, a los pocos días recibiremos unas instrucciones que limitaran nuestros movimientos…

Nuestra vida se organiza en torno de las horas litúrgicas. Madrugada oscura bajo las estrellas del Ecuador, al fondo del mar la Cruz del Sur perfectamente visible, Escorpio y Centauro brillan sobre nosotros, amanece mientras salmodiamos en la playa Maitines y Laudes con la aurora. A lo lejos, algunas luces sobre el mar señalan el lugar donde faenan los pescadores con las redes, arriesgando no pocas veces sus vidas para traer el alimento al hogar, en unas pequeñas embarcaciones con forma de canoa, donde desafían al Océano, que en estas costas suele estar regularmente embravecido.


Después del Santo Rosario, rezamos la hora Prima viendo salir el sol a Oriente sobre el horizonte del mar. Los mosquitos se han comido mis manos pese al repelente, y aunque trato de convencerme de lo contrario, creo que volveré a pillar la “palud". Tras el estudio rezamos la hora Tercia, y después organizamos el día mientras desayunamos. No es común aquí desayunar, pero nuestra robusta constitución tiene sus exigencias. Aunque comemos con bastante modestia, un plato por comida y punto, las tres comidas en África es un lujo de los ricos (ya no digo si comento aquello de las cinco comidas que tenemos en España).

La malnutrición y el hambre aquí son habituales. La gente come por lo general entre una y dos comidas. Realizamos una pequeña campaña para aliviar esa necesidad, sabemos que no soluciona el problema, pero es mejor que nada. Localizamos a las familias más pobres de cada aldea y les damos un lote con lo necesario para un mes. Entre esas familias me llaman la atención la situación de dos jóvenes enfermos de unos veinte años a quienes tomo de la muñeca, el índice sobrepasa ligeramente la uña de mi pulgar. Así como lo digo…



(continuará…)

Padre Emmanuel, S.E.