18.02.17

Misión en el Tibet.(continuación)

“Conviértete y cree en el Evangelio”: sobre una predicación a monjes budistas

Javier Olivera Ravasi, el 15.01.17 a las 7:21 PM

 Como contábamos más arriba, fin de año debimos pasarlo con el P. Federico entre budistas, vacas y protestantes a raíz de la dolorosa pérdida de una joven y su hijito que no pudieron sortear el parto.

Pocos días después, por pura necesidad material (no teníamos qué comer y necesitábamos comprar algo de combustible natural para el cuerpo) nos dirigimos a “la” aldea comercial de la zona (no imaginen uds. un shopping o algo así: apenas unos cientos de metros con unos cuántos negocios elementales).

Intentamos cambiar dinero y, por la crisis que hay ahora en la zona, nos fue imposible, así que nos conformamos con un par de cosas elementales. Estábamos por emprender el regreso cuando, en la parada del colectivo, nos encontramos con esos típicos y rojizos personajes que uno puede hallar a diario en estos remotos pagos, en pleno Himalaya oriental: los lamas o monjes budistas.

Ya habíamos narrado antes, en “Budismo ‘for dummies’”, nuestra experiencia cercana de tercer tipo, pero aquélla había sido en terreno visitante: un monasterio. Ahora era terreno neutral; el areópago era la calle, la tribuna, los peatones y el tema, como siempre, la religión.

Cabe recordar que los monjes budistas no son amigos de conversar con ajenos; menos que menos con extranjeros. Al ser una doctrina (porque no es religión, al no “religar” con nada) absolutamente “clericalista”, los monjes se encuentran como apartados, en un pedestal santificado. No hemos visto que hablen con la gente, ni que jueguen con los niños, ni que sonrían amablemente…; no. Son seres “separados”, “sacros” y casi intocables incluso cuando se los ve por las calles.

Hasta los hay al estilo de nuestros “seminaristas menores” que, según nos dijo uno de ellos, al menos muchos, ingresan al monasterio por mandato de sus padres y para poder tener un buen pasar económico (todos los monjes que hemos visto, a pesar de andar con sandalias, tienen unos enormes smartphones que serían la envidia de más de uno en occidente).

Pues bien; allí había tres monjes budistas y el diálogo, surgió más o menos de la siguiente manera: 

-          ¡Buenos días!

-          ¡Buenos días! –respondieron ellos un tanto asombrados.

-          Somos sacerdotes católicos (…). Estamos en una aldea vecina.

Luego de las presentaciones de estilo, preguntamos:

       -       ¿En qué creen Uds?

-          El budismo cree básicamente lo mismo que el cristianismo –replicaron, siguiendo en esto uno de los lugares comunes de la zona.

Nuestra respuesta fue directa:

-          No, no es así, nuestras creencias son extremadamente distintas, son opuestas entre sí. Hay una enorme diferencia. Para uds. lo más importante es el Buda, pero para nosotros lo más importante es Dios, el único Dios. Para uds. Buda es dios, pero nosotros negamos que lo sea. Nosotros alabamos a Dios, que ha creado todas las cosas, pero Uds. no creen en un Dios Creador. Es más, para uds. no hay creación ya que el budismo tibetano simplemente niega la realidad ¿no es así? Para el budismo, todo es una ilusión. Para el budismo, uds. no existen, uds. son un sueño. 

-          Sí… -dijo tímidamente uno de ellos. El mundo es una ilusión.

-          ¿Así que somos una ilusión? –preguntó el Padre Federico.

-          Sí –respondió el lama.

-          ¡Ajá! –respondió el cura, con brazos en jarra al estilo Don Camilo- ¿y si te tirase hacia abajo desde este pozo?¿dirías lo mismo? –le preguntó desafiante mientras lo agarraba desde los hombros y hacía ademán de lanzarlo hacia abajo mientras lo tomaba de la mochila moviéndolo à piacere, para enfatizarle, de modo chocante, que ambos existían, que eran reales, que no eran parte de un sueño, que no vivimos en una Matrix.

Los monjes no sabían qué responder…

-          Pues sepan que no: ud. es tan real como yo y esa doctrina budista no es lo mismo que Dios mismo nos vino a revelar y que la Iglesia Católica Apostólica y Romana nos enseña.

Los monjes se quedaron pensativos y sin saber qué decir. Entonces, recordamos enseguida aquello que el gran filósofo francés, Étienne Gilson decía en su primer párrafo del “Vademecum del realista principiante

“El primer paso en el camino del realismo es darse cuenta de que siempre se ha sido realista; el segundo, comprender que, por más que se haga para pensar de otro modo, jamás se conseguirá; el tercero, comprobar que los que pretenden pensar de otra manera piensan como realistas tan pronto como se olvidan de que están desempeñando un papel. Si entonces se preguntan por qué, la conversión está casi terminada”.

Y aquello de San Pablo:

“Proclama la Palabra, insiste oportuna e inoportunamente, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim 4,2).

Lejos de lo que algún “experto en diálogo religioso” de escritorio pensaría, la conversación continuó lo más afablemente; nos sacamos unas fotos juntos, intercambiamos sinceras sonrisas y números telefónicos y concretamos vernos en otra ocasión.

La misión “ad gentes” es urgente.

Y es un desafío y una aventura.

Quien quiera venirse, al menos unas semanas para experimentarlo, ya sabe dónde debe buscar los datos: aquí.

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Misionero temporario en la meseta tibetana

 

Misión en el Tibet.(continuación)

 

Arco y flecha en la misión tibetana

Javier Olivera Ravasi, el 12.01.17 a las 5:49 PM

Una de las aldeas remotas del norte de la meseta tibetana se llama Mannpatan: un hermoso y remoto paraje donde los vehículos no llegan y al cual se accede sólo después de una hora de caminata en medio de montañas dignas de un paisaje tolkineano.

Mannpatan tiene apenas trescientos habitantes que viven como aislados del mundo moderno. Allí no hay plasmas ni microondas, ni semáforo (porque no hay siquiera calles); digamos que si nuestra amiga Natalia Sanmartin lo conociera, seguro que situaría la segunda parte de su Srta. Prim.

Pues, allí fuimos, no a encontrar al hombre del sillón, sino a pro-se-li-tizar.

El padre Federico había concretado desde hacía algunos meses, un torneo de arco y flecha; sí, como se lee: de arco y flecha. ¿Por qué? Porque simplemente conversando con los nativos les había preguntado si seguían con la tradición de sus antepasados (unos famosos y expertos cazadores).

Les había tocado el orgullo; y respondieron que, aunque habían abandonado la práctica, aún llevaban la puntería en las venas; y ahí nomás surgió entonces la idea de organizar un torneo. Los curas llevaríamos los premios (obviamente, ni saben lo que es un cura; para ellos solo somos extranjeros) y los niños y los jóvenes participarían. Evidentemente, todo se trataba de una amical oportunidad para acercarnos a la legendaria tribu los “Ronnkh” que, desde siglos inmemoriales poseen una tradición religiosa muy distinta a la de los budistas tibetanos invasores (sí señor: los budistas no son pacifistas, al menos en estas lejanas regiones).

¿Y en qué habían creído los “ronnkh”? En un solo Dios, creador, conservador y remunerador (cosa que no es poco para un lugar idolátrico y politeísta como este).

Con la excusa del concurso del tiro al blanco (del que participamos, obviamente con pésimo resultado para nosotros…), pudimos conversar con la gente (casi nadie hablaba inglés, por lo que nos manejamos con intérpretes) y hacer los primeros contactos para predicar a Jesucristo en un futuro cercano.

Jamás había llegado hasta allí un misionero católico pues, los sacerdotes de estas tierras dicen que no vienen porque… ¡“no hay católicos que atender”! ¡Y es justamente por eso que hay que venir!

Pasamos un día inolvidable y, al regresar, conversábamos acerca de la táctica evangelizadora. No lo dudamos: comenzar recordándoles la religión de sus antepasados (mucho más importante y cierta que la budista que hoy profesan) y decirles que esa religión primordial que sus padres habían recibido, con elementos espurios sin duda, luego fue completada y superada por medio del Dios verdadero, que envió a Su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.

Se trata de toda una obra de inculturación, trabajada con paciencia y fervor, para lo cual serán necesarias muchas oraciones y varios misioneros que, Dios mediante, puedan venir por aquí.

Y entonces será el principio de la evangelización en esta perdida aldea de la Meseta Tibetana.

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Misionero temporario en el Himalaya Oriental

Misión en el Tibet.(continuación)

 

“No oenegearás”. Una experiencia india

Javier Olivera Ravasi, el 7.01.17 a las 3:18 AM

Entre los tantos viajes que debimos hacer durante este tiempo misional con el padre Federico narraré sólo una experiencia puntual para que cada uno saque sus propias conclusiones.

El fin de las misiones “ad gentes” en la Iglesia es casi un hecho; ya casi nadie misiona en el mundo gentil y, si lo hace, es para resguardar a los pocos fieles católicos que se encuentran viviendo en ese ambiente; y no me refiero simplemente a ese “apostolado de la presencia” sino la explicación lisa y llana del Evangelio ad gentes ante millones de almas que no conocen a Jesucristo. “Id por todo el mundo enseñando…”, decía el Señor antes de Su gloriosa ascensión.

Si no, veamos la siguiente conversación que mantuvimos en uno de los transportes con una joven pareja recién casada.

-          Buenas tardes –les dije. ¿De viaje por aquí?

En un perfecto inglés, contestaron

-          Sí, estamos de luna de miel. ¿Y ud.?

-          Yo, misionando por un tiempo aquí, en el norte de la India. Soy un sacerdote católico. ¿ saben uds. lo que significa?

-          Ahhhh…, sí, dijo la joven esposa. ¿Uds. no se casan, no?

-          Correcto. A ejemplo de Jesucristo, que es Dios hecho hombre queremos imitarle en su castidad. Es un sacrificio, claro. ¿Y uds. saben quién es Jesucristo? (la mayoría por aquí sabe más o menos lo mismo que un occidental de cultura media, puede conocer de Buda o de Confucio…).

-          Eh…, sí, dijo ella. Yo algo sé, pues fui a un colegio católico y a una universidad católica.

-          ¡Ahhh! ¿Y qué sabes de Él? ¿Te habrán dicho que vino a salvarnos, no?

-          No…, no sé mucho. Sólo sé que, a uds. los llaman “father” pero nada más…

-          Pues bien, les dije. Jesucristo es Dios verdadero; Dios y hombre a la vez, que vino a salvarnos de nuestros pecados.

-          ¡Ahhh…; ¡gracias! (el indio es habitualmente muy cortés). Y…, una pregunta:

-          ¿Y uds. en qué creen?

-          Somos hindúes –respondieron (es decir, creen en dioses monstruosos con cabezas de elefantes y esas mitologías incluso aceptadas como tales por muchos de ellos).

-          Pero –insistió ella– ¿uds. los cristianos están divididos, no?

Mmmm… (tenía ganas de decirle que, cada vez más quieren que nos igualemos con los protestantes), pero mejor omití un poco la respuesta y respondí a lo jesuita, con otra pregunta:

-          ¿Por qué lo dices?

-          Porque están los musulmanes y los cristianos; ¿o no son lo mismo?

Ahí comprobé una vez más la ignorancia enorme que, una persona que fue a una organización católica desde su más tierna edad, tenía acerca de la verdadera. ¿Por qué? Porque habitualmente por estos lares, no-se-predica-a-Jesucristo a los infieles. Esto lo hemos comprobado en más de una oportunidad. En más de una oportunidad lo hemos comprobado.

La Iglesia tiene un gran prestigio en el ámbito educativo, pero en sus establecimientos, hace décadas (quizás desde el aterrador invierno posconciliarse ha dejado de lado, absolutamente, la predicación directa del Evangelio por “respetar todas las religiones”.

Sobre los protestantes, a la joven parejita de tortolitos les expliqué que no; que los católicos no somos lo mismo que lo musulmanes (ellos son una herejía judeo-cristiana, estrictamente); y que la división, en realidad, es con los protestantes (bah… hasta que lo canonicen a Lutero, según viene la mano).

-          ¿Ah, sí? – me dijo la joven. ¿Y qué diferencia hay entre los católicos y los protestantes?

-          Muy bien, les dije. Es simple: ellos son una secta que se separó de la verdadera Fe para seguir sus propias inclinaciones personales, por eso hay tantas sectas protestantes como pastores existen…

-          ¡Ah! ¡Muchas gracias! –me dijeron.

El viaje iba terminando y ellos estaban en su luna de miel, así que hasta ahí duró la conversación.

Me quedé pensando y pensando y me dije: ¿por qué cada vez es menor el avance de la Iglesia en estos países de infieles? Pues simple: porque han convertid a la Iglesia en una ONG de desarrollo social.

Entonces pensé: hoy que se dictan tantos “nuevos mandamientos”, propondré uno para que vayamos contra la corriente:

“No o-ene-gearás”

 

Amén y que viva ¡Cristo Rey!

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Misionero itinerante en la meseta tibetana

 

Misión en el Tibet.(continuación)

 

Un fin de año entre budistas, vacas y protestantes

Javier Olivera Ravasi, el 1.01.17 a las 4:00 PM

Cuentan que, en Argentina, una vez que el general Perón intentó bajar el precio de la carne en una de sus presidencias, dijo:

-          “Si hiciésemos el sacrificio de comer carne sólo una vez por semana, en breve se solucionaría el problema”.

Y nadie le hizo caso…, porque en mi país no somos vegetarianos pero sí comemos animales que lo son.

Pues bien; aquí en el pleno Himalaya oriental, al norte de la India, la vaca es un animal sagrado; ¿por qué? Porque dicen que es como nuestra madre, que nos amamanta dando leche.

Cuando pregunté el por qué comen carne de cabra entonces (pues también nos da leche la pobre), nunca supieron responderme…

La cosa es que con el Padre Federico nos habíamos preparado y, en una de nuestras expediciones a las aldeas vecinas, medio de contrabando, habíamos comprado dos kilos de carne vacuna a un musulmán que pensábamos comer el 31 de diciembre en la noche.

Pasó el día, arreglamos las cosas con dos familias de neo-conversos al catolicismo y todo estaba casi listo: comeríamos un poco de carne vacuna con… ¡arroz! ¡Pero con carne al fin!

Como aquí todo se maneja en base al calendario solar (a pesar de tener luces y todo), la cena estaba programada a eso de las 18.30; luego nos quedaríamos conversando y disfrutando tranquilos hasta donde aguantásemos. Los más valientes, esperarían las 12 de la noche. Yo no…

Habíamos celebrado la Misa el sábado a la tarde (los dos solos pues aquí apenas si los domingos vienen unos poquitos paganos y unos tres o cuatro ex–protestantes a misa), nos disponíamos a ir a esa pequeña casa familiar cuando, como de repente, nos llamaron por teléfono para darnos la mala nueva: una joven esposa protestante, madre de dos niñas pequeñas (y hermana de dos monjes budistas) que estaba por dar a luz a su primer hijo varón, acababa de morir con él en el hospital (la muerte por parto es bastante usual aquí, según nos dijeron).

¿Qué hacer? En medio de la montaña, sin vehículo y con caminos destrozados; tardaríamos unas cuatro horas en llegar al hospital. Pues bien: decidimos pasar un 31 haciendo una obra de misericordia. El esposo de la joven, un buen hombre protestante también, pocos días atrás se había negado a que catequizásemos a unos parias hinduistas diciéndonos que eso podía traerles problemas a ellos, los herejes.

No había nada que pensar; avisamos que la carne de vaca podía esperar a otro 31 y, luego de pagarle a un vecino para que nos arrendase el vehículo, nos largamos en medio del frío a recorrer las cuatro horas por la montaña, a ver si llegábamos al hospital, al menos para dar nuestras sacerdotales condolencias. Sería un modo silencioso de predicar.

El viaje fue durísimo. Curvas y contra-curvas, sumado a los festejos de la gente que, en cada aldea, al ver llegar un auto, daba gritos de alegría festejando el fin de año…, sin saber que nuestro sentimiento era otro.

En el medio, el rezo de las Vísperas, las Completas y… se hicieron casi las doce. Llegamos al pueblo cuyo paupérrimo “hospital” dejaba mucho que desear. La madre y su hijito ya estaban en el ataúd y dentro de una camioneta dispuesta a regresar a nuestra aldea. Ni siquiera pudimos bajarnos del vehículo…; apenas llegamos, arrancó la comitiva fúnebre, ¡otra vez! (la camioneta, nosotros y el vehículo que llevaba al esposo). Cuatro horas de regreso…

Pasó la medianoche y, a eso de la 1.30, la comitiva se detuvo en una aldea aún a una hora de la nuestra; había un templo. Parecía más bien una parroquia; pero no: ¡acá no hay parroquias! ¿qué era? Un templo protestante; lo reconocimos rápidamente a pesar de la noche: hacía una semana habíamos estado allí, intentando hablar con el pastor quien, literalmente, nos había echado cuando quisimos proselitizarlo diciéndole amablemente que su religión y su Biblia eran incompletas y que debía hacerse católico por el bien de su alma y del rebaño que decía guiar.

Nos dijimos: “ahora nos echarán por segunda vez de este lugar”. Pero no. No había pastor; ni uno de los dos que habitan la aldea. Tampoco los hermanos budistas de la pobrecita ¡Claro! ¡Era 31 de diciembre y todos estaban de festejo!

Nos bajamos del vehículo y, el cuadro que se presentó me trajo a la memoria el entierro del Conde de Orgaz; no hubo nada de milagroso; no se apareció San Agustín como en el cuadro del Greco, pero dos curas, a las dos de la mañana, ensotanados, muertos de frío y de sueño, fueron de los encargados de ingresar el cuerpo de la joven madre y su hijito en el templo…; el padre miraba; ¿y la gente? No entendía nada.

Dimos un responso en voz baja, rezamos por esas almas para que Dios tuviese piedad de ellas, nos quedamos un rato más y finalmente regresamos al vehículo. Era tarde, aún nos quedaba una hora más de viaje hasta llegar a nuestra pequeña casita.

Al llegar a la casa, medios molidos y mareados por varias horas de viaje (ya ni siquiera recuerdo la hora), nos dijimos:

-          ¡Qué fin de año distinto! ¡Pero qué hermoso! Pudimos dar testimonio de Cristo.

¿Y la carne de vaca?

¡Que se la coman los budistas como también este testimonio!

¡Que viva Cristo Rey!

P. Javier Olivera Ravasi

Misión en el Tibet.(continuación)

De Trento, Lutero y los parias en el Himalaya

Javier Olivera Ravasi, el 26.12.16 a las 6:24 PM

Sí…, ecumenismo. Ya explicamos en el post anterior qué es lo que era eso: tratar de convertir a los que creen en Cristo al catolicismo apostólico y romano. Otra cosa podrá llamarse de otro modo, pero no es ecumenismo verdadero.

Pues bueno; el 24 y el 25 de Diciembre aquí, en plena meseta tibetana, tuvimos la oportunidad de ponerlo en práctica con el P. Federico, de la siguiente manera.

El 24 a la noche, Misa de gallo: nosotros dos, una voluntaria belga y unos 15 “parias” (trabajadores de la ruta, hindúes en su mayoría, que apenas hablaban una palabra de inglés). Ni se imaginan la cara de ellos cuando les dijimos que, por ser pobres ahora, no significaba que en sus vidas anteriores hubiesen sido unos criminales. ¡Ni qué hablar cuando les comentamos que Dios los llamaba a ser reyes! ¡Ni menos que menos cuando nosotros, sacerdotes, les servíamos las pizzas que habíamos amasado desde la mañana del 24! ¡Justo aquí, donde la cultura de las castas es completamente elitista!

El orden fue: Misa, pizzas y sermón en dos lenguas. ¿Y qué tema?: la conversión, la imposibilidad de salvar de los ídolos y la necesidad del Salvador: Jesucristo.

Queríamos aguantar hasta las 12 de la noche pero no se pudo… (aquí, cuando el sol se pone, todos a dormir…). Primera misa de gallo de la historia, sin lugar a dudas, en estas tierras paganas.

El 25 de Diciembre, como habíamos quedado con los protestantes (unos 300), pertenecientes a un grupo llamado “Himalaya free church”, tuvimos la Santa Misa según el modo extraordinario (misa “tradicional”, “tridentina”, o como quieran llamarla). ¿Quiénes participaron? Sólo algunas decenas de paganos, algunos protestantes y nada más. Habíamos impreso “misalitos” inglés-latín y, a diferencia de varias iglesias de occidente, reinaba el más sacrosanto de los silencios. En total, unas cincuenta personas. El techo era el cielo; el altar, una mesa y una casulla; el cáliz, una copa portuguesa regalada desde Fátima para misa de campaña. ¡Casi casi como el Pesebre!

Se predicó directamente en nepalí, sin traductor; el P. Federico había hecho traducir su sermón del inglés y había latinizado la fonética al español, cosa de poder leer en voz alta todo directamente en la lengua local. ¿Qué dijo? A los paganos, lo que se lee en San Marcos: “Quien se bautice se salvará” (Mc. 16, 16) y a los protestantes, directamente en la cara y con total parresía, que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana es la única Iglesia verdadera y que, por . ello, hay que procurar ser “uno” pero en la Iglesia Católica (Mt 16,16, ss.).

Yo le hice de monaguillo, organista y cantor. Fue realmente una misa única.

La gente estaba contenta; muy contenta incluso con la predicación a pesar de haberles cantado las cuarenta a los protestantes; porque los pocos protestantes que aquí hay, lo son, porque nadie aquí les predica la verdad completa.

Si alguien se anima a venir por estas tierras, lea el último post del P. Federico, aquí

La verdad, un gozo enorme… El gozo de la Verdad.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi