14.03.12

VII estación: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

VIA CRUCIS. VII estación: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

…Pero el amor humano es inconstante.
Se cansa, se distrae, se aleja.
Simón cede, y el peso de la cruz
vuelve a recaer sólo en ti.

La debilidad del hombre te derrota.
Tu amor, desperdiciado
por los relumbrones del mundo,
llagan tu corazón hecho
de misericordia.
La ingrata
naturaleza humana en su olvido,
vuelve a dejarte solo.
Qué poco fiel es el hombre…

Mas tú, Señor, misericordia infinita,
siempre esperas nuestro amor,
siempre, dulce, anhelas derramarte
ante el más pequeño gesto de un alma
hacia ti.
Y esperando, aun sin Simón, vuelves
a levantarte, a levantarnos.

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Eduardo Jariod.

13.03.12

Via Crucis: VI Estación

VI estación: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

El odio quiere verte; más aún
el amor. El odio para destruirte;
el amor para cuidarte.

Estás desfigurado, cubierto
de tus propios desgarros, eres
irreconocible. Al odio le basta esto;
al amor, tu rostro
inmaculado.

Una mujer se acerca, Verónica,
y limpia cual caricia tus heridas.
Ante la devoción humana
nunca quedas sin respuesta:
tu piel desgarrada,
tu sangre, tu sudor, tus lágrimas,
darán forma indeleble a tu faz santa,
regalo a esta mujer sobre su paño.

Cuando tu amor más nos conmueve,
cuando tu luz penetra más hondo,
cuando tu vida se derrama sobre tu muerte,
no nos basta compartir tu cruz.
Queremos besarla, besarte.

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Eduardo Jariod.

10.03.12

HABÍA ESTADO XIV (escrito por Norberto)

La quinta, modesta en su decoración, pero de refinado gusto mostraba ornamentos, vasijas y tapices de muchas procedencias sitas en el Mediterráneo Oriental, tantas como había recorrido Loukás desde que siendo un muchacho había emprendido la carrera médica, en su caso ad litteram pedis. Ocupaba una finca de forma trapezoide irregular de un jugerum (unos 2.520 m2), la construcción ocupaba casi un actus quadratus (unos 1.260 m2).

Extrañaba no ver ningún objeto de su etapa romana, siquiera una cerámica de recuerdo, es que no guardaba buen recuerdo, pese a que no fuera por sentencia escrita, ni proceso judicial, había sido condenado al ostracismo. El suelo carecía de las escenas mitológicas o domésticas o del tipo que quisiera el propietario pintadas en teselas, este suelo era un lithostrotum, propio de una calzada no de una vivienda, las vecinas canteras del monte Silpius habían proporcionado los materiales necesarios para su edificación.

- Saúl Paulus Tarsiensis, dijo Ambrósyos presentándolo a Loukás que había comprobado el vuelo correcto de la paloma mensajera.

- Ave¿qué os trae por mi casa?, aunque ya veo que tu amigo no parece pasar un buen momento, ¿verdad?.

Ambrósyos contó lo sucedido y dejó a Saúl en manos de Loukás, mientras iba a su casa para descargar el mineral y preparar alojamiento para su huésped, luego volvería a recogerlo, sabía que el médico se tomaba su tiempo antes de diagnosticar y recetar.

Recostado en una cama clínica, el médico indagaba y palpaba al enfermo según le contestaba, le reconoció y emitió un diagnóstico provisional.

-Saúl creo que tiene un problema de vísceras, el hígado, ahora inflamado, no funciona bien dentro de su cuerpo, como ha tenido preocupaciones continuas lo psíquico ha alterado lo somático. Debe cambiar su alimentación, solo hortalizas y algún pescado con unas gotas de aceite de oliva, nada de picante, muy poca sal; además debe tomarse una infusión todas las mañana, en ayunas, según lo indica este escrito, los ingredientes son de fácil obtención. Ahora guarde reposo, puede seguir recostado o pasear por el palmeral según prefiera, mientras vuelve el metalúrgico. Si va al retrete, avíseme.

-Muchas gracias, pediré a YHWH por su buen destino, respondió Saúl, observando una mueca, levísima, en su comisura izquierda, no obstante respondió con una cortés inclinación de cabeza.

- He visto que tiene un cuadro con un versículo del Mishlei (Proverbios), por eso le mencioné… discúlpeme si le he molestado con mi comentario.

-No, no me ha molestado, el objeto me lo regaló uno de mis maestros en Alejandría, me enseñó todo su saber, yo apenas pude corresponderle cuando enfermó gravemente, le atendí día y noche, apliqué todos mis conocimientos pero nada pude hacer por evitar su muerte. Poco antes de morir, abrió los ojos y viéndome apesadumbrado me regaló el cuadro procurando tranquilizarme, le prometí que lo conservaría, Yehoshúa (Yahvéh salva) ben Samuel(Aquel que escucha a Yahvéh) era un gran hombre, y, sí, ciertamente creía en YHWH, yo no, he tenido en mi vida suficientes divinidades, y, ninguna hizo nada por mí. Le dejo descansar, tengo trabajo, un colega de Tarso, compatriota suyo espera los resultados de unas pruebas.

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La Ley, el Templo, la Cruz

La Liturgia de la Iglesia, en el tercer domingo de Cuaresma, nos presenta tres lecturas bíblicas que podrían ser resumidas en tres palabras: la Ley, el Templo, la cruz.

La primera palabra es la Ley. El libro del Éxodo (20, 1-17) recoge el decálogo mosaico, las diez palabras dadas por Dios a Moisés. El Pueblo de la Alianza ha de guiarse en conformidad con ese código grabado en unas tablas de piedra; por esos mandamientos “verdaderos y enteramente justos” (Sal 18), que invitan a vivir orientados hacia Dios y hacia los demás.

Jesús se presenta, en el monte de las Bienaventuranzas, como el Nuevo Moisés. Sus bienaventuranzas no revocan la Ley, sino que la perfeccionan. Él es quien cumple perfectamente la Ley. Él es el pobre de espíritu, el que llora, el manso, el hambriento y sediento de la justicia, el misericordioso, el limpio de corazón, el pacífico, el perseguido por causa de la justicia, el injuriado por las mentiras. Si los diez mandamientos han de guiar al Pueblo de Israel, esos mismos mandamientos, perfeccionados por las bienaventuranzas, han de guiar al Nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia.

El Señor no añade preceptos exteriores nuevos, sino que apunta a reformar la raíz de los actos, el corazón, “donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro, donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes” (cf Catecismo 1968). En la inminencia de su Pascua, el Señor nos dejó como testamento un mandamiento nuevo: el mandamiento del amor; de su propio amor que se plasma gráficamente en la entrega de la Cruz.

La segunda palabra es el Templo. El Templo era para los israelitas, y también para Jesús, que era un israelita, el lugar santo donde Dios habita de una manera privilegiada. Jesús sube al Templo, al lugar de la oración, a la casa de su Padre. Se indigna porque el atrio exterior se había convertido en un mercado (cf Jn 2,13-25). Pero, en el umbral de su Pasión, el Señor se identifica Él mismo con el Templo, presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres (cf Jn 2,21; Catecismo 586).

El anuncio de la destrucción del Templo señala la entrada en una nueva era en la historia de la salvación y anticipa igualmente su propia muerte: “Él hablaba del templo de su cuerpo”, anota San Juan. El templo nuevo, el lugar de la morada de Dios, es el Cuerpo de Cristo, destruido en la Cruz y reconstruido en la Resurrección. Nosotros, seguidores suyos, estamos llamados a participar de su Pascua para convertirnos en miembros de su Cuerpo, en piedras vivas del edificio espiritual que es la Iglesia.

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9.03.12

Via Crucis: V estación

V estación: SIMÓN DE CIRENE AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

El mal en su premura
quiere muerte, quiere
consumar ya mismo su propia
maldición.
Tiene prisa;
anhela que corras a tu destino,
tiene sed de tu sangre.
Y por esto
deciden ayudarte.

Dicen que Simón fue obligado,
mas compartió el peso de tu cruz,
aligeró tu carga, ayudó
al cumplimiento de tu gloria.
Dicen que fue obligado, pero nadie
supo nunca más que tú
cómo acabó su desempeño.

Sacando gracia del pecado,
con el peso de tu cruz
lavaste su alma.
Seguro que obligado hubo
de dejarte…

Así, así nos lavas.

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Eduardo Jariod.