7.05.10

6.05.10

Mayo en el blog: El hombre es grande, sólo si Dios es grande

Ya en más de una ocasión he hecho referencia a las espléndidas homilías del Papa Benedicto XVI predicadas en la solemnidad de la Asunción de la Virgen. Ese día, el 15 de agosto, el Santo Padre celebra la Misa en la Parroquia Pontificia de Santo Tomás de Villanueva, en Castelgandolfo.

En 2005, el Papa glosó dos puntos del “Magníficat": “mi alma ‘engrandece’ al Señor"; es decir, proclama que el Señor es grande y, en segundo lugar, comentó la familiaridad de la Virgen con la palabra de Dios.

El texto que voy a reproducir hace referencia al primer aspecto y podría resumirse en una frase: “El hombre es grande, sólo si Dios es grande". Frente a las sospechas de Feuerbach y de todos los ateísmos llamados “humanistas", redescubrir a Dios, proclamar su grandeza, es un asunto de vida o muerte para el hombre; para cada uno de nosotros y para la humanidad en su conjunto.

Y, sin más preámbulo, el texto del Papa, que nos puede ayudar a aprender, a meditar, a orar y a debatir serenamente sobre la centralidad de la cuestión de Dios en nuestra cultura:

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5.05.10

Mayo en el blog: Un reencuentro

Esta aportación, escrita por Yolanda para “Mayo en el blog", tiene un carácter testimonial. Es algo así como la historia de un reencuentro, aun cuando, en realidad, jamás se dio la lejanía. La Virgen está incluso cuando parece que no está. Está como tantas veces están las madres, en aparente segundo plano. Y, en cualquier caso, siempre conduce a la casa común, a la Iglesia.

Un reencuentro
(Por Yolanda)

El mes de mayo representa, para una mujer de mi época y circunstancias, la inmersión en esa patria infantil en la que se forja el carácter y fraguan las premisas de la contextura moral futura. Yo serviría de ejemplo de cómo una niña educada en los 60-70, en inmersión completa en cierto estilo de devociones, no pasó más allá de un regusto estético, sobre todo en el canto y en los ejercicios de piedad más fundados en las Escrituras, como las estaciones marianas del Vía Crucis o el Ángelus.

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4.05.10

El escapulario: el hábito de María

Una sugestiva explicación del “escapulario del Carmen", un “hábito", una palabra que significa también, si el hábito es bueno, “virtud". El hábito de María son las virtudes de la Santísima Virgen, que debemos imitar. En ello consiste la verdadera devoción mariana. Debemos este texto a Xristoforos Theotokou.

El hábito de María
(por Xristoforos Theotokou)

En el año 1246 fue escogido superior de la Orden Carmelita san Simón Stock. Por aquellos momentos, la orden estaba pasando por unos momentos muy críticos y san Simón, que bien conocía el espíritu de esa famosa oración que empieza diciendo “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado”, acudió a la Madre Inmaculada para pedir su auxilio.

María Santísima respondió a sus súplicas y lo hizo como no había esperado nunca el carmelita. El 16 de julio de 1251 se apareció la Flor del Carmelo, como la llamaba san Simón todos los días, y en sus manos llevaba la respuesta a sus peticiones, el Santo Escapulario, regalo de su Inmaculado Corazón a todos los hombres.

Para explicar el Escapulario y su significado nada mejor que irse al mundo medieval para comprenderlo y vivirlo, y más en concreto a la librea.

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Primer jueves

Al igual que aviso a los feligreses de mi parroquia real, hago lo mismo con los de mi parroquia virtual: Pasado mañana es primer jueves de mes. Y, encima, en plena Pascua.

Todos saben que el Papa decidió convocar un Año Sacerdotal, con motivo del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars. Este “Año” comenzó el pasado 19 de junio y se extenderá hasta el próximo 11 de junio.

La Penitenciaría Apostólica, en un decreto de 25 de abril de 2009, anunció las indulgencias que se otorgan por esta razón: “A todos los fieles realmente arrepentidos que, en una iglesia u oratorio, asistan con devoción al sacrificio divino de la misa y ofrezcan por los sacerdotes de la Iglesia oraciones a Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote, y cualquier obra buena realizada ese día, para que los santifique y los modele según su Corazón, se les concede la indulgencia plenaria, a condición de que hayan expiado sus pecados con la penitencia sacramental y hayan elevado oraciones según la intención del Sumo Pontífice:

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