19.05.12

Ascendió al cielo

La solemnidad de la Ascensión del Señor se sitúa en la dinámica de la Pascua, del paso o éxodo de Cristo de este mundo al Padre. Jesucristo, vencedor de la muerte, entra para siempre con su humanidad glorificada en la esfera de Dios; en ese ámbito divino simbolizado en la Escritura por la nube y por el cielo (cf Catecismo 659).

El movimiento del ascenso, de la subida, nos hace pensar en el descenso, en la Encarnación: el que vuelve al Padre es el que salió del Padre (cf Jn 16,28). Entre la salida primera y el retorno hay una diferencia. Cristo “sale” del Padre para, sin dejar de ser Dios, hacerse hombre, verdaderamente hombre, semejante a los hombres en todo, menos en el pecado. Como canta la liturgia: “Sin dejar de ser lo que era ha asumido lo que no era”.

Pero este “hacerse hombre” no es un acontecimiento pasajero, como si el Hijo de Dios se revistiese de un modo puramente externo de la condición humana. No, la Encarnación es un acontecimiento definitivo, irreversible. Para siempre, el que era solo Dios es también hombre. Por su Ascensión, un hombre, uno de los nuestros, con un cuerpo como el nuestro, ha entrado para siempre en Dios.

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Juan Pablo II, el papa universal

En su día la editorial CPL de Barcelona me propuso escribir una breve biografía del beato Juan Pablo II. Por razones personales tardé un poco en cumplir ese encargo. No por falta de ganas. Yo le debo mucho a Juan Pablo II. Para mí ha sido una ayuda esencial en el plano de la fe, en el de la vocación al sacerdocio, y hasta en la percepción de la belleza y de la actualidad de la propuesta cristiana para el mundo.

En muy pocas páginas – 27 – he intentado asumir el reto. En unos pocos capítulos: 1. Wadowice. 2. Estudiante, obrero y actor. 3. Sacerdote. 4. Obispo. 5. Sucesor de Pedro. 6. “¡No tengáis miedo!”. 7. La ciudad y el mundo. 8. El atentado. 9. La enseñanza del papa. 10. Los encuentros. 11. La muerte.

Reproduzco aquí la parte que habla de su vocación:

Sintió la llamada al sacerdocio y, en 1942, tomó la “decisión definitiva” – así lo escribirá él años más tarde – de entrar en el Seminario Mayor de Cracovia, que funcionaba de modo clandestino, y de comenzar los cursos de Teología en la Universidad Jaghellonica – también clandestina -, mientras seguía trabajando en la fábrica química Solvay. Tras el cese, en 1945, de la ocupación alemana pudo continuar sus estudios de manera ya oficial.

Al hablar de los orígenes de su vocación, Juan Pablo II ha destacado la “trayectoria mariana”. Sus recuerdos están llenos de referencias a la Virgen: a la Madre del Perpetuo Socorro, de la parroquia de Wadowice; a la devoción al escapulario de la Virgen del Carmen, difundida por los carmelitas de su localidad natal; y, ya en Cracovia, a María Auxiliadora, en la parroquia de los Salesianos. Igualmente, al santuario mariano de Kalwaria, el más importante de la archidiócesis de Cracovia.

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18.05.12

Una canción eucarística en lengua gallega

17.05.12

Un obispo molesto

Ha habido, a lo largo de la historia, obispos “molestos”. Uno de ellos fue San Juan Crisóstomo. Un obispo reformista que, al llegar, en contra de su voluntad, a la sede de Constantinopla emprendió la tarea de corregir al clero, suscitando desde el principio odios y envidias.

Pero la persona más incomodada por el patriarca de Constantinopla fue, quizá, la emperatriz Eudoxia. La emperatriz, amante del lujo de y de “las modas”, se sintió personalmente interpelada cuando Juan Crisóstomo, en uno de sus sermones, dijo: “Se enfurece de nuevo Herodías, desatina de rabia, de nuevo danza y quiere en un plato la cabeza de Juan”.

No parecía Juan Crisóstomo especialmente dotado para la diplomacia, para la habilidad, para la sagacidad, para el disimulo. Un “fallo” que pagó muy caro, siendo depuesto y desterrado en varias ocasiones. ¡Todo un Patriarca de Constantinopla!

Por tanto, no debemos sorprendernos en exceso si un obispo, a día de hoy, es repudiado por quienes tienen el mando. Que a un ciudadano, Obispo o no, se le condene al ostracismo social sin juicio previo y sin sentencia resulta cuanto menos preocupante. Que esta condena fuese protagonizada por un monarca cesaropapista tendría su pase. Que sea pronunciada en nombre del “pueblo”, de sus representantes en un Ayuntamiento, parece casi increíble. Pero la realidad, a veces, supera la ficción.

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14.05.12

La paga extra, a Cáritas

Algo me han dicho, algo he leído por ahí: Que los curas donen su paga extra a Cáritas. Me parece una buena iniciativa. Pero una iniciativa que, en cualquier caso, ha de partir del realismo. No son hoy los sacerdotes – creo que nunca lo han sido, salvo contadas excepciones individuales – un colectivo poderoso desde el punto de vista económico.

Los sacerdotes cobran – cobramos – un pequeño sueldo, más parecido a una pensioncita que a un salario al uso. Y no creo que dediquemos pocas horas a nuestra tarea… No obstante, la mentalidad que se nos ha infundido – y que hemos introyectado – es la de que el salario es solo una ayuda para poder vivir y, en consecuencia, desempeñar nuestro ministerio.

Si de golpe y porrazo desapareciese la famosa “X” de la Declaración de la Renta ese pequeño sueldo pasaría a ser literalmente nada y quedaríamos, los curas, al cabo de la calle. Lo que se ingresa en una parroquia – hablo en general – malamente da para intentar que la parroquia siga abierta y para procurar que no falte tampoco, en la medida de lo posible, la atención a los necesitados.

En mi parroquia al menos, y creo que en todas, esa partida, la de la atención a las personas más necesitadas, es siempre la partida mayor. Bien entendido que dentro de la modestia de las cifras que manejamos.

De todos modos, se entiende que se les pida a los curas que donen, si pueden, su paga extra. Se diga lo que se diga, la Iglesia es una comunidad de pobres. Pero ser pobre no es un obstáculo para ser generoso. Más aún, el pobre, quizá, puede sentirse más inclinado a ser generoso. Aunque haya, de corazón, ricos que son pobres y pobres que son ricos.

Estas invitaciones a excitar la generosidad de los sacerdotes – que apenas, con su salario, podrán atender a sus gastos básicos – se producen en un contexto extraño: Se le pide a la Iglesia Católica – que da más que nadie – que pague más impuestos (por ejemplo, el IBI), para que así pueda dar menos, para que así, a ser posible, desaparezca, ahogada por las deudas.

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