El censo de Quirino
En su afán por el rigor histórico, san Lucas menciona un hecho público y notorio que permitía a sus lectores originales precisar la época del nacimiento de Jesús. Este evangelio indica:
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. (Lc 2, 1-5)
Esta referencia al censo “cuando Quirino gobernaba la Siria”, que Lucas utiliza para situar el nacimiento de Jesús y explicar el traslado de José y su familia a Belén, ha dado lugar a diversas objeciones.
En su libro Antigüedades de los Judíos, Josefo relata que hacia el año 6 d.C. Quirino fue nombrado gobernador de Siria y Judea en reemplazo de Arquelao (mencionado en el evangelio de san Mateo), y que mandó censar a la población. El problema es que, si este es el mismo censo al que se refiere Lucas, Jesús habría nacido más de cinco años después de la muerte de Herodes. Eso implicaría una contradicción con lo dicho por Mateo y por él mismo, en cuanto a que Jesús nació en tiempos que Herodes gobernaba Judea (Lc 1, 5). Además, se nota que el censo de Quirino al que se refiere Josefo fue local, solo en Siria y Judea, y no universal como indica Lucas. Además, el censo de Quirino se habría ordenado realizar en Siria y Judea, de modo que no había razón para que José, que en ese tiempo vivía en Galilea, viajara a Belén.

El evangelio de san Mateo cuenta que el rey Herodes, al ver que los magos no volvían con información acerca del Mesías, mandó matar a todos los niños varones menores de dos años en Belén (Mt 2, 16). Este dramático evento es parte esencial de toda narración de la navidad, pero a veces es puesto en duda por tener un supuesto origen mítico. A la sensibilidad moderna le parece inverosímil que un gobernante ordene la muerte de todos los niños en un pueblo, y que un hecho tan extraordinario no quedara registrado en otras fuentes históricas.
Siguiendo con nuestro examen de los evangelistas, a continuación, correspondería tratar la evidencia que descartaría que Mateo, Marcos, Lucas y Juan hayan escrito sus evangelios. El problema es que no hay ninguna, ningún documento antiguo o manuscrito que diga lo contrario a lo que afirma la tradición. Lo único que los escépticos pueden mostrar contra los evangelistas son suposiciones y deducciones.
La tradición acerca de los autores de los evangelios es clara en cuanto a que ellos reflejan la predicación de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Acerca de estos personajes contamos con cierta información externa, de modo que lo razonable es examinar si el texto de los evangelios coincide con lo que sabemos de ellos.
Al hablar sobre la historia de los evangelios y su confiabilidad, se ha vuelto un lugar común decir que son textos seudónimos. Se indica al pasar, como una verdad incuestionable, que no sabemos quién los escribió, pero que al menos estamos seguros que no fueron Mateo, Marcos, Lucas ni Juan. La Iglesia por su parte, se mantiene en afirmar el origen apostólico de los evangelios, dejando la cuestión acerca de los detalles de su composición a los expertos.


