En recuerdo de Mosén Marino
Cuando llegué al tanatorio solamente estaban dos sobrinos lejanos y mi madre. No había lágrimas o condolencias por el difunto, la vida se había llevado antes a la gran mayoría de las personas con las que había compartido su tiempo.
Hay personas que sientes cercanas y sin embargo, apenas les has llegado a conocer completamente. Quizás porque forman parte de anécdotas y recuerdos familiares que has escuchado una y otra vez los haces parte de tu identidad. Con Mosén Marino creo que me pasa algo así. Era muy amigo de mi abuelo y fue parte de la familia muchos años antes de que yo naciera.
Mosén Marino siempre me pellizcaba los mofletes con fuerza hasta hacerme apartar la cara, como si todavía fuese un niño pequeño. Quizás para él nunca dejé de serlo. Era su forma de saludar con cariño, como si fingiese que el tiempo no había pasado.
Recuerdo a Mosén Marino con una faria en la boca y una boina negra cruzada en la cabeza. Sí, “Mósen” era un cura de los de antes. Dedicó su vida a dos pueblecillos de Huesca tan pequeños como uno puede imaginar.
Se había ganado fama de gruñón, y probablemente con razón. Quizás esa primera impresión que causaba a la gente, me ha hecho apreciar más los detalles de cariño que vi en él. En el fondo era un nostálgico bonachón. Una persona que se entregó a Cristo hasta el final, y que hasta el momento de su muerte hizo el sacrificio de seguir atendiendo esos dos pueblos, pese a las taras físicas de la edad.
Me preocupé cuando murió porque sentí muy profundamente una deuda con aquello que me ha hecho como persona, mi familia. Con mi abuelo, al que le habría gustado que fuésemos la familia que Marino no tenía en el momento de despedirle.
Llevé en el hombro hasta el altar a quién me bautizó, a un hombre sencillo que pasará desapercibido por los libros de historia, pero que dejó para siempre mucho más de lo que nunca él podría haberse imaginado. Para mí Marino forma parte de mi infancia, de la vida de personas a las que debo todo. Así que allá donde estás Mosen, en la gloria de Dios, espero que te llegue mi más sincera muestra de cariño.
Javier Tebas
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