7.07.12

Cuando la cercanía se convierte en obstáculo

Homilía para el Domingo XIV del Tiempo Ordinario (ciclo B)

La testarudez y la obstinación de los israelitas experimentada por los profetas (cf Ez 2,2-5) es, igualmente, vivida por Jesús. No es la primera vez que el Señor se ve rechazado. Ya se habían opuesto a Él los endemoniados – “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno?” (Mc 1,24) - y las autoridades religiosas – “¿Por qué habla este así? Blasfema” (Mc 2,7) - . Incluso los habitantes de una ciudad no judía le rogaron “que se alejase de su región” (Mc 5,17). Pero nunca, hasta el momento, había sido rechazado en su ciudad natal, en Nazaret, en su tierra, entre sus parientes y en su casa (cf Mc 6,1-6).

Los más próximos deberían ser, en principio, quienes se mostrasen más propicios a la hora de acoger su mensaje. Máxime si, al oírlo hablar en la sinagoga, se asombraban de su sabiduría y de los milagros que brotaban de sus manos. Sin embargo, “desconfiaban de él”, a pesar de que lo habían visto nacer y de que conocían a su madre y a sus familiares cercanos.

¿Cuál es la causa de esta hostilidad? Explicando las parábolas el Señor había advertido que “los que están fuera”, los incrédulos, miran y no ven; oyen y no entienden (cf Mc 4,11-12). Miran las obras de Jesús, sus milagros, pero no llegan a la fe, sino que las atribuyen al poder de Satanás y no a la fuerza de Dios. Oyen la predicación, pero no la entienden y confunden con una blasfemia la proclamación de la misericordia de Dios.

Lo que escandaliza de Jesús es su cercanía; la proximidad inaudita de Dios. Lo que escandaliza es la realidad de la Encarnación por la que el Hijo de Dios, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre. Resulta más soportable, para quien quiere obstinarse en no creer, un Dios lejano que renuncia a hacerse presente en nuestras vidas con la novedad de su palabra y con la eficacia de sus acciones. Ante Jesús no se cohíbe “el sarcasmo de los satisfechos” y el “desprecio de los orgullosos” (cf Sal 122).

Jesús se extrañó de la falta de fe de sus convecinos y no pudo hacer allí ningún milagro. Pese a todo, curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Incluso en medio de un ambiente contrario, de resistencia a creer, Jesús sigue desplegando la potencia de su misericordia.

La actitud de los habitantes de Nazaret puede ser la nuestra. Resulta sorprendente comprobar como muchos, incluso personas que se dicen cristianas, no tienen reparo a la hora de acudir a supuestas vías de salvación que llaman la atención por su exotismo: la astrología, el esoterismo, el ocultismo o el chamanismo. Sin embargo, esas mismas personas se muestran indiferentes ante la humildad de los medios de salvación que Dios nos ofrece: la lectura de la Palabra de Dios, la oración cristiana y los sacramentos instituidos por Jesucristo. Se busca así fuera de la Iglesia lo que en realidad solo se puede encontrar en ella.

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6.07.12

Felicidades, Don José Rico

A medio día de hoy se hacía público el nombramiento de D. José Rico Pavés como auxiliar del obispo de Getafe. Me parece una excelente noticia. No del todo inesperada porque, de un modo o de otro, D. José Rico venía siendo “preconizado” desde hace ya algún tiempo. De hecho, y esto constituye un indicio a tener en cuenta, sus inmediatos predecesores en la Secretaría de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española, son obispos: Mons. Martínez Camino y el cardenal Cañizares.

Aunque la sorpresa sea pequeña, la alegría es grande. D. José Rico es un sacerdote muy inteligente, muy bien preparado, trabajador, humilde, piadoso, y, sobre todo, muy buena persona. De su capacitación teológica dan fe los varios libros y numerosísimos artículos que ha publicado. Asimismo, ha recorrido muchas de las diócesis de España pronunciando conferencias. En la mía, en Tui-Vigo, ha estado al menos en dos ocasiones invitado por el Secretariado Bíblico. Sus conferencias son claras, didácticas y siempre profundas.

También he podido constatar el impulso que, como director del Instituto Teológico “San Ildefonso” de Toledo, ha dado a ese Centro que, hoy, es ya una extensión de la Facultad de Teología de San Dámaso, de Madrid. Podría dar, además, pero esto no viene a cuento en el blog, testimonio de la amabilidad con la que siempre me ha tratado en las ocasiones en que he visitado “San Ildefonso”.

¿Para qué un obispo auxiliar? La última razón de la existencia de este ministerio es una sola: “el bien de la grey del Señor”. Así lo enseña el decreto “Christus Dominus” del Concilio Vaticano II. Puede darse el caso de que “el Obispo diocesano, o por la excesiva amplitud de la diócesis, o por el subido número de habitantes, o por circunstancias especiales del apostolado, o por otras causas de distinta índole no puede satisfacer por sí mismo todos los deberes episcopales, como lo exige el bien de las almas”.

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4.07.12

El códice más famoso: El Calixtino

En este último año, a propósito del Códice Calixtino, se ha vuelto a confirmar el dicho de que “la realidad supera la ficción”. Un texto del siglo XII, de singular valor histórico y cultural, custodiado durante ocho siglos en la catedral compostelana, era sustraído de su lugar propio. Enseguida surgieron todo tipo de especulaciones: conspiraciones, tramas, mafias, negligencias, venganzas, intereses ocultos, etc.

Afortunadamente, y gracias al buen hacer del juez y de la policía, el códice ha sido recuperado y volverá al espacio del que nunca ha debido salir: la catedral. Sin la peregrinación jacobea, sin el templo que ha sido y sigue siendo la meta de ese peregrinar, el Calixtino ni habría nacido ni habría sido conservado.

Sería un expolio retirarlo de ese marco, como lo sería, bajo pretexto de mejor cuidado, trasladar a un museo el Pórtico de la Gloria o la fachada románica de la Plaza de Platerías. Cada cosa en su sitio, cada elemento dentro del conjunto que le da sentido y que, a la vez, contribuye – ese elemento - a iluminar.

Indudablemente esta defensa de la ubicación correcta para un bien cultural de semejante valor va unida a la petición de que se extremen las medidas de seguridad. Grandes obras de arte han sido robadas y algunas hasta recuperadas, como la Gioconda de Leonardo da Vinci. El cuadro fue robado en 1911, en el Museo del Louvre, y hallado, dos años después, en Florencia. Sigue siendo un misterio el motivo de ese saqueo.

Las especulaciones sobre el Calixtino no van a cesar. Digan lo que digan los investigadores o los jueces siempre habrá quien quiera ver más, ir más allá, desentrañar los enigmas y resolver las incógnitas. La mente humana es así y este espíritu de sospecha se ha, quizá, acrecentado en nuestra época cuando casi espontáneamente tendemos a creer que lo que aparece no se corresponde con lo que es.

Las explicaciones científicas buscan la sencillez. Si a la hora de dar cuenta del curso de la naturaleza una teoría se presenta como más sencilla que otra tiene, la primera, un punto a su favor. Pero esto quizá solo suceda en la ciencia – que también se ha complicado con las aparentes paradojas de la física cuántica - .

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2.07.12

De la Cigoña o el puro sentido común

D. Francisco José Fernández de la Cigoña es un blogger de mucho éxito. Hoy me limito a enlazar uno de sus posts. Su sensibilidad es más bien tradicional - y eso no es malo - pero, sobre todo, es una persona de gran sentido común, y eso tampoco es malo. Yo diría que es muy bueno:

Ahí va el enlace.

Mis saludos a D. Francisco José y a sus lectores.

Guillermo Juan Morado.

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De paso, para mis lectores, este blog ha pasado el umbral del millón de visitas:

Total 1,001,258

Es nada, desde 2009 a 2012. Pero es algo, máxime sin comentarios, etc.

Estoy muy agradecido a todos los lectores.

30.06.12

“¿Quién me ha tocado el manto?”

Comentando el episodio evangélico de la curación de la hemorroísa, San Agustín distingue entre “tocar” y “oprimir”.

La muchedumbre “oprime” a Jesús, lo “apretuja”, pero solamente aquella mujer, que padecía una enfermedad que la relegaba a la condición de impureza legal, le “toca”. El Señor, para asombro de los discípulos, percibe esta diferencia, al preguntar: “¿Quién me ha tocado el manto?”. Los discípulos reaccionan extrañados: “Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: ‘¿quién me ha tocado?’” (cf Mc 5,21-43).

San Agustín identifica este “tocar” con “creer”. No basta con estar materialmente cerca de Jesús. Es necesario dar un paso más: Es preciso “tocarle”, creer en Él, reconocerlo como Señor y Salvador.

Un proceso de fe similar tiene lugar con Jairo, el jefe de la sinagoga. Si la hemorroísa ha de vencer las barreras de su condición de impura, el jefe de la sinagoga debe pasar por encima de su posición social para aproximarse al Señor y suplicarle: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”.

En ambos casos es la fe de estas personas y el poder que emana de Jesús lo que obra el milagro: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”, dice a la mujer. Y a Jairo le dice: “Basta que tengas fe”.

La fe es adhesión a la persona de Jesucristo. Es creer en Él, confiar en Él, abandonarse a Él. Supone la humildad de no confiar exclusivamente en uno mismo y la audacia de superar los obstáculos – reales o ficticios – que pueden separarnos del Señor.

La fe es, siempre, principio de vida, germen de la vida nueva de los que, por ella, han sido sanados y resucitados.

Por la fe en Jesús, el hombre supera el “imperio del Abismo” y el “veneno de la muerte” (cf Sab 1,13-15; 2,23-25), para llevar a su esplendor máximo su condición de imagen de Dios, llamado a la inmortalidad.

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