La Luna y la Iglesia
En un bello texto, titulado “¿Por qué permanezco en la Iglesia”, cuya lectura recomiendo, Joseph Ratzinger evoca el tema tan querido por la tradición patrística de la analogía de la Iglesia con la Luna o, como decía, Dídimo el Ciego, de la “constitución lunar de la Iglesia”.
También Juan Pablo II habló de la Iglesia como “mysterium lunae” en la “Novo millennio ineunte”: “Un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo. Pero no todos ven esta luz. Nosotros tenemos el maravilloso y exigente cometido de ser su «reflejo». Es el ‘mysterium lunae’ tan querido por la contemplación de los Padres, los cuales indicaron con esta imagen que la Iglesia dependía de Cristo, Sol del cual ella refleja la luz. Era un modo de expresar lo que Cristo mismo dice, al presentarse como «luz del mundo» (Jn 8,12) y al pedir a la vez a sus discípulos que fueran «la luz del mundo» (cf Mt 5,14). Ésta es una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la debilidad que tan a menudo nos vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es una tarea posible si, expuestos a la luz de Cristo, sabemos abrirnos a su gracia que nos hace hombres nuevos” (n. 54).