13.06.10

"La última cima" (escrito por César)

Salgo de la sala y hay hasta un par de curas hablando con unas señoras -no recuerdo nunca haber asisitido al cine con curas de espectadores, vestidos de cura, se entiende-, pero me marcho, esquivando a muchas más personas que salían de la proyección y a otros que entraban a ver cualquiera de las películas que proyectan en los cines Palafox de Madrid.

De camino a casa, me acuerdo de mis pecados recientes y me dan ganas de confesarme; parece que el gozo que sentí durante la proyección se ha esfumado. Demasiado tarde, son casi las diez de la noche, está visto que nunca seré santo. Menos mal que vivo cerca. Rezaré esta noche y pediré perdón, antes y durante el rezo…………………, voy pidiéndolo mientras camino. Una cerveza y a casa, la breve y siempre risueña charla con mis camareras favoritas………..y a casa.

La centralidad de la comunión con el Cuerpo de Cristo…………. eso me ha calmado y dado esperanzas. Lo que al comienzo se barruntaba como un protagonismo excesivo del director de la película -parecía Umbral,jajajajaja- y un repelús ante una posible hagiografía, una vez caído el telón del despiste juguetón y malicioso, se entra en una biografía de un ser querido. Ahí estan todos, los que le querían, le respetaban y hasta transeúntes entrevistados que despotrican de curas y la Iglesia -también de los que bien hablan de ambas, sin apenas conocerlas-, y sobre todo a los que D. Pablo Domínguez cambió sustancialmente la vida.

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El sabio silencio

Abstenerse de hablar puede merecer la pena. No todo se puede decir y no siempre lo que se dice es importante.

Hace falta el silencio para percibir, al menos sea por contraste, las palabras. Si hay ruido, nada se escucha.

Yo me despido hasta el próximo sábado o domingo. Acudiré, fielmente, a la cita que me propone la realidad: predicar cada domingo.

Siempre agradecido a los lectores y comentaristas. Parar es necesario.

Si César me envía su colaboración antes, la publicaré. Una cosa no quita la otra.

Recen por una intención mía.

Guillermo Juan Morado.

"Había estado" (escrito por Norberto)

Había estado, desde el amanecer y ya era mediodía, calafateando su nueva embarcación, una pequeña chalupa de una vela, poco más que un bote, pero el hombre quería que fuera marinera, él, que era un marengo de segunda, pues las calas de Agrigento, bien conocidas en sus años infantiles, merecían el esfuerzo.

Interrumpió la tarea y se recostó a babor, buscando la sombra, apoyando la espalda en su embarcación en ciernes. Sacó de su bolsa de costado, muy parecida, a simple vista, a las que usaban los soldados, una hogaza de pan de centeno que cortó a rebanadas, tres, tomándolas de una en una, las untó, sucesivamente, con garum la primera, que cubrió con la segunda , en cuyo dorso roció, cuidadosamente, aceite de oliva, y por último cubrió a ésta con una tercera rebanada, de tal manera que el pan recuperó su forma original, pero con unos rellenos que despertaron, aun más , el apetito de nuestro calafate; el postre, ese día, fue un trozo de queso de cabra producto del trueque con un vecino. El trago de vino que dio fin al almuerzo, procedía de una vasija, que, enterrada en la arena del rebalaje, proporcionó fresca bebida al comensal, que chascó la lengua contra el paladar dada la satisfacción que le produjo, pues él mismo lo había elaborado.

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12.06.10

Amor y perdón

Homilía para el Domingo XI del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Jesús no es solamente un maestro, ni solamente un profeta. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. En Él, en toda su figura, en sus palabras y en sus obras, nos sale al encuentro el amor de Dios; un amor siempre dispuesto a la misericordia y al perdón. San Pablo se dejó atraer por el amor de Cristo hasta el punto de decir: “Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, “vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí” (Ga 2, 20).

San Pablo describe de este modo la experiencia de la fe y del Bautismo. Por la fe, nos adherimos a Cristo y así Él vive en nosotros y nosotros en Él. En el Bautismo, explicaba Benedicto XVI a propósito de estas palabras de San Pablo, “se me quita el propio yo y es insertado en un nuevo sujeto más grande. Así, pues, está de nuevo mi yo, pero precisamente transformado, bruñido, abierto por la inserción en el otro, en el que adquiere su nuevo espacio de existencia” (15.IV.2006).

La existencia nueva que la adhesión a Cristo hace posible implica una lucha continua contra el pecado, que es lo único que nos puede separar de Él, y que, separándonos de Él, acorta las perspectivas de nuestra vida, nos reduce al horizonte estrecho de un yo egoísta.

El movimiento de conversión tiene como principal motor el amor a Dios. La mujer pecadora que va al encuentro de Jesús se deja mover por el amor. El relato de San Lucas abunda en verbos, que expresan las acciones que el amor suscita en aquella mujer: se entera de donde está Jesús, va a la casa de un fariseo con un frasco de perfume, se coloca junto a los pies del Señor, llora, riega los pies de Jesús con sus lágrimas, los enjuga con sus cabellos, los cubre de besos, los unge con el perfume… (cf Lc 7,36-8,3).

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La homilía del Papa: Un intento de esquematización

Los esquemas son útiles y, a la vez, peligrosos. Resumir un escrito, atendiendo a sus líneas o caracteres más significativos, es, de algún modo, reducir a simplicidad lo que es múltiple y variado. El esquema, como un mapa, no sustituye el paisaje original, no puede dar cuenta de su variedad, de sus matices, de sus contrastes. Como máximo, proporciona una guía, un plan, unas coordenadas básicas.

Esquematizar el pensamiento del Papa, expresado en una homilía tan rica, y de tantos niveles de lectura e interpretación, como la que ha pronunciado en la clausura del Año Sacerdotal, es algo así como reducir la belleza de un cuerpo bello a la radiografía de un esqueleto. No obstante, asumo el riesgo. A mí me ayuda el esquema, quizá a otros también. Con una sola condición: No confundir el original con la copia, la vida con el concepto, la realidad con el argumento.

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