Calendarios
Los calendarios representan el paso de los días, agrupándolos en unidades superiores como semanas, meses o años. Están ahí, delante de nosotros, como notarios que registran el transcurrir del tiempo. Son, quizá, testigos incómodos porque, si los repasamos, nos damos cuenta del número de horas invertidas en nada o en casi nada.
Cuando se acerca un nuevo año, se preparan los calendarios. La verdad es que, a ciertas edades, los años acaban y comienzan sin que apenas medie un intervalo significativo entre su inicio y su fin. Esta brevedad constituye un argumento en favor de la continuidad de los días. Toda división se muestra, a la postre, como artificial.
No sólo los bomberos – y las amas de casa, y los futbolistas, y los coleccionistas de sellos, y los aficionados al arte etrusco – hacen calendarios. Yo también los hago. Selecciono, para ese fin, algunas imágenes de la iglesia parroquial. Y así, poco a poco, me hago con un inventario gráfico muy completo.
Los feligreses pueden, de ese modo, llevar a sus casas un icono del templo parroquial: el retablo principal, el pequeño oratorio, una imagen de la Virgen o una fotografía del Crucifijo. Este año he seleccionado tres imágenes: la del Sagrado Corazón, la de Nuestra Señora del Carmen y la de San Roque.