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29.04.20

Las Misas sin fieles y el Juicio temerario

En medio de situaciones difíciles, volver a las fuentes de la doctrina católica nos trae siempre claridad y paz. Nos ordena, nos serena, nos provoca y nos “aguijonea” a ser mejores.

La situación actual, en la cual las Misas celebradas en las parroquias no pueden contar por ahora con la presencia de los fieles ha suscitado diversas manifestaciones y expresiones, sobre todo en las redes sociales.

Algunos fieles han expresado su anhelo de participar en la Santa Misa con pedidos virtuales dirigidos a las autoridades civiles y -este es el caso al que me refiero- a los obispos. A su vez, algunos obispos han respondido públicamente a esta petición, al igual que algunos sacerdotes.

Mi opinión personal, en concordancia con lo que enseña el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica, se resume en lo siguiente:

# Que los bautizados tienen derecho a los sacramentos si los piden razonablemente y con las debidas condiciones (c. 213)

# Que los fieles laicos “tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas.” (c. 212 .3)

# Que los pastores debemos, en este contexto difícil, hacer lo posible para brindarles “asistencia espiritual” como -por otra parte- nos permite el Gobierno Nacional Argentino (artículo 2 del Boletín Oficial del 20 de Marzo de 2020)

# Que por el momento y teniendo en cuenta que en Argentina no están permitidos los eventos no sólo religiosos, sino también culturales, recreativos y deportivos, no estamos -al menos no aún- en una situación de “persecución religiosa". Tampoco se nos está privando del ejercicio del derecho de la Libertad religiosa, al menos que yo sepa. Los eventos religiosos que impliquen congregar fieles “caen” bajo la misma regulación que todos los demás eventos, no se nos impide reunirnos por motivos de fe sino por una medida sanitaria más amplia.

Lo que me permito sugerir a los fieles –en relación a los obispos y sacerdotes- y también me atrevo a sugerir a mis hermanos sacerdotes y a los obispos –aunque no sé si alguno me leerá, ;) - es que evitemos los JUICIOS TEMERARIOS.

¿Qué son estos juicios?

El catecismo dice que “se hace culpable de de JUICIO TEMERARIO el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo” (2477)

Tal vez me equivoco, tal vez estoy cayendo yo en esto que señalo, pero en algunos textos y mensajes –tanto de fieles como de pastores- me parece ver algo de “juicio temerario”: suponer o dar a entender sin fundamento suficiente que el otro “hace tal cosa” porque “es esto o aquello”. No voy a poner ejemplos, que ustedes podrán inferir.

A mis hermanos laicos, los animo a ayudar a los sacerdotes a descubrir cómo ejercer ese ministerio de “asistencia espiritual” en el marco de la actual normativa.

A mis hermanos sacerdote, los animo a que pidamos a Dios el don de la creatividad para que sin descuidar la salud de nadie hagamos lo posible para atender a nuestros fieles. Para que ellos -nuestros fieles, los que nos sostienen con su oración, los que nos sostienen económicamente, los que trabajan “a la par nuestra”, los que le “ponen el pecho” a la experiencia difícil de ser cristiano hoy- no se queden con la sensación de que su reclamo no nos “hace mella” porque “sabemos por qué lo hacen”. Y mucho menos lleguen a sentir que los juzgamos o los condenamos.

Como siempre, ojalá que esta situación, incluso teniendo puntos de vista diversos, sea una oportunidad para que nuestros hermanos no creyentes puedan ver al Pueblo de Dios -fieles y pastores- y decir “miren como se aman".

P. Leandro Bonnin.

28.04.20

Volver a María, vencedora de todas las herejías (Ratzinger)

Transcribo a continuación unos fascinantes párrafos de “Informe sobre la fe". Transcribiría el libro completo, pero ya dejé el enlace…

Como todos saben, los comentarios de Messori se intercalan a las palabras textuales del Card. Ratzinger, pero fueron publicados en conjunto con la autorización y supervisión expresa del Cardenal.



 

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27.04.20

Es posible que este sea mi último post...

Queridos amigos:

Debo contarles algo: es posible que este sea mi último post.

La razón es muy sencilla: estoy volviendo a leer “Informe sobre la Fe", el libro-entrevista que Joseph Ratzinger regaló a la Iglesia en 1984.

Digo que es posible, no probable ni seguro… porque al volver a sus páginas siento que en ellas encontramos respuestas a casi todas nuestras preguntas actuales: ¿qué sentido tiene seguir “juntando letras” después de obra tan magistral?

Más allá de este ensayo de broma -y de que seguramente muy pocos lamentarían mi ausencia por aquí- la recomendación: leé o volvé a leer Informe sobre la Fe. Cada página es “oro en polvo", una ayuda invaluable para volver a encontrar -una y otra vez- el centro. 

Que es Jesucristo, nuestro Señor, verdad encarnada que nos hace libres.

15.04.20

La cuarentena, las celebraciones sin fieles y el sentido común

Voluntariamente permanecí al margen de ciertas polémicas en torno a estos argumentos, pero con delicadeza quisiera intentar ahora una reflexión. La compartí dos días atrás en mis redes sociales, y no pensaba publicarla en este blog por el carácter bastante particular de algunas afirmaciones, pero como varios blogueros se han referido al asunto, lo comparto tal cual se difundió el lunes.

 


 

1. Como en toda situación compleja, un cristiano debe intentar mantener unidos la cabeza y el corazón, la razón y la fe, la preocupación por la salud espiritual y la corporal, la responsabilidad individual y la atención al bien común. Es apasionante constatar como en cada polémica que surge en la convivencia humana solemos elegir uno solo de los polos en tensión y descartar el otro, cuando el desafío es atender a ambos del modo prudente y virtuoso simultáneamente.

2. Entre esos posicionamientos extremos, hemos podido leer personas que sobredimensionaban la pandemia y otras que la minimizaban; algunos que decían que era pura y exclusivamente una “reacción de la Madre Tierra” y otro que era pura y exclusivamente un arma química de los chinos. Algunos han dicho que es una de las pestes anunciadas por el Apocalipsis y otros que es un invento de los medios de comunicación al servicio del Nuevo Orden Mundial. Unos han dicho que la pandemia es un castigo divino por los pecados de los hombres y de la Iglesia, mientras que otros han negado su realidad y afirman que es un ejercicio de disciplinamiento social.

3. También hemos visto personas que repudiaban y llamaban a la rebelión contra cualquier intervención del Estado en materia de salud o economía y otros que divinizaron o divinizan toda decisión gubernamental cual si fuera infalible.

4. En relación a la Iglesia, en concreto, algunos hermanos han sentido y expresado decepción ante el accionar de sus pastores -a quienes acusaron recurrentemente de cobardía-, y otros se han visto enormemente agradecidos por cómo sus sacerdotes y obispos los han cuidado. Algunos consideran que el no poder participar de las celebraciones significa la llegada de la Gran Apostasía y el Anticristo, y otros anuncian exultantes que no hay nada comparable a la iglesia doméstica. Unos opinan que la imposibilidad de celebrar Misas con gente es una clara persecución del Estado contra la Iglesia, otros celebran como un triunfo que las iglesias se utilicen para servicios sociales. En medio de estas idas y venidas, ha habido algunos enfrentamientos entre católicos en las redes sociales, con descalificaciones recíprocas, un poco al estilo del “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres…” del fariseo de la parábola.

5. Mi conclusiones son las siguientes:

  • ninguno de nosotros sabe con exactitud el origen, la magnitud y las consecuencias de lo que estamos viviendo. Creo que es bueno cuidar la grandilocuencia que puede llevarnos a equivocarnos e incluso a hacer el ridículo.
  • según la Doctrina social de la Iglesia, los gobernantes y todos los que gestionan el Estado tiene una misión importante al servicio del bien común. Ciertamente cada cual es libre de tener su propia opción política -tengo algún amigo anarquista, a quien respeto mucho- pero la rebelión irracional ante cada cosa que mandan no es coherente con la actitud que nos propone el Magisterio, como tampoco lo es la sumisión irracional. El Presidente de la Nación -la nuestra y cualquier otra- no es Dios aunque a veces acierte, pero tampoco es el Diablo, aunque a veces haga el Mal. Usemos la cabeza y el sentido común, y también el sentido sobrenatural de la fe.
  • ninguno de nosotros ha tenido una revelación privada infalible como para saber por qué Dios permite este tiempo tan raro. Seamos prudentes al expresar y al difundir mensajes que atribuyen a la pandemia algún significado oculto y divino, cuyo origen, procedencia y ortodoxia son difíciles de comprobar.
  • creo que es muy claro que al suspenderse toda reunión cultural, deportiva y social, la prohibición de celebrar Misas con fieles no tiene nada que ver con un ataque a la libertad de culto ni a la Iglesia católica en particular -al menos, y que yo sepa, en Argentina-, sino que expresa simplemente una medida preventiva para evitar la expansión del virus.
  • no obstante, y aquí agrego otro matiz, creo que no nos tenemos que “acostumbrar” a esta situación. Porque reunirse forma parte de la esencia de la identidad cristiana. Porque la iglesia doméstica no puede subsistir mucho tiempo sin la asamblea dominical sacramental.
  • por último, y al menos en la Arquidiócesis de Paraná, ateniéndonos a la normativa vigente, los sacerdotes estamos exceptuados de la cuarentena para asistencia espiritual… podemos tener nuestros templos abiertos durante el día -para que al salir a trabajar o hacer otras cosas puedas visitar al Señor- e incluso podemos bendecirte y escuchar tus pecados… manteniendo distancia. LA IGLESIA NO ABANDONA A SUS HIJOS en su atención espiritual. EL CULTO A DIOS NO SE HA SUSPENDIDO, solo que por ahora debemos limitar la participación presencial.

Que el Señor nos dé luz, nos de paz, nos de lucidez.

Nos haga sabios, austeros, alegres y esperanzados.

9.04.20

Jueves Santo, Jueves Sacerdotal

 
Este será, probablemente, un Triduo Pascual completamente singular en la vida de todos, pero de modo especial de los sacerdotes.
 
Sin Misa Crismal en la Catedral, sin confesiones en abundancia, sin celebraciones con multiplicación de monaguillos y ministros, sin ensayos de coros y salmistas, sin micrófonos y equipos de sonido que fallen a propósito, sin noches heroicas y via crucis vivientes y sin tantas otras cosas más…
 
Un Jueves Santo singular, donde -aparentemente- casi todo lo que “llenaba” las jornadas previas a la Pascua ahora no estará. 
 
Y si bien cada uno de nosotros ha ido encontrando el modo de dar sentido y finalidad a las horas del día en cuarentena, y por más que las redes sociales y otros medios de comunicación nos ayudan a estar en contacto, nada iguala la experiencia sublima de lavar los pies a tu comunidad, o conmoverte al ver con qué amor besan la cruz, o recibir algún que otro hijo pródigo en un demorada y contrita confesión. O la experiencia sublime de ingresar en una iglesia a oscuras con el cirio encendido y multitud de velitas moviéndose sigilosas en la noche, antes de que el Exultet resuene con fuerza. No, nada iguala eso.
 
Pero no me quejo, no, de ninguna manera. También hoy quiero decir: “Gracias, Señor. FIAT”
 
Porque en realidad, ninguna de las experiencias que describí someramente -aún en su belleza e intensidad- se acerca al Misterio inaudito que SÍ podremos vivir este año los sacerdotes, cada sacerdote: repetir una vez más las palabras de la Institución, con el realismo de la noche del Jueves: “HOY, la víspera de su pasión, tomó el pan en sus santas y venerables manos”
 
Y HOY escuchar, nuevamente, las palabras que el Maestro dice, con fuerza creadora: “HAGAN ESTO EN MEMORIA MÍA".
 
En ese instante de la consagración seguimos siendo plenamente sacerdotes. Hostias con Jesús, como nos recordaba el Arzobispo esta mañana.
 
Y en ese instante, mis queridos hermanos, como siempre, pero especialmente esta vez, los presentaremos al Señor. 
 
Elevaremos la patena en las ofrendas y en la Elevación y en ella entregaremos al Padre también sus vidas, la de los ancianos y niños, la de los sanos y enfermos, la de los fervorosos y los alejados.
 
Allí, mañana y el sábado por la noche, y el domingo, seremos puente, mediadores, sacerdotes.
 
Este Jueves Santo, recen por nosotros, tan indignos y tan privilegiados.
 
Pidan a María que seamos fieles.
 
Y que estemos a la altura de lo que la Providencia pueda pedirnos en este tiempo, incluso -y sobre todo- si somos invitados a dar la vida.
 
P. Leandro Bonnin.