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22.09.08

La peregrinación de la vida

La vida es una pura y sencilla peregrinación. Salimos del vientre materno y de la mano de nuestros padres buscamos aprender a conocer, a hablar, a andar, a amar….Son los propios padres quienes nos enseñan a descubrir a Dios en ese peregrinaje diario. Gracias a ellos sabemos orar al Señor y amar al hermano. Cuando vamos a la catequesis encontramos a otras personas que nos ayudan a entrar más intimamente en el trato con el Señor y a fortalecer los fundamentos de nuestra fe cristiana.

La vida es una continua peregrinación. Los encuentros con Cristo en los sacramentos de la inicación cristiana son los grandes momentos en los que pasamos de la infancia a la adultez de la fe y el seguimiento de la persona de Jesús de Nazaret.

Nuestra vida cristiana diaria es un viva peregrinación. Formamos parte del Pueblo de Dios, peregrino desde Abraham, camino de la tierra prometida. Somos parte, cuando nos olvidamos de Dios y nos vamos tras los falsos dioses e ídolos, de ese pueblo que necesita la voz de los profetas que nos recuerden la permanente Alianza de Dios con su pueblo. En nuestro peregrinaje tambien encontramos las persecuciones por ser fieles a los mandatos del Señor, a quien solamente hemos de amar y adorar como el único Dios.

A lo largo de nuestra biografía hacemos muchas veces el recorrido de “caminos” que nos conducen al Señor, la Virgen, y los santos: por ejemplo, Lourdes, Fátima, el Rocío, Santiago de Compostela. Somos hombres y mujeres en camino, con lo cual la peregrinación puede ser la parábola de nuestra vida.

En toda peregrinación nos cansamos, nos herimos, nos alegramos, nos dormimos, nos encontramos a los hermanos, nos sacrificamos. Pero todo es para vivir en aquel que nos conforta: Jesús de Nazaret, nuestro Redentor, quien tambien fue peregrino nada más nacer y más tarde peregrinó por los caminos palestinos pregonando la Buena Noticia del Mesías, que era El mismo.

La peregrinación tiene una meta que desconocemos en el día y la hora. Sí sabemos que tras ese final, nos espera nuestro Padre en la casa con los brazos abiertos. !Menudo regalo¡.

Tomás de la Torre Lendínez