12.03.10

En la muerte de Miguel Delibes

Hay libros que entretienen y hay libros que transmiten. Los primeros pasan por nuestras manos, nos divierten, pero sus historias y argumentos se disipan en las estanterías y en la memoria. Los segundos, por alguna extraña razón, dejan en nuestra conciencia una impresión que marca nuestra forma de ver las cosas.

Apenas conozco a Miguel Delibes, nací cuando los “best seller” ya eran de importación. Supongo que fallecido el gran escritor, escribirán sobre él amigos, familia y literatos o críticos, que desmenuzarán su estilo, su obra y su temperamento. A esto yo no tengo nada que aportar, más que lo percibido en lo poco que he leído, de quién sin duda es uno de los escritores que considero imprescindibles.

Creo que es en el trasfondo de la trama. Por allí Delibes camina en casi todas sus novelas, haciendo partícipe al lector de cuestiones verdaderamente profundas, que en un planteamiento cercano, conmueven y hacen reflexionar.

Cuando el marco temporal de la historia discurre por toda una vida en clave de recuerdos, como en “Señora de rojo sobre fondo gris” o “Cinco horas con Mario”, Delibes nos descubre con la mejor prosa un alegato, a veces pesimista y a veces idealizado, al papel de las relaciones humanas en la felicidad, el amor o la familia. Es la muerte, con crudeza, la que viene a ponerlo de relieve, siendo la ausencia la que muestra las pequeñas y grandes cosas de la vida.

Indiscutiblemente ha muerto uno de los grandes, de los que estudiarán en las escuelas siglos adelante, cuando ya nadie recuerde nuestro nombre. Vayan para él toda mi admiración, y mi oración.

Javier Tebas
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10.03.10

El arte taurino

Sólo de lo sublime podía escribir Rubén Darío unos versos, sólo de lo que es arte podían haber nacido tantos poemas. Si Manuel Machado, Gerardo de Diego, Rafael Alberti o Federico García Lorca no escribieron de los toros por lo que transmiten en espíritu, será entonces con certeza que ninguna de las artes existió jamás.

La demagogia absurda de quienes quieren prohibir los toros, vuelve a centrar la dialéctica en un debate superado. La muerte animal en manos del hombre, como un hecho natural, tiene una crudeza irremediable. Pero si fuera esa la reivindicación, y se quisiese acabar con el sometimiento milenario del animal al hombre, lo consecuente sería protestar en los mataderos y no en los ruedos.

La tauromaquia padece el ataque de la ignorancia, de la reacción primaria, instintiva y más sensible frente a lo crudo de la muerte animal. Pero más allá de esa muerte irremediable – de la que luego todos somos aceptantes en el bocadillo- los ruedos son partícipes de toda una sinfonía de imagen viva, de tradición, armonía y ritual. Quienes solo ven la partitura, pero no escuchan la sinfonía, no comprenden la afición taurina. Y es muy respetable que cada uno, con sus sensibilidades y su personalidad, sienta más o menos la llamada hacia un arte. Lo ridículo es que no comprender una afición, conlleve directamente atribuir la crueldad sádica a todos los que sí sienten lo que el toreo transmite.

Es el paseíllo, que se convierte en un cuadro viviente, o como dijo el nicaragüense más universal “es el hondo amor que existe en el secreto de la embestida, libre en la amplitud sin memoria de un beso o trance de la herida que el amor comunica”, acaso también el tinte agridulce de las cinco de la tarde de Lorca.

¿Se dan cuenta los paletos que se tiran pintura por encima en la puerta de la Monumental de lo que están haciendo? ¿Se dan cuenta los políticos con lo que están acabando?.

Javier Tebas
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4.03.10

¿Por qué nos suicidamos?

Si me lo dicen en una tertulia de cafetería universitaria, habría jurado mil veces que es mentira. Sin embargo no es un argumento inverosímil de mi amigo derrotista, ese que lo da todo por perdido, y que sería capaz de inventarse datos para regodearse en su pesimismo. Es el Instituto Nacional de Estadística, quien ha hecho público que 3421 personas se quitaron la vida durante el pasado año. En España muere más gente por suicidio que por accidente de tráfico.

Quién lo diría, ahora que la felicidad queda a un SMS más IVA de distancia, que puedes cambiarte de sexo gratis y el sentido de la vida tiene doscientos caballos de potencia. Ahora que somos más libres y soberanos que nunca, que las guerras solo salen por la tele, que no hay nostalgia ni distancia desde que existe Facebook.

Avanzamos, evolucionamos, hasta racionalizamos nuestra existencia los domingos por la tarde con Punset. Y sin embargo, por alguna extraña razón, la realidad contradice esa ilusión en la que creemos vivir. El bienestar del hombre de hoy, que cree saberlo todo, es un espejismo que nos vacía cada día, sustituyendo dentro de nosotros el contenido sustancial por una satisfacción falsa y efímera, que como si fuese un suntuoso decorado de cartón piedra, se desmorona con una pequeña ráfaga de viento.

Algo estamos haciendo mal, los modelos de vida que plantea la sociedad se deshacen en el papel cuché de las revistas. El hombre se niega a sí mismo, ya no busca la virtud, ya no le importa lo trascendente, no se hace preguntas. Mientras tanto sus aspiraciones banales naufragan, como lógica de su imposibilidad, o decepcionan, cuando una vez alcanzadas todo era mentira.

22.02.10

La Fe como fundamento de la Patria

No se preocupen, conozco el nuevo mandamiento, el dogma inapelable, la primera consigna contra el integrismo cavernícola. ¡No mezcles religión y política! Por eso advierto que puedo entrar en terreno proscrito.

No creo en los eslóganes, en los lemas simplones y los tópicos argumentales. Casi siempre resultan ser una barrera, introducida concienzudamente para limitar nuestra libertad de criterio.

Quiero entender a España, hacer un esfuerzo por conocerla más allá del simple sentimentalismo superficial. Si España es un contrato social, la simple voluntad de un determinado número de individuos, en un espacio geográfico concreto. Entonces vivirá España, mientras existan ciertas instituciones y entidades que operen conjuntamente en todo el territorio. ¿Pero merece entonces el mínimo sacrificio una simple entidad contractual?, ¿tiene sentido el patriotismo, siendo éste el amor por un mero pacto negociable?

Quienes han tenido la virtud y la sensibilidad de entender a España, han superado esa idea jacobina. España es -nos han explicado- la suma de aquellos valores inmutables transmitidos en cada generación, es el vínculo actual y el destino común que ésta misma transmisión de valores genera. Estos lazos, que discurren entre la historia, el presente y el futuro, son los que dan un verdadero sentido profundo al patriotismo, las arterias del espíritu de la Patria. En definitiva, los conductos por los que transcurre la vida misma de España, que han sido cuidados por cada siglo y cada generación, como un proyecto de destino común.

Si hay una transmisión superior y totalmente identificativa en la existencia de España, es la fe católica. Desde el primer momento, Dios ha sido el lazo de unión y fundamento. Fin mismo de la Patria, que como un árbol centenario, ha crecido fortaleciendo sus raíces con la fe. ¿Acaso alguien lo puede negar? Si los pueblos de Las Españas se unieron, fue por la fe, si llevamos a cabo una proyección de nuestro espíritu en América, fue por la fe, si somos tierra de mártires por Cristo, como ningún otro lugar del mundo, ha sido porque heredamos en el hogar, en la iglesia, en cada nueva generación, una fe católica que nos impregna en nuestra misma condición de españoles.

España se muere atacada por muchos frentes e incomprendida por los políticos. Parece que las generaciones que sostienen su agonía no van a transmitir el destino que ha conformado a la nación. Por las arterias vitales de la metafísica de la Patria, circula indiferencia, relativismo, egoísmo. ¿La fe? eso no es cosa de España. España es un contrato, quizás a mucho una selección de fútbol. Lo demás es ¿extremismo?

Javier Tebas

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12.02.10

El Valle de los Caídos, cerrado

Parece que la gran cruz granítica del Valle de los Caídos, irradiase una energía invisible que alcanza todo el Cuelgamuros, convirtiéndolo en un lugar donde por alguna razón, el espíritu gana su particular batalla de dominio con lo material. Tan majestuoso como austero, la parte física del Valle de los Caídos impresiona al ojo humano, pero trasciende a él. Por lo general al recorrerlo volvemos sorprendidos, y describimos la visita en clave de sensaciones. Quizás eso tenga algo que ver con que sea el monumento más visitado del Patrimonio Nacional Español.

Lo han cerrado. Exceptuando los convenios ineludibles con la Iglesia, que permiten asistir a Misa en la basílica, el gobierno ha puesto el cerrojo. ¿El pretexto? Unas obras, que según informan los propios monjes benedictinos que viven allí, no se están realizando. ¿El fondo de la cuestión? Que un oasis propenso a la espiritualidad, no encaja en la mentalidad de quienes quieren imponer el materialismo a toda la sociedad.

Leía hace poco el libro del periodista Juan Blanco “Valle de los Caídos. Ni presos políticos. Ni trabajos forzados”. Creo que el título es lo suficientemente expresivo, no cabe discusión. Los datos objetivos, constatables y manifiestos, muestran que la leyenda negra sobre la construcción del Valle de los Caídos no tiene fundamento, es falsa. Una burda mentira que contribuye desde la ignorancia a desmantelar un lugar inigualable, que simboliza la verdadera reconciliación. Me remito a todo lo aportado por este libro, que desgrana magistralmente la realidad del para qué, quién, cómo, y en qué condiciones se construyó.

Vuelve a ganar la ignorancia, la mentira, el engaño, y yo ya estoy hasta los pies de este acoso. Más sectarismo, más persecución, y nosotros agacharemos la cabeza. Como quién tiene que avergonzarse de algo, ante quienes ahora se autoproclaman orgullosos sucesores, de la mayor persecución a los cristianos que vio la Historia desde tiempos de Diocleciano.

Grupo en Facebook contra el cierre del Valle de los Caídos.

Javier Tebas
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