Espartaco en Los Ángeles
Por varias razones la película “Espartaco” ha pasado a la historia del cine. Contó con dos extraordinarios directores, primero Antony Mann (director de “el Cid” o “los héroes de Telemark") y después Stanley Kubrick (todos conocemos alguna película suya), un elenco de actores formidable con Kirk Douglas o Tony Curtis y los mejores actores británicos que hayan sido filmados Laurence Olivier, Charles Laughton y Peter Ustinov y a la gran actriz Jean Simmons; el guión se basó en un libro de Howard Fast (un gran escritor, algo olvidado sobretodo en España) y lo adaptó Dalton Trumbo, un gigante con dos oscars en su haber. Y en lo que concierne a estos dos gira, en gran medida, el lbro de Kirk Douglas.
El paso de los años difumina la impronta que hayan dejado los papas a lo largo de la larguísima Historia de la Iglesia. En muchos casos la causa está en la irrelevancia del pontificado, producto del escaso tiempo que ha podido ejercer el cargo el ser humano designado para ello. Así “nadie” recuerda a un Pío VIII y dudo que en cincuenta años alguien sepa algo de Juan Pablo I, caso aún más notable de exiguo pontificado.
Están los noticieros de un tiempo a esta parte lleno de escándalos. Los políticos llenan las portadas en fotos en las que salen esposados. La corrupción está tan instalada y es de tal magnitud que el término “escándalo” resulta insuficiente para expresar el sentimiento de los ciudadanos. Hace poco vivimos una situación insólita. Una política de cierta relevancia era asesinada a tiros. Se quiso vincular el hartazgo ciudadano con el delito, cuando las razones fueron otras, pero lo relevante era que la posibilidad se daba como plausible. La sociedad española ha cambiado.
