Cuando no hay respuesta a las convocatorias ¿de quién es la culpa?
Desde luego la gente no tiene la culpa. O al menos, toda la culpa.
Los curas, ante nuestras limitaciones pastorales, solemos escudarnos en un indefinido “es que la gente…” Preparamos charlas cuaresmales, invitamos a actos de piedad, convocamos encuentros y nada. Nada de nada. Y volvemos a lo de siempre: “es que la gente…”
Me pasa en la parroquia, la respuesta es justa. Bueno, no. Justa en algunas cosas y generosísima en otras, por ejemplo, en la adoración perpetua. Dicho esto, me hago algunas reflexiones de por qué la gente responde o no.

Ayer, día del seminario, contamos en la parroquia con el testimonio de Sergio, un seminarista de Madrid. La primera vez que tomaba un micrófono en la iglesia para dirigirse a los fieles. Su primera vez. Vestido con el alba tuvo a su disposición apenas unos minutillos que se preparó, lo sé, durante días y días con el deseo de decir algo interesante, ser agradable, no parecer interesado en lo material y además sin enrollarse. Pues vive Dios que lo consiguió, porque pudo contarnos quién es y por qué está en el seminario, y sobre todo nos dejó muy clarito que todo es cosa de Dios, que es momento de rezar y ponerse en sus manos y que lo único que importa es pedir a Dios que nos enseñe a descubrir su voluntad y a vivir como Él quiera que lo hagamos.
Ayer La Cigüeña de la Torre decía en
Aunque la plenaria de la Conferencia Episcopal Española dura hasta mañana, día 17, lo más interesante ya se ha producido entre martes y miércoles. Lo que más interés causaba estaba, por supuesto, en la elección del presidente, aunque todas las quinielas apuntaban a Blázquez, salvo sorpresa de última hora, que no la hubo. Conocimos más tarde la elección de vicepresidente, que recayó en Cañizares, y los miembros del ejecutivo. Ayer fueron elegidos los presidentes de las distintas comisiones y algunas subcomisiones.
Hematoma, quiero decir, para que nadie se llame a engaño, que aquí los hay que a la primera quieren ver lo que no hay y sacar conclusiones jamás pensadas.