Corona de adviento. Por imperativo popular
No tengo especial simpatía por la corona de adviento. De niño, y monaguillo desde los seis años, no la recuerdo en la iglesia. Durante mis estudios de teología en el monasterio del Escorial tampoco guardo recuerdo de una corona de adviento en la basílica.
Creo que comencé a encontrarme con ella en mi primer destino pastoral y la sensación es que desde entonces se le está dando un protagonismo tan innecesario como absurdo.
Nada hay en los libros litúrgicos sobre el particular. De hecho, el primer problema con el que te encuentras es que no sabes muy bien qué hacer con ella. ¿Dónde la ubicas? ¿Cómo se adorna? ¿Cuándo se enciende cada vela? ¿Hay algún pequeño rito para ello, alguna oración, algún texto? Pues la verdad es que nada de nada.

El número de manifestaciones diarias en Madrid es casi infinito. Según datos tomados de la prensa, una media de diez manifestaciones diarias. Por supuesto que no hay forma de seguir cada una. Apenas aparecen en los medios de comunicación algunas de especial relevancia por el número o por la singularidad de los manifestantes.

La señora Rafaela se presentó en el despacho del obispo. Y cuando éste le preguntó por qué tenía tanto interés en la entrevista, ella respondió: porque estoy hasta las narices.
Porque lo que no hay duda es que hay que ponérselo.





