26.03.12

XIII estación: Bajan a Jesús de la Cruz y lo entregan a su Madre

Madre de Dios y Madre nuestra,
modelo de fe y obediencia plenas,
que dijiste Sí a la voluntad del Padre
de concebir a su Hijo en tu seno,
vuelves a asentir ahora
ante su inerte despojo desenclavado.

No hay dolor ni hay amor
más indescriptibles.
Sufriste su pasión en carne propia,
y ahora su muerte abrazas
en tu virginal regazo.

Toda la vida Madre,
Madre siempre, acoges a tu Hijo,
como a nosotros, sin preguntas,
sin reproches, callada, dulce,
sumisa.
Asumes el designio
escogido por el Padre
con todas sus consecuencias.

…Con serena discreción le lloras.

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Eduardo Jariod.

24.03.12

El grano de trigo

Homilía para el Domingo V de Cuaresma (Ciclo B)

El itinerario cuaresmal conduce a la solemnidad de la Pascua. La metáfora del grano de trigo que cae en tierra y muere y da mucho fruto (cf Jn 12,20-33) nos ayuda a comprender el sentido y el alcance salvador de la muerte de Jesucristo.

Él es en persona ese grano de trigo de que nos habla el Evangelio. Su muerte es una muerte fecunda que se convierte en principio de vida para los creyentes. Este dinamismo de muerte y vida, de anonadamiento y de exaltación, lo expresa el autor de la Carta a los Hebreos: Jesucristo, “a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna” (5,8-9).

La alianza nueva y eterna, que profetiza Jeremías (31,31-34), ha sido instituida por el sacrificio de Cristo, que devuelve al hombre a la comunión con Dios (cf Catecismo 613). La salvación consiste en esta comunión con Dios. Por el pecado, todos los hombres hemos sido desterrados de la patria de la Alianza. Para hacer posible el retorno a esa patria, el Hijo ha bajado del cielo y nos hace subir allí con Él por medio de su Cruz (cf Catecismo 2795).

Dios mismo toma la iniciativa. El misterio de la salvación es el misterio del amor del Padre que entrega a su Hijo para nuestro rescate. Es el misterio de la obediencia libre del Hijo que voluntariamente se ofrece a la muerte. Es el misterio del Espíritu Santo, que transforma nuestro corazón para hacerlo semejante al corazón de Cristo.

La alianza nueva no queda grabada en tablas de piedra, sino en el corazón de los que se dejan atraer por Jesucristo, muerto y resucitado. En torno a Él se realiza la reunión de la familia de Dios, de la Iglesia santa, a la que están convocados todos los hombres de todos los pueblos.

Nuestra misión, como cristianos, es ser heraldos y testigos de este Reino que se inaugura en la Cruz y que se extiende por el mundo en la medida en que, dejándonos transformar por el Espíritu Santo, nosotros transformemos la sociedad y la historia para construir la civilización del amor: “el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.

Los santos son la prueba viva de la eficacia de la Cruz de Cristo, de la fecundidad de ese grano de trigo que cae en tierra y muere. En ellos ha triunfado la Pascua del Señor, la fuerza de la redención. Gracias a los santos, parcelas del mundo se transforman, de manera silenciosa, pero real, en paraíso, en ámbito de vida, en jardín donde el hombre puede conversar de nuevo con Dios.

¿No hemos acaso percibido el eco de una humanidad nueva y de un cielo y una tierra nuevos cada vez que en nuestras vidas hemos encontrado el testimonio de un santo? ¿No hemos sospechado que el amor tiene la última y decisiva palabra al contemplar el ejemplo de hombres que se han dejado atraer por la Cruz del Señor?

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22.03.12

XII estación: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Todo está cumplido.
La voluntad del Padre fue obedecida
hasta el extremo.
Nada te guardaste. Todo
lo que Él te dijo
nos lo ofreciste.
Y en último gesto de amor
inclinas la cabeza
como un Sí definitivo
al Padre, a nosotros
y a la misión cumplida.

Todavía se han de asegurar
de tu muerte. Te lancean
el costado, y un manantial
de sangre y agua
derramas sobre nosotros
en un bautismo postrero.

Ya no queda más que hacer
en esta tierra. Todo queda dicho
y hecho.
Bajarás al infierno incluso
para que tu humanidad
se cumpla absolutamente.
Es el momento de la fe y de la esperanza,
o de la desesperación.

Habrás de abajarte otra vez
para que te creamos.

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Eduardo Jariod.

21.03.12

XI estación: JESÚS, CLAVADO EN LA CRUZ

Hasta ahora la cruz pesaba
sobre tus hombros. Ahora será ella
quien te soporte, soportándola tú
atravesado de clavos.
Ya no habrá más caídas.
Llegaste al final en un abrazo de vida
clavado.
Morirás
perdonando a tus verdugos,
prometiendo el paraíso al buen ladrón,
rechazando todo alivio, consciente
hasta el último sufrimiento
desgarrador.
Consuelas a tu madre,
y nos la entregas madre del mundo
en la persona de tu apóstol amado.

Aún soportas unas horas.
Has de estar clavado allí; no ha de ser
instantánea tu muerte.
Vivo y clavado ya para siempre
en nuestros corazones…

Nunca se vió mayor entrega de amor.

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Eduardo Jariod

19.03.12

X estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Te queda una última herida
antes del sacrificio final.
Te arrancan tu túnica ensangrentada
y exponen a una humillante desnudez
tu cuerpo destrozado.

No les importa nada; has de beber
hasta la última gota de este cáliz
amarguísimo. Nada te será
ahorrado. Desnudo, expuesto,
envilecido, echarán a suertes
la veste que cubrió tu último
pudor.

Pero tu desnudez remite a tu grandeza.
Lo estás dando todo;
llegas a la cruz desnudo, pleno,
omnipotente de amor.
Ya sólo te queda lo único que vas a dar
también.
Y por nosotros…

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Eduardo Jariod.