Una oferta espiritual que huele a demonios
A la cuenta de correo de un servidor, así como a la de la parroquia, llegan cada día innumerables ofertas de todo tipo: que me compre un piso en Buenos Aires –me pilla un tanto a trasmano-, un viaje a algún lugar exótico, una fantástica oferta para comprarme un vehículo en Cochabamba o que saque por fin tiempo para unos ejercicios espirituales, cosa que afirmo me vendría estupendamente.
Lo que pasa es que uno ya no se fía no digo de su padre, sino de su padre, su madre, y el ayayay. Porque llegan unas ofertas de ejercicios y formación que Virgencita del Olivo que me quede como estoy.