Mucho Müller
Ya tocaba alguna alegría y de las gordas. Son ya unos cuantos años en los que las palabras que nos van marcando son algo así como “bueno”, “depende”, “hay que matizar”, las circunstancias”, “la acogida”, “no hay que ser inflexible”. Todo esto, que en principio podría hacerse pasar por prueba de madurez, caridad constante y profundidad evangélica, no es más que una bajada de pantalones o subida de sotanas que claudican ante el más burdo relativismo presentado como el no va más de la evolución católica personal. Somos tan católicos, tan maduros, tan evangélicos y tan misericordiosos, que hemos llegado a la conclusión de que todo depende.
Cuando esta mañana me he encontrado con la Declaración de fe «¡No se turbe vuestro corazón!» (Juan 14,1), del Cardenal Müller, he de reconocer que he sentido una inmensa gratitud hacia el cardenal, unida con una alegría y de las gordas.

Ayer me enteré de que el señor ministro del interior, Fernando Grande Marlaska, ha notificado a la entidad HazteOír el acta de revocación de la declaración de Utilidad Pública. La razón es que fletar un bus, con su dinero, por cierto, proclamando que los niños tienen pene y las niñas vulva es altamente ofensivo y va contra la dignidad de ciertos colectivos.
En los años setenta (y han pasado ya cuarenta y tantos años), salió al mercado un famosísimo disco entonces de Ricardo Cantalapiedra con el título de “El profeta”. En aquellos años no había reunión, encuentro, asamblea o convivencia donde no se cantaran algunas de sus canciones.
Menos de dos meses para la fiesta de San José, y algunos feligreses me piden celebrarlo, especialmente este primer año, con contundencia, devoción, comunión y fraternidad.
Todo esta bien. No pasa nada. Nunca pasa nada. La sociedad que cambia, los medios que nos atacan, las televisiones que van a por nosotros. Pero todo esta bien, lo que pasa es que hay gente empeñada en sacar trapos sucios y revolver aguas tranquilas.